Sobredosis

La “onda twitera” que alcanzó al sector político en los últimos dos años, terminó con la mística, con la palabra responsable y los interlocutores válidos. El uso y abuso de la red, por parte de gobernadores y la propia presidenta, es nefasta para su imagen. Un “Twist” como los que está acostumbrados a mostrar Daniel Peralta o Cristina Fernández, ensayando una reacción espasmódica a los estímulos recibidos por las declaraciones de sus oponentes políticos, se parece más a una queja de vecina de barrio, que a una idea elaborada; es un recurso que no está a la altura del nivel de representación que tiene un mandatario y menos aún, si – como en estos casos – se lo usa para canalizar ideas políticas o deslizar frases que luego callan en público.
Esta suerte de “sobredosis” de red social, desmerece la calidad del discurso, le quita frescura, le niega el impacto y produce una saturación que indefectiblemente termina con las expectativas y produce hartazgo. Si a ello le sumamos que estos altos funcionarios suelen tener “twiteros” propios que escriben en su nombre, todo queda reducido a una farsa casi adolescente, que no puede (o no debiera) revestir interés para la prensa seria, o al menos para aquella que pretende afianzarse en el principio de la confiabilidad de las fuentes. Darle a un mensaje de texto entidad de noticia es poco serio, pero menos serio es que un personaje de la política, con responsabilidad de transparencia y mesura en sus actos, salga a responder agravios o a debatir anónimamente desde atrás de una computadora, como un vulgar posteador de Internet.