- Publicidad -

No somos nada, no somos Suecia


05/08 – 11:00 – De Kirchner a Carrió, y también en las conversaciones callejeras, medio mundo reivindica el modelo escandinavo, las maravillas de vivir en Suecia, los milagros de su Estado benefactor. Pero ¿cómo funciona todo eso? ¿Cómo se vive en una sociedad cercana al ideal? Y la famosa pregunta: ¿por qué tantos suecos se suicidan? Testimonios de argentinos que viven allí, todavía perplejos por el silencio abismal de sus ciudades.

Josefina Licitra

Hace treinta años estuvo de moda una bomba. Se llamaba “bomba neutrónica”, era el novamás de la década del 70 y se decía que podía limpiar la superficie de personas, pero dejar los edificios intactos. Ricardo Naidich se acordó de esa bomba cuando llegó, por primera vez en su vida, a Malmö, la tercera ciudad en importancia de Suecia. “Cayó acá”, pensó.

Eran las siete de la tarde y en ese lugar desierto lo único realmente vivo era el frío. Un contraste demasiado grande para un hombre como Naidich, que acababa de llegar de una región en llamas. Naidich era (había sido) delegado sindical de Gas del Estado durante la dictadura, y su historia estaba entre las más afortunadas. Sólo había estado en la ESMA tres días. Luego lo largaron y él huyó en carrera enloquecida primero al Paraguay de Alfredo Stroessner y luego al Brasil de João Baptista Figuereido.

En Río de Janeiro, zona de riesgo gracias al Plan Cóndor, Naidich pidió asilo en la embajada sueca. Se lo dieron a él y a quince más, y en cuestión de horas un puñado de argentinos quedó en manos de un país atípico. El Estado sueco los llevó, los alojó, los alimentó, les puso un intérprete, les pagó el aprendizaje del idioma, les compró cigarrillos, muebles y departamentos, los ayudó a insertarse socialmente y tal vez selló, con esa transacción dolorosa –la Argentina exportaba exiliados, Suecia los importaba–, la piedra fundamental de uno de los mayores antagonismos culturales que pueda adjudicarse la Argentina.

No hay, quizás desde entonces, país más lejano del nuestro que Suecia. El ex presidente Néstor Kirchner lo dejó en claro en uno de sus últimos discursos. “No somos Suecia”, gritó. Lilita Carrió lo subraya cada vez que aboga en favor del “modelo escandinavo”. Buena parte de los argentinos lo enunciamos cuando queremos entender por qué algunos países se acercan a la perfección, y por qué otros funcionan como el nuestro.

Definir la suequez, a esta altura, es la mejor forma de entender la argentinidad. ¿Qué quiere decir “ser sueco”? ¿Qué tipo de significados genera este país chico, frío, rubio, que no supera los nueve millones de habitantes? Sentado en su oficina del microcentro porteño, Naidich –traductor público de sueco y director del Instituto de Cultura Sueca de Buenos Aires– habla, por empezar a hablar de algo, del silencio.

Dice que ser sueco es hablar poco, gritar nada, tocar bocina sólo por error. “En la calle no vuela una mosca porque el silencio forma parte de lo ecológico. De puteadas, ni hablar: insultar a un automovilista es impensable”, explica Naidich, quien en 1981 se vio obligado –por motivos familiares– a volver a la Argentina, país donde el 53% de los automovilistas gesticula o insulta por la ventana. “Vivo en Suecia desde hace cinco años y en todo este tiempo escuché un único bocinazo –agrega por mail Guido Pierri, estudiante de Bellas Artes en la Universidad de Gotemburgo–. Cada vez que vengo a Buenos Aires, durante el viaje de Ezeiza a la casa de mi familia me vuelvo loco.”

Ser sueco no es sólo un factor sonoro sino, principalmente, vital. Los suecos no chocan ni se mueren chocando. Por cada millón de vehículos, en la Argentina pierden la vida 1.058 personas, una cifra que nos coloca en el segundo puesto internacional de víctimas mortales por accidentes de tránsito. En Suecia, 123 personas mueren sobre ruedas. No hay, en el resto del mundo, una cifra menor. “La gente no choca por dos motivos –explica Naidich–: porque sacar el registro es caro y difícil, y porque existe un inmenso respeto por el prójimo.”

ES LA CULTURA, MAMÓN. Este argumento –el factor cultural– es usado por los defensores del llamado “modelo escandinavo” para explicar por qué Suecia, siendo netamente capitalista, tiene uno de los índices de equidad social mejores del mundo. El esquema nórdico –que logró combinar el bienestar de la población con el crecimiento económico y los ingresos altos– no se debe tanto a la aplicación de fórmulas ortodoxas, como al llamado “capital social”. Es decir, a la cultura. Ser sueco significa, para decirlo en fácil, saber vivir sin joder a tu vecino y creer en el poder político de esa buena vecindad.

