12:15 – (Por Rubén Lasagno) – Los presos bien presos están, diría mi tía, alegando al cardumen kirchnerista que desde hace un tiempo cruzó los pesados portones de las cárceles federales y permanecen aislados de sus familias, de las riquezas ilícitas que lograron conseguir en una década de explotación republicana, de la buena vida, los lujosos countrys que conocieron en la década afanada, los autos de lujos, los viajes pagos a cualquier lugar del mundo, etc.
Sin embargo, muchos de los que están presos tienen un límite y a esa marca van llegando. Tal es el caso de Víctor Manzanares, hombre útil si lo hay, que supo jugar su matrícula en pos del objetivo de enriquecer a sus patrones, uno fallecido, sin duda, pero cuya viuda y la prole, le han dado la espalda en la patriada. Claro, los culpables del latrocinio creen que el contador no puede quejarse, porque la pasó bien mientras duró y deja a su familia acomodada, después de haber acopiado una buena riqueza, producto de la obligación asumida: conformar sociedades truchas, avalar firmas truchas, conformar Actas truchas, crear sociedades paralelas, manejar fondos en negro, dibujar balances, acomodar contabilidades y generar todo tipo de delitos, que al estar directamente vinculados con su profesión, hoy no solo le cuesta su libertad, sino la suspensión de su matrícula por parte del Colegio de Contadores, su inhabilitación para ejercer su profesión y el embargo de todos sus bienes, los mismos que cosechó a raíz de su dedicada vocación K.
Sin duda este contador que jugó en las grandes ligas, hoy ve mermada su movilidad en el sucucho de 2 X 3 y no deja de asombrarlo que los principales responsables de la dolce vita de la década de oro, sigan libres, por el momento, a salvo gracias a sus fueros políticos y tratando de resguardarse de los coletazos de sus propios delitos.
Por tal motivo Víctor Manzanares decidió reconocer lo que hizo y con ello, llevarse puesto el discurso de Cristina Fernández, las excusas idiotas de Máximo y dejó a los abogados defensores de la ex presidenta, con el agua hasta el cuelo, al desbaratar todos y cada uno de sus argumentos, sobre la “persecución política” que sufren de parte del macrismo y los inventos que hace la justicia para inculparlos, después de haberse sacrificado por la patria.
Don Víctor dixit
Víctor “Polo” Manzanares contraatacó, pidió ampliar su indagatoria y contó todo, o al menos una parte muy sustanciosa del relato. Es posible que desde las sombras de las rejas, intente llevar un mensaje aleccionador a la señora: “yo la estoy pasando muy mal por tu culpa y vos y tus hijos la están pasando muy bien por la mía. Compartamos el destino; yo no puedo salir pero Uds pueden entrar”, parece decir Manzanares con la decisión de blanquearle al juez, su verdadero trabajo para los Kirchner.
Sin bozal ni fronteras, el “polo” afinó la guitarra y sacó los primeros acordes; acomodó la voz y comenzó a cantar en su tono más afinado. Empezó por la dolorosa sociedad que ayudó a conformar en los papeles y reconoció que fue solo para blanquear dinero: Hotesur SA.
Vomitó verdades de Perogrullo, pero con otra significación en la boca de quien fue el ejecutor de los papeles, al reconocer que el Alto Calafate, controlado por la sociedad comercial Hotesur S.A, funcionó de modo irregular durante años y que sus dueños le “cedieron” el uso comercial del inmueble a Báez, que les pagó un precio muy alto por ese “negocio” aunque fueron los Kirchner lo que lo utilizaron y movieron los papeles y hasta tenían influencia en el hotel como si Lázaro fuera más un “inquilino fantasma” que un “locador” verdadero, describe Nicolás Wiñasky en una larga nota en Clarín, sobre el contador-sapo.
Manzanares admitió que él mismo cometió acciones irregulares en la documentación del hotel y de modo sorprendente, terminó su presentación pidiéndole al juez que para esclarecer el caso se hicieran auditorías a las cuentas bancarias de todos los Kirchner; de la firma Hotesur, que manejaba el Alto Calafate; que se investigara también el rol que tuvo en esta trama el Banco Central durante la era K, “en especial la Superintendencia de Entidades Financieras”; los bancos con los que operaron sus ex jefes presidentes y también las entidades en las que tenían cuentas los hijos de los Kirchner. E incluso sugirió también que se pongan bajo pesquisa a “los responsables de las áreas de prevención del delito del lavado de activos” de la gestión kirchnerista, resume Wiñasky.
