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El plan de Kicillof: echar a Fábrega y esquivar a Griesa

Juan Carlos Fábrega Presidente del BCRA - Foto: OPI Santa Cruz/Francisco Muñoz
08/08 – 08:40 – Cristina está eufórica con la obra del titular de Economía: gracias a él cesó de caer en las encuestas. El ministro quiere a Costa al frente del Central y decretar una baja de la tasa de interés.

Por: Marcelo Bonelli
Axel Kicillof decidió acelerar su embestida contra el Banco Central y propiciar en el corto plazo la salida de Juan Carlos Fábrega. Lo resolvió después del traspié que él mismo le provocó a Fábrega la semana pasada y con la intención de colocar en el BCRA a un hombre de su estrecha confianza.

Kicillof propicia para la jefatura de la entidad a Augusto Costa, el actual secretario de Comercio. La intención del ministro es tomar el control del Central y llevar adelante un plan de reanimación económica.

Su operación tendría el apoyo del vice de la autoridad monetaria, Miguel Pesce, quien antes había ayudado a la destitución de Martín Redrado.

Kicillof busca frenar la caída de la imagen de la Casa Rosada, fruto precisamente de la recesión que provocó su plan de ajuste. Para eso quiere disponer una rebaja sustancial de las tasas de interés y fijarlas por decreto en un nivel del 17%.

Pero su estrategia tiene un problema político: los límites que le impone Fábrega a las elucubraciones de Kicillof.

Para Fábrega la propuesta del ministro le hace correr un serio riesgo a la Presidenta: “Si Cristina sigue sus consejos se puede poner la economía de cabeza.” En el Central hay informes que indican que hoy una baja abrupta de las tasas reactivaría la corrida cambiaria y la fuga de capitales.

Pero el ministro decidió avanzar con la embestida ya que el banquero está débil en el reducido entorno de Cristina, donde hoy Kicillof manda.

Clarín confirmó que el propio ministro blanqueó su plan ante sus íntimos y fue Fábrega quien se lo comunicó secretamente a un puñado de banqueros. Entre ellos a Claudio Cesario, Jorge Brito y Gabriel Martino. Lo hizo el último viernes, después de que presentara su dimisión, la cual fue rechazada por Cristina, y horas antes de tomarse un avión a Mendoza, donde fue a enfriar la “calentura” que le había provocado la abrupta desautorización de la Presidenta por la negociación de los fondos buitre.

Fábrega puso un plazo y confió una estrategia: “Voy a esperar 20 días, y si las cosas no cambian me haré unos chequeos y renunciaré por enfermedad.” La cuestión generó alerta en los banqueros. El miércoles recibió el apoyo de Gabriel Ribisich, del Citibank y de Enrique Cristofani, del Santander. Tanto los bancos extranjeros de ABA como los nacionales de Adeba le pidieron que se quede en el cargo y que resista. Jorge Brito lo afirmó en privado durante la última reunión de Adeba: “Fábrega representa la cuota de racionalidad económica que queda en el entorno de la Presidenta.” Los banqueros tienen en su poder un informe reservado, que refleja serios desajuste en la economía, al margen del efecto del default selectivo.

El trabajo lo hizo el economista Dante Sica y ahí se afirma que existe un fuerte deterioro macroeconómico: –El desequilibrio fiscal de los últimos doce meses es alarmante y se cubre con una emisión que se duplicó este año en relación al 2013.

– Aumenta la falta de dólares en la economía. La cuenta corriente tiene el mayor déficit de los últimos diez años.

–La economía cayó en el primer semestre por la baja del salario real y la inflación, que tiene un piso del 35%. Ya hay problemas con el empleo.

La respuesta interna de Kicillof a estos planteos, a los gritos, es: “Fábrega es lobbista de los bancos.” En su supuesto plan reanimador, el ministro incluye una decisión drástica con respecto a los fondos buitre: disponer la reestructuración general de la deuda con los bonos que tienen legislación de los EE.UU. En Wall Street lo traducen así: de hecho, sería un default de unos 27.000 millones de títulos públicos bajo jurisdicción de Estados Unidos. Kicillof propicia la iniciativa de obligar a esos bonistas a aceptar la ley argentina y a disponer el pago en Buenos Aires. De este modo, quiere burlar el fallo de Thomas Griesa y no pagarle a Paul Singer.

Todas las acciones del ministro conducen a ese anuncio. El propio Kicillof lo afirmó en su discurso de junio, cuando estaba shockeado porque la Corte Suprema de Justicia de EE.UU. ratificó el fallo de Griesa. Fue el 17 de junio y también se lo hizo decir a Cristina en cadena nacional. Hace unos días el ministro volvió a plantearle su idea a la Presidenta.

Cristina está deslumbrada porque la crisis externa le hizo frenar la caída en las encuestas.

Kicillof confió a sus íntimos que el enfrentamiento con el juez Griesa forma parte del lanzamiento de su candidatura presidencial.

Y está dispuesto a todo, incluso a embarrar más la economía.

Por ahora sus planes tienen el aval de Cristina, pero el rechazo de Fábrega, Carlos Zannini y Jorge Capitanich.

Ese trío considera que un cambio de jurisdicción será interpretado como otro default y que la cesación de pagos puede disparar el dólar.

Por eso Capitanich intenta mantener viva la posibilidad de un acuerdo privado con los fondos buitre.

Las versiones positivas son lanzadas por el jefe de Gabinete para intentar frenar una debacle de los mercados. El financista Ricardo Perry, del importante fondo Perry Capital, estuvo en Buenos Aires y los funcionarios le transmitieron que todo se iba arreglar.

El propio jefe de Gabinete lo llamó a Jorge Brito para solicitarle que insista con la negociación. Fue el viernes primero de agosto y la respuesta fue una sonora negativa.

Por eso Capitanich recurrió ahora a Eduardo Eurnekián, para pedirle mantener viva una supuesta negociación.

Corren contra reloj, porque la Casa Rosada tiene un dato inquietante: el influyente fondo de inversión King Street ya está juntando firmas para acelerar y obligar a adelantar todo el pago de la deuda externa. (Clarín)

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