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La pista de Miami: nadie vio a Stiuso donde el Gobierno pide buscarlo

Interpol libró una circular azul para ubicar a Stiuso
13/10 – 10:20 – Restaurantes con encargados argentinos, edificios, hoteles y hasta una disco que cerró hace años integran la lista que Interpol Argentina envió a EE.UU. para ubicar al ex espía.

Por: Silvia Pisani
La misteriosa saga que montó el Gobierno con el pedido de ubicación del ex espía Antonio “Jaime” Stiuso y la denuncia de una supuesta protección de Estados Unidos acaba de sumar un nuevo y extraño capítulo.

Ocurre que las pistas que oficialmente se aportaron a la oficina de Interpol en Washington para establecer el paradero del ex agente que desvela a la presidenta Cristina Kirchner no parecen conducir muy lejos. O, por lo menos, no mucho más allá de un conjunto de direcciones fallidas, locales cerrados y firmas que dejaron de operar.

En otros casos, los datos desembocan en personas a cargo de restaurantes, parrillas, edificios de alquiler, hoteles y cafeterías de la zona turística de esta ciudad quienes, cuando se les pregunta por el agente, reaccionan con una misma expresión de perplejidad. Un genuino y coincidente asombro al que, después de discurrir por una variación de afirmaciones como “perdón, ¿a quién dijo que busca?”, suele seguir un “y ese señor ¿quién es?”.

Resulta claro que aquí no mucha gente sabe quién es Stiuso. Las respuestas avanzan luego a un “sí, del caso Nisman sí que estoy al tanto”, y en algunas ocasiones, cuando el interlocutor termina de comprender la historia y que el local a su cargo figura en un listado de Interpol Argentina como supuesta pista para encontrar a un ex espía buscado por la Presidenta, concluyen con manifestaciones de asombro. Entre ellas, un incrédulo “es broma, ¿no?”.

La última semana de septiembre, el Gobierno instaló un caso internacional con el ex espía.

Tal como informó LA NACION, en la última semana de septiembre el Gobierno instaló un caso internacional con el ex espía mediante un llamado global a dar con su paradero. Su más reciente movimiento en esa línea fue el “aporte” a la sede de Interpol en Washington de un listado de “direcciones de interés y empresas” en esta ciudad de Florida que “de algún modo -ataja el escrito- se relacionan” con el ex agente y “podrían facilitar -vuelve a atajarse- su localización”.

El “aporte” de esos datos fue público. Lo difundió la agencia oficial Télam, pero su contenido se mantuvo en reserva. LA NACION obtuvo una copia de fuentes propias en Buenos Aires: se trata de un escrito con un listado de 17 puntos que, salvo por el caso de algunas oficinas y por la ausencia de locales de shopping, podría conformar el recorrido básico de un turista argentino en esta ciudad, patria de los anteojos oscuros.

Ningún sitio que otros miles de argentinos no hayan frecuentado antes. ¿Qué tendrían de particular esos sitios y esas personas de vida tan abierta en un caso tan opaco? ¿Por qué podrían “aportar” algo?

Lo que sigue, pues, es una crónica del recorrido por las pistas “para dar con Stiuso” en Miami y de las situaciones a las que ese camino dio paso.

La primera escala fue Lincoln Road, el corazón de Miami Beach. Allí, entre bares y cafeterías con mesas en la calle, donde es imposible no escuchar la cadencia familiar y el recurrente “¿puedo pagar con tarjeta?” de los miles que aprovechan la financiación extra del “dólar turístico”, Interpol de la Argentina aportó la “pista” de cuatro restaurantes. Todos en la misma cuadra.

El primero, Argentina Grill, donde una familia cordobesa atacaba milanesas. Eran los únicos. Su encargada, Elena, una húngara de lo más atenta, no tenía ni la menor idea de qué se trataba el asunto. “Nadie vino aquí a preguntar nada”, aseguró. La misma respuesta darían, luego, en otros locales. Pero faltaba para saberlo.

