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Edward Snowden: “No hay ejemplos de que el voto electrónico pueda hacerse con seguridad”

Edward Snowden: "No hay ejemplos de que el voto electrónico pueda hacerse con seguridad"
15/11 – 10:00 – Entrevista al ex agente de inteligencia de EE.UU.

Por: Hugo Alconada Mon
Ex experto en seguridad informática de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), Edward Snowden permanece asilado en Rusia desde 2013. Estados Unidos quiere juzgarlo por revelar sus prácticas ilegales de espionaje y seguimiento de millones de personas en todo el mundo. Desde jefes de Estado hasta supuestos terroristas, y desde simples ciudadanos hasta periodistas incómodos para el poder.

Sin mayores esperanzas de que el presidente Barack Obama firme un indulto antes de marcharse de la Casa Blanca, dentro de dos meses (el 20 de enero dejará su puesto luego de ocho años de mandato), Snowden ahora colabora desde la capital rusa con organizaciones de la sociedad civil que intentan detener los abusos cometidos en nombre de la “seguridad nacional” o la posible manipulación de los sistemas informáticos. Entre otros, los desarrollados para promover algunas reformas electorales.

“Muchos pueden decir que la votación electrónica puede hacerse con seguridad, y nos gustaría creerlo. Pero desafortunadamente por ahora no hay ejemplos consistentes que demuestren que es así”, insistió Snowden ayer, durante la charla abierta al público que organizó la Iniciativa Ciudadana para el Control del Sistema de Inteligencia (Iccsi), un foro integrado por el CELS, ADC, la Fundación Vía Libre, Ilsed y la UMET en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

“Acabamos de tener una elección general en los Estados Unidos, que es una sociedad rica, con una economía enorme y podemos destinar muchos más recursos [a una campaña] que otros países más chicos. Pero a pesar de eso, la semana previa a la elección se publicaron informes de expertos que desarrollaron ataques contra las máquinas de votación y demostraron que podían cambiar los registros de votos, tanto el electrónico como el impreso que salía de las máquinas”, remarcó el experto.

Ante preguntas de LA NACION y del público, Snowden cargó además contra el secretismo que rodea al área de inteligencia y que crece “como un cáncer”, dijo, bajo la protección interesada de los gobiernos de turno.

“Siempre que se revelan operaciones de inteligencia se lanzan afirmaciones sobre el gran daño que causan. Pero nunca vemos evidencia que así lo demuestre. Quizás el punto de inicio de esta conversación sería que los servicios de inteligencia de la Argentina, por ejemplo, provean un listado público del daño que ocurrió como resultado de revelaciones previas”, desafió.

Snowden también dio indicios de conocer al menos algunos cuestionamientos que rodearon durante las últimas décadas a la ex Secretaría de Inteligencia (ex SIDE), rebautizada en diciembre de 2013 Agencia Federal de Inteligencia (AFI).

“¿Queremos darles más poder a instituciones con antecedentes problemáticos? Porque podés rebautizar una agencia de inteligencia cada año durante los próximos 20 años, pero eso no hará que sus prácticas sean diferentes -destacó-. La única cosa que lo hará es hacerla responsable ante la ley. Y la única forma de asegurarse de eso no es simplemente cambiar el nombre de la agencia y volver a contratar a ex agentes que fueron echados porque quebraron la ley y violaron la confianza social, sino llevarlos a juicio y, sea que sean condenados o no, al menos hacerlos responder ante un jurado de ciudadanos por su mal comportamiento.”

-¿Por qué es tan relevante controlar el área de inteligencia?

-En estos momentos afrontamos una campaña de persuasión. Sentimos que estamos en peligro por el terrorismo. Esto ocurre en la Argentina, en Estados Unidos, en todos lados. Pero a menudo, cuando en el área de inteligencia hablamos del “interés público”, en realidad hablamos de un “interés político” orientado a proteger el statu quo, la estabilidad de un gobierno o de un sistema por fuera del control ciudadano, en la oscuridad. Eso necesariamente lleva a abusos. ¿Un ejemplo? Martin Luther King fue definido como desestabilizador del orden establecido, puesto bajo vigilancia secreta y presionado para que se suicidara apenas dos días después de su más famoso discurso, “Tengo un sueño”, que convocaba a la igualdad y la justicia social.

-¿Dónde traza usted la línea entre la seguridad nacional y el derecho a la privacidad de los ciudadanos?

-No veo que sean intereses en conflicto a menudo, pero ahora la gente parece aceptar que el terrorismo es una cuestión militar. Estamos operando bajo una creencia no cuestionada: la idea de que el terrorismo hoy representa una amenaza única e histórica, aunque el terrorismo se cobra hoy menos vidas en Europa que en la década del 70. ¿Por qué entonces lo tratamos distinto hoy? No hay evidencia de que sea más conveniente, en vez de encararlo como un asunto policial, como lo hicimos antes y, debo decir, de manera efectiva. Eso nos lleva a trazar esa línea sobre la que usted pregunta, con el involucramiento del Poder Judicial, que debe analizar caso por caso, y de la sociedad.

-Siendo algo ingenuo, ¿cómo puede un gobierno, sea el argentino, estadounidense o cualquier otro, recuperar la confianza pública tras los abusos cometidos por sus organismos de inteligencia?

-[Risas] Es una pregunta difícil, dados los desafíos que afrontamos. Vemos una regresión en las sociedades liberales en las que los gobiernos actúan y avanzan presumiendo que cuentan con un respaldo público que no es tal, aunque es cierto que las sociedades quieren confiar en sus gobiernos. Pero nunca deberíamos confiar en ellos sin pensar, sin verificar sus actividades. La confianza nunca puede regalarse. Debe ser ganada, gobernando de manera justa.

-Dado todo lo que afrontó desde 2013, ¿lo haría de nuevo?

-Sí, lo haría. Si tuviera una máquina del tiempo, lo haría de nuevo y probablemente lo expondría antes.

-¿Y ahora, con Trump presidente?

-Aún no sabemos mucho sobre él. Sólo tenemos sus declaraciones, que más de una vez contradicen la Constitución. Hay que ver sus acciones. (La Nación)

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