Luego de estudiar el modelo escandinavo, los científicos estadounidenses Robert Putnam y James Coleman detallaron qué peso tienen los factores extra monetarios al momento de definir el progreso. Según Putnam y Coleman, el llamado “capital social” se mide a partir de cuatro variables: el clima de confianza en las relaciones interpersonales (en qué medida la gente confía y se anima a negociar con otros en la sociedad); la capacidad de asociatividad (es decir, la intención de una sociedad de construir formas de cooperación); la conciencia cívica (cómo actúa la gente frente a los problemas de interés colectivo, desde el cuidado de los espacios verdes hasta el pago de impuestos y los valores éticos predominantes. Por este tipo de factores, Suecia ocupa el sexto puesto en la tabla de corrupción realizada por la organización Transparency Internacional.

La Argentina ocupa el 96. Vamos después de Tanzania.
¿Por qué en Suecia no hay corruptos? ¿Los mandan a la horca? ¿Los encierran para siempre? ¿Los condenan a escuchar los hits de ABBA por el resto de sus vidas? No. Se los sanciona civil, penal y sobre todo socialmente. Uno de los mayores escándalos políticos sucedió en 1995, cuando Mona Sahlin, entonces viceprimera ministra, usó la tarjeta de débito del Parlamento para comprar pañales, lencería y dos barras de chocolate Toblerone.

En todo el país se habló del “Toblerone affaire”, que se cerró cuando Sahlin devolvió lo sustraído al Estado y dejó de luchar por el liderazgo del partido socialdemócrata, del que actualmente –trece años después– es presidenta.

“Para los argentinos el caso Toblerone es una chanza, sobre todo si lo comparamos con el ‘dejemos de robar dos años’ de Luis Barrionuevo –dice Naidich–. Acá la corrupción es la norma y en Suecia es la excepción. Allá no existen los cargos de favor, no existen las coimas y no existen los privilegios.”

Ser sueco significa no ser (ni hacerse) rico. Las empresas locales no tienen grandes filiales en el extranjero, el Estado tiene el monopolio de la venta de medicamentos (algo que irrita a los laboratorios) y los mejores sueldos apenas sextuplican a los salarios más bajos (en la Argentina el sector más rico gana 50 veces más). La equidad social hasta se refleja en el lenguaje: desde Gotemburgo, Guido Pierri cuenta que en el trabajo –más allá del escalafón– las jerarquías más altas y las más bajas dialogan entre sí tratándose de “vos” (jamás de “usted”).

PIOLAS VS. SUECOS. En 1977, seis meses después de haber llegado a Malmö, Ricardo Naidich se mudó a Estocolmo. El Estado le regaló un departamento, le compró los muebles en Ikea (el Easy Home Center de Europa) y lo ayudó a conseguir trabajo. En 1978, Naidich comenzó a desempeñarse en la Municipalidad de Estocolmo como liquidador de sueldos, el mismo cargo que había ejercido entre 1972 y 1977 en Gas del Estado.

Por si cabían dudas, no es lo mismo ser empleado público en Suecia que serlo en la Argentina. Acá, Naidich había ocupado una oficina enorme donde veinte empleados trabajaban bajo el ojo atento de dos jefes, que a su vez miraban todo desde sus despachos vidriados.

“Cuando no hacía nada mis compañeros de Gas del Estado me decían: ‘Ricardo, vos siempre tenés que tener un lápiz en la mano, porque cuando no hacés nada tienen que ver que estás pensando’”, cuenta Naidich. Cuando entró como empleado del Estado sueco, esperó durante meses –birome en mano– la aparición de un jefe vigilante. Pero no llegó nunca. “Con el tiempo me di cuenta de que el único control que había era una reunión semanal donde el jefe hablaba con el personal para ver si había habido un problema. Ese método de trabajo generó en mí un grado de responsabilidad infinita.”

La confianza no es el único factor que diferencia a un trabajador sueco de un argentino. En Suecia todos los empleados gozan de cinco semanas de vacaciones anuales, tienen 14 meses de licencia cuando nace un hijo (no importa si son hombres o mujeres) y se desenvuelven en ambientes donde –al igual que en el resto del país– no existen las diferencias de género. Naidich recuerda una anécdota: las oficinas donde él trabajaba se comunicaban entre sí mediante un pasillo muy estrecho. Si dos compañeros pasaban a la vez, a contramano, era inevitable chocarse. “Cuando venía una mujer, mi actitud era la de ponerme contra la pared y dejarla pasar. Por ese gesto mis compañeros decían que me hacía el Don Juan y llegaron a aclararme que los suecos son todos iguales, y que el hombre no se detiene ante la mujer.”