Dirección aproximada

El siguiente fue Maximiliano Ledesma, un argentino a cargo de Groovies Pizza, otro de los “sitios de interés” aportados a la Interpol. La dirección, como pasaría con muchas otras, estaba errada o tenía la eficiencia de Google Maps: quedaba en la zona, pero no exactamente donde afirma el escrito oficial.

“Me estás mintiendo”, arrancó Ledesma, tras el mostrador de la pizzería, cuando leyó la copia del informe internacional donde el local a su cargo figura como pista.

Hubo que contarle quién era Stiuso. Cuando se enteró de que estaba vinculado con la aún no esclarecida muerte del fiscal Alberto Nisman, su expresión fue de genuino asombro. “Se me está poniendo la piel de gallina con todo esto”, confesó.

Lo otro que quedó claro es que la parada no llevaba muy lejos. Por allí Stiuso no pasó, ni lo recuerda ni podría saberlo tampoco. Pasan muchos clientes por día. Nadie, tampoco, fue a preguntar nada.

Solícito, ofreció ayuda. Allí apareció, entonces, Florencia, otra argentina que trabaja en la perfumería de la esquina. Vio el listado y juntos aportaron algunas correcciones a la información policial.

“Acá no vayas. Ya cerraron”, dijeron, por caso, respecto de la pista número seis, la llamada The Mansion Disco, una discoteca sobre la avenida Washington. “Qué raro que ellos no lo supieran. Cerró hace bastante”, dijeron. LA NACION luego constató el dato: efectivamente, The Mansion ya no funciona. Y lo mismo pasaría con otras de las pistas. Pero faltaban kilómetros para saberlo.

No por cruzar de vereda cambió la suerte. “Acá, el único lazo con la Argentina soy yo”, dijo Paola Figueroa, la atenta encargada del restaurante alemán Hofbrau Munchen, donde se repitió la secuencia.

Sí sabía del caso Nisman, no de Stiuso, ni del afán de la Presidenta por encontrarlo, ni de que nadie hubiera preguntado por él, ni que tuviera “algo que ver” con el lugar. “¿Y por qué lo buscan? ¿Lo acusan de algo en concreto?”, preguntó, intrigada.

A pocos metros de allí, en el elegante The Meat Market, Sebastian, su manager francés -tan cortés como para ponerse saco sobre la impecable camisa antes de recibir a LA NACION- repite la cadencia: “No, no sé, no vinieron, no lo conozco, no sé de qué se trata. Acá viene mucha gente”.

Junto con eso, lo otro que quedó en claro es lo ecléctico del supuesto perfil de Stiuso. De acuerdo con la información policial, es dado tanto a las hamburguesas de 12 dólares de Groovies como a los bifes de 95 dólares de The Meat Market. O de sus ostras.

Puestos a hacer preguntas, lo otro que llamó la atención es por qué el listado no incluyó al quinto local gastronómico de la cuadra: la cafetería de Books & Books, que, de paso, se parece -y mucho- a un bar porteño. Por qué una persona frecuentaría cuatro locales e ignoraría al quinto. Por las dudas, preguntamos.

“Cómo puede ser”

No, tampoco lo conocían. Pero sí unos argentinos que tomaban café y que casi se caen de espanto cuando supieron por qué estábamos allí. “Pero ¿cómo puede ser que busquen a un espía por los diarios?”, dijeron, y eso fue el comienzo de una charla sobre “lo que pasa en la Argentina”; charla-debate que todavía seguía cuando LA NACION partió.

Las pistas siguientes llevaron a la larga franja de playa y edificios costeros que, luego de pasar el tradicional Fontainebleu Hotel, sigue hacia el Norte, hacia la zona de Sunny Isles.

A esta altura, ya poco sorprende que el resultado de la pesquisa fuera negativo. Lo que sí llama la atención es la imprecisión de las direcciones. Por caso, 5551 de Collins, “unidad Pent House E”, no existe. Sí, en cambio, esa misma unidad en Collins 5555. Pero nada tiene que ver con Stiuso. “Están los Gelber y los Austin”, dijo una encargada, por cierto, compatriota.

