Banalización de la mentira

10:30 – (Por Rubén Lasagno) – Mentir es un hecho grave, es todo un síntoma de que algo no está bien adentro nuestro. Exhibe carencias, inseguridades, falsedad, culpabilidad y torpeza. Si a la mentira la naturalizamos, ponemos sobre todas las cosas un aura de sospecha o duda y la verdad no será tan verdad y la mentira, tal vez nos parezca más mentira y entonces, todo se desdibuja, se confunde y al final, todo da igual. En el caso que nos ocupa, da igual que una entrevistada mienta o no, porque de hecho estamos aceptándolo con nuestros silencios transformados en asentimientos imperceptibles de que no queremos ahondar en los motivos o nos han dejado sin palabras.

Decir la verdad, es lo que nos hace fuerte, honestos, probos, humildes y básicamente, buenas personas. Mentir, resume todo lo contrario pero le suma el descrédito que nos acarrea como ser humano, porque dejamos de ser confiable para el otro y rompemos el acuerdo tácito que se firma con tinta invisible entre dos personas o una persona y la sociedad, donde la reciprocidad, la sinceridad y la decencia, prevalecerá sobre todas nuestras acciones y finalmente la verdad triunfará, aún sobre las más dolorosas consecuencias que pueda acarrear su revelación. Por eso y no por otra cosa, es indispensable separar, identificar y repudiar las veces que sea necesario, la mentira; su contracara y el arma de los truchos.

La entrevista concedida por Cristina Fernández a Luis Novaresio en infobae, fue la banalización de la mentira. Una síntesis de falacias e inversión de argumentos para explicar por el absurdo, lo que no pudo ni podría explicar con la verdad.

Enfrente, se mostró cauto un periodista venal, con formación y fuertemente detractor del kirchnerismo, aunque trate siempre de remarcar su meridiana distancia en temas políticos. El caudal de información y poder de repreguntas que tiene Luis Novaresio, es muy superior a lo que demostró anoche donde se lo vio sobrepasado, por momentos con cierta impotencia y razgos de incredulidad por lo que oía.

No pude saber cuáles son los motivos, pero el peor pecado de un periodista es sucumbir a las mentiras de su entrevistado y no molestarlos lo suficiente para sacarlo del molde y ponerlo en el lugar incómodo de tener que mostrar su desnudez argumentativa en temas trillados, de conocimiento general y con abundante información suplementaria como (en este caso) para discutir con la ex presidenta, toda una noche.

La entrevistada aplastó al periodista, lo sumió, lo ahogó en su propia sangre; lo hizo atragantar con miles de dudas que le planteó enfáticamente, como cualquier buen mentiroso hacer para reafirmar por el sonido firme de la voz, la palabra estridente y las sílabas repetitivas, al que no puede convencer con su entereza y la palabra simple. Luis Novaresio, a pesar de los grandes esfuerzos que hacía por sobreponerse al deseo de perder la chaveta, se frustró y no es para menos.

Cristina Fernández lució como lo que es: una gran mentirosa, una fabuladora, una mujer de convicciones recortadas, que luce sin la mínima autocrítica, autoritaria, falaz, impostada, quien construye su acting a medida del consumidor y utiliza su inteligencia para manipular en vez de construir.

El principio goebeliano de “miente miente que algo quedará” tiene una vigencia letal a la hora de medir el nivel cualitativo de lo dicho por la ex presidenta ante el colega en infobae. La estrategia de CFK fue aplicar su particular principio metafísico de la honestidad intelectual y moral basado en axioma: “como no puedo responder nada, porque con cualquier cosa que diga me hundo hasta la nuca, explico todo usando la proporcionalidad absurda de la mentira en un sentido inverso al de la realidad que consta en mis causas”. Así lo hizo y así le fue.

Si algún asesor de la ex presidenta la condujo a realizar esta parodia, pensando en remar votos en octubre, finalmente la estrelló contra una pared. Ayer mismo lo decíamos en una nota en la cual descreíamos que fuera a dar este paso. Tan desesperada está la candidata que decidió inmolarse ante las cámaras, confiando que alguien podrá creer todas las mentiras dichas en una entrevista donde aparecían dos personas caminando literalmente en dos niveles, dos callejones, dos vías paralelas: en una, iban las preguntas del periodista con deseos de saber y por la otra, las respuestas inconexas con esas preguntas, huecas de verdades, llenas de mentiras y una postura que en lo personal me da vergüenza ajena y un poco de asquito, como para verla de nuevo, aunque sea en tramos y no por nada solo persiste en Infobae, donde Daniel Hadad, principal víctima de Cristina Fernández, demostró ser ahora, víctima del síndrome de Estocolmo.

Un fiasco previsible con un resultado esperable. La candidata no pudo contestar coherentemente ni una sola pregunta. No fue una entrevista, fue un acting. Por la calidad (baja) de la entrevistada, es una pieza sin ningún valor periodístico. El único que salva la nota es Novaresio que le pone ganas, intenta ir por más y frustrado, se resigna a escuchar incrédulo lo que fue el resumen de 12 años de delirio, malversación de la verdad (además de los fondos públicos) y la construcción de una realidad generada por unos pocos para joder a toda la sociedad. El resumen de todo eso, fue lo dicho por la candidata ayer. Una radiografía de lo que no puede volver a vivir la Argentina, si queremos ser un país en serio y hay que tenerlo muy presente en octubre. (Agencia OPI Santa Cruz)