NUNCA UN TINELLI. ¿Existe un Tinelli sueco? ¿Hay algo parecido a un programa de culos? “Si hubiera, sería un escándalo”, advierte Guido Pierri, y agrega que en Suecia los canales de televisión son públicos y se financian mediante un impuesto que pagan todos los ciudadanos. Este dinero impacta directamente sobre la calidad: como el aire no depende de los anunciantes, se puede ser selectivo con la grilla de programación. No hay publicidad dirigida a niños y tampoco hay chabacanería.

“La vulgaridad de Tinelli jamás podría existir en Suecia –distingue Naidich–. Han tenido un Gran Hermano o concursos de canto, pero ni remotamente habría productos que degraden a las mujeres. No es una sociedad moralista, pero tienen una profunda moral.”

Ser sueco, eso sí, significa ser un gran consumidor de cultura pop. Los padres de Ingmar Bergman y Björn Borg, los dueños del Nobel y de la selección de fútbol sueca (que nos dejó afuera del Mundial de Japón), son los mismos que exportaron a ABBA y a Roxxette y que ahora exportan el mejor heavy metal del mundo.

La globalización hizo de Suecia una impensada usina de productos culturales. Fabricantes de ropa como Diesel y Levi’s utilizan el país como mercado de ensayo para probar nuevos lanzamentos, y muchos de los hits musicales que inundaron el planeta fueron compuestos en el área escandinava. El periodista sueco Jan Gradvall enumera algunos: Baby One More Time, de Britney Spears; Play, de Jennifer Lopez; Bye Bye Bye, de N’Sync; Come On Over Baby, de Christina Aguilera, y todos los éxitos de los Backstreet Boys.

Suecia es actualmente el tercer exportador de música del mundo. ¿Cómo hacen para llegar tan lejos? Jan Gradvall tiene una hipótesis: al ser un país geográficamente pequeño, el mercado interno es tan reducido que se ven obligados a abrir las puertas. No sólo por motivos de dinero, sino por razones más existenciales: si no hacen algo, se aburren. Y un sueco aburrido, además de creativo, es peligroso para sí mismo. Magnus Linton, uno de los periodistas y escritores más reconocidos de Suecia, cuenta por mail que conoce al menos veinte suecos –hombres en su mayoría– que terminaron suicidándose.

¿Se puede ser feliz en un mundo feliz? Lindon dice que el problema no es la perfección insoportable, sino la falta de fe. El hecho de que Suecia sea un país organizado, feminista y equitativo hace que la gente sea más feliz, pero también que esté más secularizada. “Este proceso libera a las mujeres y hace que los hombres pierdan sus privilegios –cuenta Linton–. Eso es buenísimo. Pero el problema es que sin fe y sin privilegios mucha gente, sobre todo los varones, pierde las ganas de vivir. Sin Dios no ven razones suficientes para seguir. La soledad y la oscuridad acá también son realidades muy duras.”

Hay épocas del año donde la noche es eterna y las calles se parecen mucho al mito de la bomba y de los mundos sin gente. Cada 100 mil personas, en Suecia se suicidan anualmente dieciséis. En la Argentina la cifra llega a siete. La pregunta entonces es inevitable. Tan inevitable como zambullirse de cabeza en el lugar común del “niño rico con tristeza”.

–¿Se puede vivir con todos los deseos satisfechos? –se le pregunta a Naidich y él sonríe, suspira, vuelve a sonreír como diciendo “caíste”.

–Esa pregunta me la vienen haciendo desde hace 30 años. Y yo voy a dar la misma respuesta que dan los suecos: “Nosotros llevamos una estadística honesta de los suicidios. La mayoría de los países, no”. (Critica Digital/OPI Santa Cruz)

spot_img

Suscribité al Newsletter

Más Noticias

- Publicidad -spot_img

Más Noticias

13 COMENTARIOS

  1. Me pregunto para qué volvió Naidich si estaba en el paraíso…? Nuestra Argentina, con todos sus defectos: corrupción, políticos de cuarta, delincuencia, inflación, piquetes, D´elía, Lupín, etc.etc. Ofrece más “acción” y desafíos que todos los países de Europa juntos… Para nosotros, los argentinos, la vida es un ejercicio diario, los suecos ya nacen con todos los problemas resueltos y seguramente, la falta de objetivos y el nó tener que luchar como nosotros, los lleva al suicidio.

