25/03 – 09:30 – El accidente de un Airbus 320 de Germanwings en los Alpes franceses dejó ayer a Europa en un fuerte estado de conmoción tanto por la muerte de los 150 ocupantes de la nave, entre ellos, una joven pareja argentina de Pacheco, como por las numerosas especulaciones sobre las causas de una inusual caída en picada que duró ocho minutos.
Por: Luisa Corradini
La tragedia del avión de Germanwings, que había partido a las 10:01 (hora local) de Barcelona rumbo a Düsseldorf, es la peor catástrofe aérea ocurrida en Francia desde 1974 y la primera de una aerolínea low cost.
Entre los 144 pasajeros y 6 tripulantes había un matrimonio argentino, Sebastián Greco y Gabriela Luján Maumus, ambos de 28 años. Estaban en un viaje de turismo. Gabriela era bajista de una banda de rock que el domingo próximo iba a dar un recital en la Usina del Arte, en La Boca.
También había dos bebes y 16 estudiantes de un colegio alemán. En total son 67 alemanes, 47 personas de apellido español, dos australianos, un norteamericano, dos colombianos, un belga y varias personas de nacionalidad turca.
La lista definitiva será anunciada por la compañía, que pertenece a la aerolínea Lufthansa, después de que logre ponerse en contacto con las familias de las víctimas.
El avión se estrelló contra las montañas a 1800 metros de altura y a una velocidad de 700 kilómetros por hora tras un vertiginoso descenso en línea recta, en el cual pasó de 12.000 a 2000 metros en ocho minutos. Durante ese lapso, ninguna torre de control recibió pedido de ayuda. Los restos pulverizados del aparato quedaron diseminados en un área de 8 a 10 hectáreas.
“El vestigio más grande del avión tiene el tamaño de un auto pequeño”, dijo un diputado que sobrevoló el escenario de la tragedia, un desfiladero abrupto y de acceso casi imposible
Las autoridades francesas inmediatamente pidieron la colaboración de España, Alemania y de otros países para que tomen muestras de ADN de los familiares de los ocupantes. Ese detalle indica que el estado de los cadáveres obligará a realizar la identificación únicamente por medios científicos.
La concentración de restos en la zona de la tragedia descarta, en principio, la posibilidad de una explosión en pleno vuelo. Aunque los investigadores privilegian la idea de un accidente, el primer ministro, Manuel Valls, afirmó: “No se puede descartar ninguna hipótesis”.
El rey Felipe de España y la reina Letizia, que ayer debían iniciar una visita oficial a Francia, conocieron la información instantes antes de ingresar en el Palacio del Elíseo. Inmediatamente decidieron suspender la visita y regresaron a España.
Allí los esperaban escenas de desolación, en especial en Barcelona, desde donde había partido el vuelo (ver página 4). Esas mismas imágenes se repetían en Alemania y en dos hogares de Pacheco, en la provincia de Buenos Aires, de donde eran oriundos Greco y Maumus.
Después de expresar sus condolencias a los países más afectados por la tragedia, Hollande anunció que se trasladará hoy por la tarde al sur del país para recibir a la canciller alemana, Angela Merkel, y al presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, que viajarán al lugar de la tragedia.
El ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve, confirmó que se había encontrado una de las dos cajas negras, que fue enviada inmediatamente a París para ser examinada por la Oficina de Investigaciones y Análisis (BEA por sus siglas francesas). La BEA prevé organizar hoy una reunión de prensa para dar a conocer sus conclusiones preliminares.
Pero conocer las causas exactas del accidente demorará varias semanas, estimó el experto alemán en cuestiones aeronáuticas Thomas Saquer.
A fin de permitir un rápido desarrollo de la investigación, las autoridades descendieron desde helicópteros a gendarmes de alta montaña. Otro grupo, que pasó la noche en el lugar, recibió la misión de “congelar” el escenario de la tragedia, según la terminología técnica.
El objetivo de “congelar” el escenario consiste en impedir que se alteren las evidencias del accidente o pueda haber actos de pillaje, hipótesis poco verosímil teniendo en cuenta el relieve escarpado de la montaña. La única forma de llegar a la zona de la catástrofe es recorrer 25 kilómetros a pie por la montaña.
También se prohibió el sobrevuelo de la zona. La medida está destinada, en particular, a neutralizar la acción de helicópteros de prensa que habían comenzado a saturar el espacio aéreo con el riesgo de provocar “sobreaccidentes”, explicó el coronel de Gendarmería, Jean-Marc Menichini.
En total, Francia movilizó 6000 hombres, diez helicópteros Puma e incluso ordenó patrullas permanentes de Mirage. Nunca en la historia francesa un accidente aéreo movilizó tantos medios técnicos y humanos.
Esos esfuerzos se explican por la enorme cantidad de interrogantes que se abrieron después de conocerse los primeros detalles del accidente.
Los especialistas descartaron en principio una falla técnica, ya que el avión -si bien había entrado en operaciones hacía 24 años- fue sometido a una revisión integral a mediados de 2013 y pasó un nuevo examen 24 horas antes del accidente, según Thomas Winkelman, responsable de la compañía aérea.
Sin embargo, ayer, después del accidente, Germanwings tuvo que suspender decenas de viajes ante la negativa de sus pilotos a volar porque, según aducían, el avión había tenido problemas técnicos anteayer.
El piloto del Airbus accidentado, por su parte, tenía unas 6000 horas de vuelo acumuladas en “más de diez años de experiencia”. Los expertos creen que hay que buscar la explicación en otra parte. El aspecto más intrigante, según los primeros indicios, es la “trayectoria anormal” que siguió el aparato antes de estrellarse.
Cinco minutos después de haber alcanzado altura de crucero de 38.000 pies, el aparato comenzó a descender, precisó la Dirección General de la Aviación Civil (DGAC). El descenso, al ritmo de 1000 metros cada 60 segundos, duró ocho minutos. Durante ese lapso, el piloto no lanzó ningún mensaje vocal ni electrónico de emergencia. Todas las comunicaciones parecían haber quedado totalmente interrumpidas. Los controladores aéreos y las torres de control de la región podían seguir paso a paso la progresión del avión mediante las señales transmitidas por el transponder. (La Nación)