El mensaje de Manzanares es doblemente letal, porque por un lado desnuda las maniobras que todos conocían en los papeles pero no se habían declarado como tales, pero por el otro se contrapone con la sistemática negativa a la existencia de cualquier tipo de irregularidad cometida en el Alto Calafate, a través de la sociedad trucha Hotesur SA. Y no lo dice un “perejil”, lo declara quien es el contador de los Kirchner desde los 90, tal vez el hombre que más sabe de las finanzas y las transas de quienes tuvieron en sus manos los destinos del país.
Manzanares sinceró, por ejemplo, que el Alto Calafate no tenía “clientes”, sino que solo generaba plata a través de un alquiler: lo pagó primero Báez a través de una de sus empresas, Valle Mitre. Relató que después de 2013, es decir, tras la difusión y las investigaciones judiciales en la Argentina y en Uruguay, Suiza y los Estados Unidos sobre “La Ruta del Dinero K”, un caso que compromete a Báez en delitos de lavado de dinero, el empresario le cedió el alquiler del Alto Calafate a otro socio K, Osvaldo Sanfelice, que pasó a explotarlo comercialmente través de la firma Idea S.A, agrega Wiñasky y describe una serie de maniobras más realizadas por Manzanares, que ya no disculpan a ningún juez, si el verdadero objetivo es hacer justicia con los ladrones que se llevaron puesto al país en los últimos 12 años.
El contador les aseguró que los libros societarios y contables de Hotesur SA se los habían sacado y ocultado, pero las pericias encontraron pruebas de ellos en las computadores del profesional.
Contó que fue el encargado de borrar con Liquid paper el Acta societaria para permitir el ingreso de Máximo Kirchner al directorio y que tal acción estuvo ordenada por Cristina Fernández y también aseguró que esa práctica la aplicaron con el “Alto Calafate”, eternamente “alquilado” por sus socios, Báez y Sanfelice, tanto por CFK como por sus hijos Máximo y Florencia. Y si esto fuera poco, declaró que todos ellos retiraron de allí cifras millonarias, mientras el “inquilino” del negocio, Lázaro Báez, ganaba contratos de obra pública tanto en la provincia como en la nación, lo cual configura un claro circuito de lavado de dinero, retornos y conforma un ilícito de magnitudes indescriptibles.
Aún así, todavía Cristina Fernández, Máximo y Florencia, están libres. Si bien el círculo se va cerrando alrededor de los responsables, la prisión de muchos de estos peones del ajedrez K, comienza a socavar los cimientos de la “lealtad” que parecían tener con sus patrones, teniendo en cuenta que son ellos los que pagan los platos rotos y los padres de la criatura, están a cubierto de sus infortunios.
No hay dudas que Manzanares es tal vez el primero de la lista, pero en poco tiempo más habrá un coro de sapos (denominación que se da a los delatores), porque no es fácil estar preso en una cárcel federal comiendo chorizo y ensalada rusa como menú extraordinario en Navidad y yéndose a dormir a las 20:00.
Excepto Carlos Zanini, un hombre que no hablará porque no fue simplemente el brazo ejecutor de una orden sino el ideólogo de los ilícitos, el resto agota su tiempo de espera. Es el caso de De Souza y hasta del propio Cristóbal López.
Ante la impactante confirmación de los ilícitos confesados, cualquier defensa que esgrima Cristina Fernández y sus hijos, es inadecuada e insuficiente. Cuando otros detenidos comiencen a pasarle factura por la indiferencia que sufren los apóstoles de un régimen abandónico y traidor como el kirchnerista, el edificio de naipes sobre el cual sustentó su poder, para resguardar la corrupción infinita que cometieron, se derrumbará por su propio peso; implosionará y aquellos mismos que ayudaron a levantarlo, lo enterrarán.
Ahora solo falta que cada uno llegue al límite de sus desesperanza, de sus fuerzas y de su hartazgo. Falta poco y sobran pruebas. Los jueces tienen todo para actuar; si no lo hacen, ellos deberán sufrir en carne propia las consecuencias de su complicidad. (Agencia OPI Santa Cruz)