  2. PARA NO SER MENOS… OPINO IGUAL QUE LOS QUE ME ANTECEDEN.
    PERO ME QUEDA CLARO QUE EL MODELO DE ELLOS NO NECESITA DE LO SUPERCIAL EN CUANTO LOS MEDIOS DE COMUNICACION Y FORMADORES DE OPINION.
    EN NUESTRO PAIS MUCHOS DE LOS PROGRAMAS DAN ASCO E INCLUSO TAMBIEN LA PUBLICIDAD ES PARTE DE UN SISTEMA QUE NO HACE PENSAR SINO QUE SOLO APUNTA AL CONSUMISMO.
    LAMENTABLEMENTE LA MAYORIA COMPRA O MEJOR DICHO… FACILMENTE NOS VENDEN SUPERFICIALIDADES.
    EXCELENTE NOTA AMIGOS !!!
    SALUDOS.

  3. ¿Los condenan a escuchar los hits de ABBA por el resto de sus vidas?
    Los terminos y condiciones hablan de no discriminatorio y/u ofensivo; de no está permitido avergonzar o hacer cualquier otra cosa no deseada a otros.-
    Y UDS LO HACEN??
    Que bueno debe se criticar escondidos en una pc, ofender a una banda que colocaron mas de 370 millones de alegrias en diferentes personas.
    NO vi articulo alguno del negocio de la muerte que es la explotación de oro en Santa Cruz, algun comentario? O hay algo turbio ? Denuncien gente sean parte de soluciones y no solo criticas vulgares que no agregan valor …. claro… perdón!!! uds no estan para eso no? No estan para ser generadores como ciudadanos “instruidos” a elevar propuestas a legisladores. Vean CQC quizá aprendan a “hacer” un pequeño aporte a la sociedad en vez de sentarse en la altruista fugura de jueces criticos de los que les “parece” que esta bien o mal.
    Saluditos

  4. Esta pregunta es para SUMMERS: ¿Te equivocaste de pastilla hoy?.¿O te equivocaste de posteo? ¿O le erraste a la nota? ¿O te fue mal con tu pareja?. Relee lo que escribiste por favor

  5. Che summer night city, lo único que te quedo de la nota fue el comentario ironico de ABBA? Y encima decis que CQC es periodismo en serio? Dejate de joder y clavate un par de Dancing Queen así te relajás.

    Excelente la nota muchachos!

  6. Está muy buena la nota, pero cómo te explicarías que en tu vecino Uruguay la cifra de suicidios por 100.000 habitantes sea la misma de Suecia?

  7. Suecia, puede mostrarnos una buena forma de organizar las cosas. Esta nota narra la experiencia de Una persona que viviò y de otra que hoy vive alli. Sòlo es una variable màs de convivencia humana. Bastante limpita, pero claro los criollos AMAMOS EL DESAFIO constante. Yo pude conocer Suecia este año y corroborar lo que se dice en la nota. Fue grato conocerlo, pero se extraña irremediablmente, nuestro lugar.Tratemos de no enojarnos, si Naidich volviò comolo dice la nota fue por motivos personales y si el ADORA es su elleccion. Y dejemonos de joder con los suicidios. El ser humano tiene MILES DE MOTIVOS para sentirse INFELIZ, INCOMPLETO, es una observacion A ESTA ALTURA mas que vanal.

  8. Soy un argentino que vive en Suecia hace mas de 30 años y debo señalar que el articulo contiene varios errores. El estado ya no tiene el monopolio de la venta de medicamentos. Hace un par de años que se parte de las farmacias fueron vendidas a capitales privados y se permitio la apertura de nuevas farmacias para aumentar la competencia. El estado tiene dos canales sin publicidad, pero hay muchos canales privados al que todo el mundo tiene acceso a traves del cable, financiados por publicidad. En esos canales pasan programas como “Big brother” y otros, asi como una inmensidad de teleseries americanas. Yo llegue a Suecia en la misma epoca que Ricardo y a mi el estado no me regalo un departamento, sino que nos consiguio un departamento de alquiler en un suburbio de Estocolmo. Nos dieron un prestamo para comprar muebles que tuvimos que devolver y seguramente que lo mismo le pasó a Ricardo. Cabe tambien decir que el modelo sueco del bienestar social ha sido socavado por gobiernos neoliberales que han privatizado la salud publica, parte de la educacion y otros servicios. La Suecia de hoy no es la de los años 80, eso esta claro. En todo caso, hay cosas que los argentinos deberian aprender de esta pais.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí