07:30 – La gobernadora descarta presentarse como candidata a presidenta. Canceló un viaje a Córdoba para no “nacionalizar” su figura.
Es remota, muy remota, casi imposible, la hipótesis que supone que Mauricio Macri, por motu propio, sin presión externa, decida autoapartarse del ring para bendecirla como su sucesora.
Esa carambola gaseosa, que debería eslabonar un renunciamiento presidencial sin heridas ni onda expansiva sobre el dispositivo Cambiemos, es la mínima referencia que aparece en el escenario de María Eugenia Vidal.
La gobernadora no hará nada que alimente esa tesis: el lunes, ante los empresarios y banqueros habló solo de su gestión provincial y ratificó que irá por su reelección. Este jueves suspendió una visita de campaña a Córdoba, donde se mostraría con Mario Negri, prevista para el viernes.
Su entorno atribuyó la suspensión del viaje a la escalada del dólar y el riesgo país pero se combinó con la necesidad de evitar que una aparición suya afuera de la provincia se lea como pretensión presidencial.
Vidal había aceptado ir a Córdoba porque tomó un compromiso personal con Negri, que enfrenta una elección dura: cuesta arriba por Juan Schiaretti -que rankea arriba de los 50 puntos- y porque el radicalismo está fracturado con Ramón Mestre.
La aparición en Córdoba sería la única fuera de la provincia y, para eliminar toda gestualidad que no sea bonaerense, Vidal la suspendió. Como dato adicional, la parrafada de Elisa Carrió sobre José Manuel De la Sota la obligaba a tomar distancia.
Debajo de esa hojarasca está la decisión de replegarse en la provincia, diseñar una campaña para una elección milimétrica y poner en marcha un mecanismo para sacar de escena los puntos críticos.
El miércoles la gobernadora anunció un paquete de medidas orientadas a “aplacar” la crisis -fomento al consumo en supermercados, créditos UVA y suspendió suba de tarifas- y ahora prepara aumento en planes sociales bonaerenses y jubilaciones mínimas.
Lo tenía en agenda y hasta presupuestado, pero tuvo que anticiparlo por el mal clima nacional. Cuando cerró la paritaria docente -por primera vez en su gestión, sin consultar a la Casa Rosada- Vidal borró la incertidumbre de los paros y el malestar de los maestros. Fue el tema prioritario para el año electoral.
En La Plata interpretan que al sacar de escena ese conflicto, a la gobernadora eliminó los asuntos difíciles propios de su administración. La castiga, como a todos, el peso de la crisis nacional, la inflación y la caída de la actividad, y el consumo.
Es un tóxico que aparece en los sondeos que leen, a diario, en La Plata en los que la gobernadora aparece unos 10 puntos arriba de Mauricio Macri, que oscila los 30 puntos de intención de votos, bastante abajo de Cristina Kirchner a quien le otorgan un piso/techo de 37/38%.
Es, en definitiva, lo que sacó en el 2017 cuando fue candidata a senadora y lo que obtuvo Daniel Scioli en la general del 2015: en ambos casos, el resultado fue 37,3%.
En Cambiemos asumen que Cristina, como candidata presidencial, trasferirá su caudal de votos a su candidato a gobernador, sea quien fuere. No hacen, casi, distinción: no existe un temor particular por Axel Kicillof o Martín Insaurralde porque en la cuenta final, aseguran, es lo mismo. Ninguno le suma.
Ahí radica el peligro: Cristina arrastra hacia arriba a su candidato a gobernador y lo ubica en los 37/38 puntos pero Vidal tiene la fuerza de gravedad invertida: Macri, con 30 de intención, lo tira hacia abajo. Con que le quiete 3 puntos, la pone debajo de la boleta peronista.
La paradoja, una encrucijada para los estrategos de Cambiemos, es que Vidal podría ganar para la provincia siendo candidata a presidente pero perder si fuese candidata a la gobernación.
Se trata, repiten en el vidalismo, de un escenario si la elección fuese este domingo y sin que estén sobre la mesa otros factores: el factor Cristina en campaña -quizá la última carta del laboratorio de Marcos Peña- y la expectativa, cada día más compleja, de una estabilización económica. (Clarín)