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“Sueño una Europa donde ser emigrante no sea un delito”, dijo el papa Francisco al recibir premio Carlomagno

El papa Francisco pidió perdón por los recientes escándalos en Roma y en el Vaticano
06/05 – 09:50 – El pontífice dio un fuerte mensaje, que evocó el famoso discurso de Martin Luther King, al recibir la distinción más importantes de Europa

Por: Elisabetta Piqué
“Sueño una Europa, donde ser emigrante no sea un delito, sino una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano. Sueño una Europa que promueva y proteja los derechos de cada uno, sin olvidar los deberes para con todos. Sueño una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía”.

Con estas palabras, que evocaron el famoso discurso de Martin Luther King ya que nueve veces dijo “Sueño una Europa”, el papa Francisco volvió a sacudir hoy a la dirigencia política europea, a la que llamó a construir puentes y a derribar muros y a impulsar un “nuevo humanismo europeo”, basado en la integración, el diálogo y una economía social de mercado.

“El tiempo nos enseña que no basta solamente la integración geográfica de las personas, sino que el reto es una fuerte integración cultural”, aseguró, en un discurso que quedará en la historia como uno de los más importantes de su pontificado, que pronunció tras recibir el premio Carlomagno de Aachen, el más prestigioso de Europa.

La distinción fue otorgado en el pasado a figuras de la estatura de Konrad Adenauer, Winston Churchill, Juan Pablo II , entre otros. ¿El motivo del galardón? “Por su extraordinario compromiso en favor de la paz, de la comprensión y de la misericordia en una sociedad europea de valores”.

Al regresar de México, en febrero pasado, el mismo Jorge Bergoglio había recordado en la conferencia de prensa en el avión que él, a lo largo de su vida, nunca aceptó recibir distinciones. Pero que para el Premio Carlomagno había decidido hacer una excepción debido al momento crítico que está atravesando el continente. La peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial, el euroescepticismo y la división de los 28 miembros de la Unión Europea y falta de consenso, de hecho, están amenazando los cimientos mismos del bloque, así como los valores que le dieron vida . El Papa había dicho entonces que era necesaria una “refundación” de Europa. Hace unas semanas, en su viaje relámpago a la isla griega de Lesbos -símbolo del drama que viven miles de refugiados que escapan de la guerra, pero que son tratados como criminales-, en otro mensaje desafiante a la dirigencia política europea, había llamado a Europa a no olvidar que era la patria de los derechos humanos. Además, en otro gesto que valió mis palabras, se llevó de regreso en su avión a 3 familias sirias.

Algo muy parecido dijo hoy, en una ceremonia en la Sala Regia del Palacio del Vaticano marcada por la presencia de varios pesos pesado de la UE: la canciller alemana Angela Merkel -que poco antes tuvo una audiencia privada con el Pontífice-, el premier italiano, Matteo Renzi, y los presidentes del Parlamento Europeo, Martin Schulz, de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker y del Consejo Europeo, Donald Tusk.

Al principio de su discurso, tal como había adelantado en el vuelo de regreso de México, el Papa recordó su intención de ofrecer a Europa el prestigioso premio. “No hagamos un mero gesto celebrativo, sino que aprovechemos esta ocasión para desear todos juntos un impulso nuevo y audaz para este amado continente”, arrancó. “La creatividad, el ingenio, la capacidad de levantarse y salir de los propios límites pertenecen al alma de Europa”, también dijo, al recordar que las dos trágicas guerras mundiales del siglo pasado no impidieron a los padres fundadores dar vida a un proyecto común. “Ellos pusieron los cimientos de un baluarte de la paz, de un edificio construido por Estados que no se unieron por imposición, sino por la libre elección del bien común, renunciando para siempre a enfrentarse. Europa, después de muchas divisiones, se encontró finalmente a sí misma y comenzó a construir su casa”.

Aludiendo a la crisis migratoria, pero sin mencionarla, lamentó luego que en los últimos tiempos “esta familia de pueblos parece sentir menos suyos los muros de la casa común, tal vez levantados apartándose del clarividente proyecto diseñado por los padres”. “Aquella atmósfera de novedad, aquel ardiente deseo de construir la unidad, parecen estar cada vez más apagados; nosotros, los hijos de aquel sueño estamos tentados de caer en nuestros egoísmos, mirando lo que nos es útil y pensando en construir recintos particulares”, denunció. “Sin embargo, estoy convencido de que la resignación y el cansancio no pertenecen al alma de Europa y que también las dificultades puedan convertirse en fuertes promotoras de unidad”, aseguró.

Evocó su fuerte discurso al Parlamento Europeo, de noviembre de 2014 en Estrasburgo, cuando habló de una “Europa anciana”, “cansada” y “envejecida”, “no fértil ni vital”. Una Europa que se va «atrincherando» en lugar de privilegiar las acciones que promueven dinamismos capaces de involucrar y poner en marcha todos los actores sociales en la búsqueda de nuevas soluciones a los problemas actuales, que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos; una Europa que, lejos de proteger espacios, se convierta en madre generadora de procesos.

“¿Qué te pasó, Europa?”

“¿Qué te pasó Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te pasó Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te pasó Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?”, se preguntó.

Citando luego al escritor Elie Wiesel, superviviente de los campos de exterminio nazis, llamó a realizar una «transfusión de memoria» y a evocar a los padres fundadores de Europa. “Ellos supieron buscar vías alternativas e innovadoras en un contexto marcado por las heridas de la guerra. Ellos tuvieron la audacia no sólo de soñar la idea de Europa, sino que osaron transformar radicalmente los modelos que únicamente provocaban violencia y destrucción. Se atrevieron a buscar soluciones multilaterales a los problemas que poco a poco se iban convirtiendo en comunes”.

