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14/11 – 14:25 – Si algo tiene el kirchnerismo, con su desalmado maltrato a la prensa que desprecia, es que desnuda las almas de quienes guardaban detrás de una fachada ciertamente digerible y en algunos casos “queribles” de periodistas, francos especuladores, mercenarios de ideas o lo que es peor, revendedores de ideologías perimidas, multiplicadores de discursos vacíos, propagandistas de careta caída constructores de operaciones berretas, y como si eso fuera poco: mentidores a destajo. La lista es larga, pero analicemos lo que escribió el ex de “A dos voces”, en Crónica sobre Máximo Kirchner. Si no conociera de qué son capaces los kirchneristas, dudaría que esto lo dijo el periodista Gustavo Silvestre, que hasta hace un tiempo era “mirable”, “escuchable” y “amigable” para la audiencia de la corpo. (Por: Rubén Lasagno)

El único valor cierto que tiene hoy Máximo Kirchner, es la billetera de su madre (que es la del pueblo) y allí radica su mayor poder. Fuera de eso, tiene poco y nada para ofrecer. Pero en este momento, quien maneja la influencia sobre la billetera, es para los intendentes de conurbano y algunos intendentes y gobernadores de provincia, el dulce de leche que dejó de fabricar Cristóbal.

Como le decía un amigo mío, bastante celoso, a su esposa, la que no disimulaba su admiración por Bruce Willis, cada vez que el actor aparecía en la pantalla del televisor “ si a este tipo lo visto de albañil, le pongo una gorra sucia de cal, unos borceguíes percudidos y rotos, un mameluco gastado y tirando de una carretilla cargada de bloques, sin un peso en el bolsillo, seguro que pasás al lado y ni lo mirás”. Valga el ejemplo, quitándole el contenido erótico de la escena anterior, para graficar lo que significa Máximo Kirchner para algunos barones del conurbano e intendentes como los de Santa Cruz; en este momento representa el eslabón más cercano con el poder, el cual está concentrado en su madre, la que ni siquiera se les acerca por vía natural; por lo tanto, los eslogan de pleitesía que le brindan y las muestras de “admiración” como “cuadro político” que le ofrendan, es proporcional a la decisión que tiene Máximo de influir más o menos sobre su madre, en una u otra dirección, según le convenga y eso le genera un “aura” que lo envolverá hasta el 2015.

Como a la princesita que con el gong de las 12, la carroza se le volvió calabaza y ya nadie la trataba con el amor y la admiración que irradiaba bajo el encanto de las Hadas, a Máximo le pasará lo mismo cuando su madre deba dejar la presidencia en diciembre del año próximo. Es decir, lo que hoy lo adulan, lo ensalzan y lo vitorean cada vez que dicen que dijo algo, serán los primeros en voltear la espalda, cuando ya no represente más lo que es: el hijo de la presidenta que puede influir a favor de uno u otro, para el acarreo de fondos o algún favor político. Sin poder y sin plata para alimentar los hambrientos bolsillos de intendentes y gobernadores, Máximo será el gran ignorado; el Bruce Willis vestido de albañil, que pintaba mi amigo. De allí la enorme necesidad de imponerlo en algún lado para “ponerlo en carrera” ahora, cuando la pléyade K le puede ayudar; después, será tarde o mucho más difícil.

Entre esta fauna de aduladores y cuentapropistas del relato, aparecen periodistas, que suelen no tener muy claro el límite de la obsecuencia debida ni la debida forma de ser obsecuente y suelen pasarse de la raya, al punto de hacer sencillamente, el ridículo. En el periodismo, el ícono de esta paráfrasis política del periodismo dedicado, es Víctor Hugo Morales, alguien con quien en el 2007 yo hablaba largamente en su programa de radio, cuando me llamaban desde su Producción y mientras me ponían al aire, en espera, para contarle lo que estaba sucediendo en Santa Cruz, ensayaba una edulcorada presentación de lo que hacíamos en OPI y con su discurso florido y barroco, Víctor Hugo nos pintaba casi como mártires del kirchnerismo, más que como simple periodistas que andábamos con una cámara al hombro, metidos entre manifestaciones y redoblantes de protestas. Después de aquella compra de los 2 millones de dólares de Kirchner, donde registramos su último llamado, nunca más llamó a OPI; tampoco supimos por qué, aunque lo intuimos.

La “victorhuguización” del periodismo alcanzó, en el caso que nos ocupa, a Gustavo Silvestre, quien en una nota reciente en Crónica, escribió sobre un Máximo Kirchner que, realmente, en Santa Cruz no conocemos.

Dijo Silvestre:

“Máximo Kirchner no deja de caminar las calles de la ciudad que lo vio nacer, Río Gallegos, que tal vez pronto lo vean convertirse en candidato a intendente, iniciando el recorrido político que hiciera su padre”.

