27/03 – 09:20 – Andreas Lubitz, el copiloto alemán del Airbus A320 que se estrelló el martes en los Alpes franceses, provocó deliberadamente el choque del aparato contra una montaña, después de haberse encerrado en la cabina de mando aprovechando la ausencia del comandante. Tenía 27 años y su inexplicable decisión causó su muerte y la de otras 149 personas.
Por: Luisa Corradini
“Inmediatamente después de que el piloto salió de la cabina, el copiloto cerró la puerta y accionó el botón que comanda la pérdida de altitud por una razón que ignoramos, pero que puede analizarse como una voluntad de destruir el avión”, afirmó ayer Brice Robin, fiscal de Marsella. Así, confirmó las versiones difundidas horas antes por varios medios de comunicación.
La caja negra que registra los sonidos en cabina (CVR), encontrada el martes entre los restos del aparato de la compañía Germanwings, reveló esos escalofriantes detalles cuando los expertos descifraron el fichero digital que contenía los últimos 30 minutos del vuelo.
Ayer, los especialistas franceses y alemanes reorientaron sus investigaciones para centrarlas en la historia personal y familiar de ese hombre que quiso ser piloto desde la adolescencia, que todavía vivía con sus padres y que es definido por sus allegados como “un tipo normal”, silencioso, pero encantador.
“Tras 20 minutos de un vuelo normal, durante los cuales ambos hombres mantuvieron un diálogo amistoso e incluso simpático, el comandante anunció al copiloto que le confiaba los comandos para ausentarse un momento”, relató Robin.
“En ese momento, se escucha al joven copiloto manipular los botones del sistema de monitoreo de vuelo para activar el descenso del aparato”, prosiguió. Para Brice Robin, “la acción sobre el selector de altitud sólo pudo ser voluntaria”.
Durante los ocho minutos que duró ese descenso, la grabación permite escuchar la respiración del copiloto, “audible y normal, lo que significa que estaba vivo hasta el momento del impacto”, precisó.
En esos inimaginables ocho minutos, se oye al comandante golpear numerosas veces para poder entrar en la cabina, bloqueada por una puerta blindada que, en los Airbus A320, se traba automáticamente, según lo establecen las normas de seguridad internacionales, establecidas después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
Todos los llamados del comandante quedaron sin respuesta. Lubitz tampoco respondió a las múltiples comunicaciones que lanzaron las torres de control e incluso los aviones que volaban en la misma zona y no reaccionó a las alarmas que le anunciaban la inminencia de la tragedia.
El impacto contra la montaña se produjo 47 minutos y 20 segundos después del despegue, a 1700 metros de altitud y a una velocidad de 700 km/h, entre los golpes desesperados del comandante que trataba de derribar la puerta y los gritos de los pasajeros que se dieron cuenta a último momento de lo que sucedía.
“La muerte fue instantánea”, afirmó Robin. El Airbus A320 quedó pulverizado y sus restos, esparcidos como papel picado en esa ladera del macizo de los Trois-Évêchés. ¿Suicidio? ¿Atentado? ¿Colapso?
“Cuando se tiene la responsabilidad de 149 personas no se puede hablar de suicidio”, afirmó Robin. La hipótesis parece ser, sin embargo, la más plausible para los expertos tanto en psiquiatría como en aviación. Sobre todo porque, según las autoridades francesas y alemanas, “ningún elemento milita a favor de un atentado terrorista”.
El nombre de Lubitz, así como el de todos los pasajeros alemanes, había sido cotejado con las listas de sospechosos de actividades terroristas por los servicios de inteligencia alemanes apenas se produjo el accidente, sin dar resultados. Anoche, la policía alemana hizo allanamientos tanto en su domicilio de paso de Düsseldorf como en el de sus padres en la ciudad de Montabaur, en el estado regional de Renania Palatinado.
Visiblemente afectado, el presidente de Lufthansa, Carsten Spohr, afirmó ayer que la empresa carecía de indicios sobre una supuesta fragilidad psicológica de su copiloto. Spohr señaló, no obstante, un paréntesis de varios meses durante los cuales Lubitz abandonó sus cursos de capacitación en la empresa.
Señalando la excelencia y la capacidad de los pilotos de Lufthansa, su presidente se declaró “anonadado” por los hechos y afirmó que la empresa ya dispuso una ayuda financiera a todas las familias de las víctimas fatales. “Todos quedarán a cubierto de sus necesidades. Lufthansa asumirá su responsabilidad”, aseguró.
La canciller Angela Merkel recordó a los 72 alemanes que perdieron la vida y se declaró “aterrada” por las revelaciones de la caja negra. “Se trata de una tragedia de dimensión totalmente inconcebible. Estamos ante un crimen”, declaró Merkel. Lo mismo afirmó el presidente Mariano Rajoy en España, país que perdió 50 de sus ciudadanos.
En el sitio de la tragedia, cerca del pueblo alpino de Seyne-les-Alpes, las operaciones de búsqueda recomenzaron ayer a las 7 con objeto de recuperar los cuerpos y localizar la segunda caja negra del A320.
Primer paso en el camino del duelo, las familias de las víctimas llegaron por la tarde a esa región y fueron divididas en dos grupos: los deudos de la tripulación se dirigieron a Seyne-les-Alpes, los familiares de los pasajeros fueron a Vernet, a pocos kilómetros de allí. Acompañados por autoridades consulares de sus países respectivos y unos 35 psicólogos, las 300 personas se dirigieron luego a una capilla ardiente.
Ironías de la vida, mientras los familiares de Lubitz viajaban con destino al sitio de la tragedia, las autoridades francesas revelaban en Marsella el increíble papel jugado por su hijo. Anoche se ignoraba si, una vez informados de la verdad, seguían en Francia o iban de regreso a Alemania. En todo caso, fueron otros miembros de la familia quienes abrieron la puerta de su domicilio de Dusseldorf a la policía. (La Nación)