Otro tanto ocurrió en el suntuoso complejo hotelero Carillon, en Collins al 6800, cuya explanada estaba ocupada, en ese momento, por dos Ferrari, una roja y otra blanca. Pregunten en las “unidades 1203, 1501 y 1506”, decía el listado policial.

“Sí, pero ¿de qué torre?”, requirió la amable manager, Yesica Panchame, cuando LA NACION le trasladó la cuestión. “Hay tres torres: norte, sur y centro. ¿De cuál habla usted?”, preguntó, sonriendo entre las orquídeas que decoraban su escritorio. Eso multiplicó las consultas que, de todos modos, resultaron inconducentes.

El retorno al centro fue más lento. La policía cortó el tránsito por un accidente de tráfico. “¡Tremenda trancadera!”, comentó un cubano en el auto de al lado. “Siempre es lo mismo por aquí”, añadió. El atasco se hizo tan largo que dio tiempo para pensar: con esa recurrencia, el barrio sería un curioso destino para alguien que, de pronto, pudiera necesitar moverse rápido.

Para hacer ya una larga historia corta, igual o similar suerte hubo en el resto de las pistas. “No, mire, en ese departamento vive desde hace más de dos años Yessica Barrios, una portorriqueña. Y la persona por la que usted me pregunta no me suena para nada”, dijo Carlos Castelló, encargado en el complejo Wind, en la zona del Downtown, otra de las sugerencias.

“Estoy aquí desde que se abrió el edificio, de modo que si alguien así hubiese pasado por aquí, yo tendría que saberlo”, aseguró Castelló, con caribeña cortesía.

Sin suerte

En la suntuosa zona de Brickell, una de las más cotizadas en el boom inmobiliario que experimenta Miami, la suerte no varía. El estudio de abogados al que se refiere el informe en un piso octavo del 1350 ya no funciona. Pero, contactado por LA NACION, uno de sus ex integrantes asegura no tener la menor idea del asunto.

“El apellido no me suena”, dijo. Pero quedó de lo más intrigado luego de escuchar la historia sobre quién se trataba. “Y la investigación del caso del fiscal ¿como va?”, preguntó, de paso. “No estoy muy al tanto de las noticias de la Argentina, pero esa muerte fue terrible. ¿Aún no se sabe nada?”, añadió.

Algo similar se cosechó en otra de las pistas, la elegante torre de residencias de Brickell al 1050-1060. Pero eso sí está rodeado de “argentinidad”. Enfrente nomás se ven las banderas del consulado argentino; abajo, el local de la peluquería Giordano, y atrás, el flamante local de la heladería Freddo, con los carteles que prometen helados de granizado de dulce de leche.

El paso siguiente llevó a la zona histórica, muy cerca del primer local de Macy’s que hubo en Miami. Otro barrio, pero la misma melodía. “Ese piso, el tercero, lleva cuatro años vacío”, aportó luego Rubén, el ecuatoriano que custodia el acceso al edificio histórico Huntington, un complejo de oficinas en el centro de la ciudad y otra de las paradas del informe.

Similar desenlace deparó otra de las unidades del mismo edificio sugeridas por el informe. “Eso corresponde al local del restaurante de la esquina”, precisó don Rubén, quien, tal vez con ánimo de ser servicial, y a la hora de desempolvar argentinos, sí recordó que “años atrás por acá supo pasar Palito Ortega”.

Con lo del restaurante, otra pista fallida, apuntó a Embarcadero 41, local peruano de cocina fusión que fue, al final del día, el mejor hallazgo de la larga peripecia tras los supuestos pasos de Stiuso.

El paradero del ex agente y, en todo caso, ahora también el porqué de este listado de pistas que no llevan muy lejos siguen siendo un misterio de esos que todavía se escapan. (La Nación)

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