Mencionó al francés Robert Schuman, al italiano Alcide De Gasperi, al alemán Konrad Adenuauer, sus ideas de “solidaridad de hecho y generosidad concreta”, más que necesarias en nuestro mundo desgarrado por conflictos. Y aseguró que “los proyectos de los padres fundadores, mensajeros de la paz y profetas del futuro, no han sido superados: inspiran, hoy más que nunca, a construir puentes y derribar muros”. “Parecen expresar una ferviente invitación a no contentarse con retoques cosméticos o compromisos tortuosos para corregir algún que otro tratado, sino a sentar con valor bases nuevas, fuertemente arraigadas”, afirmó.

Llamó a aggiornar la idea de Europa, que pueda alcanzar “un nuevo humanismo basado en tres capacidades: la capacidad de integrar, capacidad de diálogo y la capacidad de generar”.

Al hablar sobre la necesidad de integración, destacó que “las raíces de Europa se fueron consolidando en el transcurso de su historia, aprendiendo a integrar en síntesis siempre nuevas las culturas más diversas y sin relación aparente entre ellas” y que “la identidad europea es, y siempre ha sido, una identidad dinámica y multicultural”. “No basta solamente la integración geográfica de las personas, sino que el reto es una fuerte integración cultural”, advirtió.

Por otro lado, subrayó que “si hay una palabra que tenemos que repetir hasta cansarnos es esta: diálogo”. “Estamos invitados a promover una cultura del diálogo, tratando por todos los medios de crear instancias para que esto sea posible y nos permita reconstruir el tejido social. La cultura del diálogo implica un auténtico aprendizaje, una ascesis que nos permita reconocer al otro como un interlocutor válido; que nos permita mirar al extranjero, al emigrante, al que pertenece a otra cultura como sujeto digno de ser escuchado, considerado y apreciado”, indicó. “La paz será duradera en la medida en que armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo, les enseñemos la buena batalla del encuentro y la negociación. De esta manera podremos dejarles en herencia una cultura que sepa delinear estrategias no de muerte, sino de vida, no de exclusión, sino de integración. Esta cultura de diálogo, que debería ser incluida en todos los programas escolares como un eje transversal de las disciplinas, ayudará a inculcar a las nuevas generaciones un modo diferente de resolver los conflictos al que les estamos acostumbrando”, agregó.

Recordó después que en la situación actual no permite meros observadores de las luchas ajenas, sino, al contrario, es un firme llamamiento a la responsabilidad personal y social. Destacó, en este marco, el papel de los jóvenes: “Ellos no son el futuro de nuestros pueblos, son el presente; son los que ya hoy con sus sueños, con sus vidas, están forjando el espíritu europeo”, dijo. “No podemos pensar en el mañana sin ofrecerles una participación real como autores de cambio y de transformación. No podemos imaginar Europa sin hacerlos partícipes y protagonistas de este sueño”, agregó, denunciando luego la alta desocupación que sacude al continente, que hace que muchos jóvenes deban emigrar de sus países.

Nuevos modelos económicos

En una nueva denuncia del sistema económico actual, llamó enseguida a la búsqueda de “nuevos modelos económicos más inclusivos y equitativos, orientados no para unos pocos, sino para el beneficio de la gente y de la sociedad”. Y señaló, concretamente, como solución, a la economía social de mercado, “alentada también por mis predecesores”.

“Tenemos que pasar de una economía líquida, que tiende a favorecer la corrupción como medio para obtener beneficios, a una economía social que garantice el acceso a la tierra y al techo por medio del trabajo como ámbito donde las personas y las comunidades puedan poner en juego muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás, una actitud de adoración”, aseguró. “Si queremos mirar hacia un futuro que sea digno, si queremos un futuro de paz para nuestras sociedades, solamente podremos lograrlo apostando por la inclusión real: esa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario”, sentenció.

Recordó que la Iglesia puede y debe ayudar al renacer de una Europa cansada, pero todavía rica de energías y de potencialidades. “Sólo una Iglesia rica en testigos podrá llevar de nuevo el agua pura del Evangelio a las raíces de Europa. En esto, el camino de los cristianos hacia la unidad plena es un gran signo de los tiempos”, aseguró.

Finalmente, cerró un discurso memorable proclamando nueve sueños. “Como un hijo que encuentra en la madre Europa sus raíces de vida y fe, sueño un nuevo humanismo europeo; sueño una Europa joven, capaz de ser todavía madre; sueño una Europa que se hace cargo del niño, que como un hermano socorre al pobre y a los que vienen en busca de acogida; sueño una Europa que escucha y valora a los enfermos y a los ancianos, para que no sean reducidos a objetos improductivos de descarte; sueño una Europa donde ser emigrante no sea un delito, sino una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano; sueño una Europa donde los jóvenes respiren el aire limpio de la honestidad, amen la belleza de la cultura y de una vida sencilla, no contaminada por las infinitas necesidades del consumismo, donde casarse y tener hijos sea una responsabilidad y una gran alegría, y no un problema debido a la falta de un trabajo suficientemente estable”, dijo.

“Sueño una Europa de las familias, con políticas realmente eficaces, centradas en los rostros más que en los números, en el nacimiento de hijos más que en el aumento de los bienes. Sueño una Europa que promueva y protega los derechos de cada uno, sin olvidar los deberes para con todos. Sueño una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía”, concluyó, provocando un fuerte aplauso y una ovación de las más de 500 personas presentes. (La Nación)

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1 COMENTARIO

  1. Ser un inmigrante no es un delito en si mismo en ningún lugar del mundo!!! Delito es no respetar las leyes en cualquier lugar del mundo donde se vaya. Ingresar ilegalmente a un país es un delito en cualquier lugar del mundo. No respetar la ley en cualquier lugar del mundo es delito…

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