Es evidente que al periodista “le dieron letra”, pero estoy seguro que ni conoce Río Gallegos, jamás caminó y preguntó en esta ciudad qué opina la gente del hijo presidencial. No sabe Silvestre, que Máximo Jamás caminó (literalmente) la ciudad de Río Gallegos, ni siquiera como metáfora de su actividad política se puede tomar este párrafo, sencillamente porque el hijo de la presidenta, si es que tiene actividad, la cumple dentro de cuatro paredes, en la Inmobiliaria Sancho y cuando lo vemos en la calle es abordo de su auto.

Luego Silvestre agrega:

“…sus compañeros de La Cámpora, agrupación que lidera, lo ven en esa dirección, alentados por algunas encuestas recientes que mandaron a realizar y que le dan una proyección cercana al 20%, cuando se consulta “a quien votaría como intendente de Río Gallegos”, muy cerca del radical mejor posicionado en la ciudad”.

El error más imperdonable de un periodista es mentir y Silvestre comete un pecado capital en este sentido. Si bien reafirma dos cosas: que no conoce Santa Cruz y que le acercaron una partitura para que escriba y lea, el periodista debiera saber que todas las encuestas le dan por debajo del 8% y que si se realiza una encuesta con cámara abierta en la calle, ni siquiera llegaría a ese porcentaje.

Prosigue la prosa “victorhugoniana”:

“… últimamente le vienen aconsejando sobre distintas acciones que debería tomar, ante lo que ven como un intento de “demonizarlo, de presentarlo como un monstruo” relacionándolo a manejos turbios, o con conexiones de cuentas en el exterior. Por esto, estuvo a punto de querellar a quienes divulgaron cierta información, que desde su entorno dicen es más que falsa, pero evitó hacerlo “para que no digan que buscó censurarlos”.

Sin escalar a la categoría de “monstruo”, una exageración dialéctica del guionista de Silvestre, a nosotros nos basta con reconocerlo dentro de la categoría de “vago”, es decir, alguien que no estudia ni trabaja y vive a expensas de sus padres. Lo de manejos turbios, es casi una autoconfesión, porque no olvidemos que Máximo “administra” los hoteles que son de su propiedad, la hermana y la madre; por lo tanto, si estos hoteles están inmersos en acciones de lavado de dinero, con el alquiler por varios años de habitaciones vacías, significa que hay cosas bien turbias a su alrededor y cuentas en el exterior, no se me había ocurrido, pero es posible que las haya. Respecto de “querellar” a quienes lo critican, muchos esperan precisamente, que Máximo dé ese paso: más inteligente que el propio Silvestre, el primogénito, se abstiene de recurrir a esa instancia.

Silvestre apunta:

“Están obsesionados con él algunos medios capitalinos y algunos dirigentes, lo buscan esmerilar antes de ser candidato. Antes lo presentaban como el gordito de la play station, el pibe de los mandados, y después del discurso de Argentinos Juniors se les cayó ese discursito y ahora lo quieren transformar en algo malo, negativo o corrupto. Van en esa dirección”, sostiene uno de los dirigentes que más horas pasa con él. Quien agrega: “La secuencia es clara, han tratado de ensuciar por todos los medios la figura de Néstor, ahora que murió y no pudieron; fueron por Cristina, por la Yegua inmunda como decían los caceroleros y tampoco pudieron; y ahora se la agarran con Máximo, y no te sorprendas si es llevado por algunos caceroleros como consigna” agrega el dirigente.

Silvestre pretende que creamos que el “discursito” de Máximo sirvió para que lo apuntara la prensa crítica quien no encontró sustento diciendo que era el gordito de la play station o el pibe de los mandados. El “discursito” no lo condenó a Máximo, lo condena su presente “inactivo” y el pasado de sus padres, envueltos en los más escandalosos hechos de corrupción que revelará la historia, seguramente.

No vale la pena

Silvestre, más adelante, sigue empalagando su discurso, exaltando las condiciones políticas del hijo presidencial, sin que le podamos creer nada. Todo lo que le mandaron a escribir al ex “A dos voces” difiere tanto de la realidad que conocemos en Río Gallegos, que parece hablar de otra persona. Más adelante, hace eje en las acusaciones públicas de Mariana Zuvic sobre Máximo, como responsable de un supuesto atentado que sufriera un local comercial de su esposo en Puerto Madryn y allí si, con este hechos ciertamente desacertado de la representante del ARI en la provincia, juega a imponer a Máximo como un Redentor, cuando desde aquí le podemos asegurar a Gustavo Silvestre, que está hablando de un vago y no de un estadista. Como no vale la pena seguir analizando un discurso de tan baja intensidad en su contenido, dejaremos que Silvestre, quien ha ingresado al stand de los periodistas “victorhuguizados”, disfrute de los beneficios aportados por su nuevo trabajo; simplemente debe tener en cuenta, Silvestre, que de esto, un periodista, difícilmente vuelva y un periodista sin credibilidad o con fama de propagandista político partidario, es poco probable que pueda seguir ejerciendo esta profesión genuinamente, si en el camino dejó la ética, la libertad de pensamiento y se dedicó a mentir para encubrir a politiqueros de turno. (Agencia OPI Santa Cruz)