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En Bulgaria, el Papa volvió a pedir compasión por los inmigrantes

12:30 – En la primera escala de una gira por los Balcanes, Francisco repitió su llamado a no cerrarles las puertas a los necesitados

Por: Elisabetta Piqué

En un nuevo llamado de atención al drama de los migrantes que encuentran puertas cerradas, desde Bulgaria, uno de los países más pobres de Europa, el Papa llamó ayer a “no cerrar los ojos, ni el corazón ni la mano, a quien llama a la puerta”.

En la primera jornada de un viaje de tres días a los Balcanes, que incluirá mañana Macedonia del Norte, si bien Francisco hizo este pedido a las autoridades de Bulgaria, país que construyó en los últimos años una valla metálica de más de 270 kilómetros en su frontera con Turquía, el mensaje también fue para el resto de los países europeos hostiles a los desesperados, que enfrentarán cruciales elecciones para renovar su Parlamento a fin de mes.

Después de ser recibido con todos los honores, en el primer discurso que pronunció en este país de poco más de siete millones de habitantes, la gran mayoría ortodoxos, Francisco habló del pasado y el presente de Bulgaria. Recordó el duro régimen comunista que padeció después de la Segunda Guerra Mundial y los desafíos del presente.

“Pasados 30 años del final del régimen totalitario que limitaba la libertad y las iniciativas, Bulgaria debe afrontar las consecuencias de la emigración, que se ha producido en los últimos decenios, en la que más de dos millones de connacionales han salido buscando nuevas oportunidades de trabajo”, dijo, al advertir también de la caída de nacimientos, la despoblación y el abandono de muchos pueblos y ciudades.

Aunque Bulgaria ingresó en la UE en 2007, sigue teniendo graves problemas, tanto económicos como sociales. El país tiene el PBI per cápita más bajo del bloque y el mayor número de personas bajo riesgo de pobreza (40%).

“Bulgaria debe hacer frente al fenómeno de aquellos que buscan entrar dentro de sus fronteras para huir de la guerra y los conflictos o la miseria e intentan alcanzar de cualquier forma las zonas más ricas del continente europeo”, también recordó el Papa. Se refirió así al aumento de migrantes que hubo en Bulgaria entre 2013 y 2015, cuando se cerró la denominada ruta balcánica a través de Macedonia.

Después de destacar ante el presidente Rumen Radev su compromiso para crear las condiciones para que sobre todo los jóvenes no se vean obligados a emigrar, el Papa lanzó su pedido. “A ustedes, que conocen el drama de la emigración, me permito sugerirles que, siguiendo vuestra tradición, no cierren los ojos, ni el corazón ni la mano, a quien llama a su puerta”, exhortó. “Su país se ha distinguido siempre como un puente entre el este y el oeste, capaz de favorecer el encuentro entre culturas, etnias, civilizaciones y religiones diferentes, que, desde hace siglos, han convivido aquí en paz. El desarrollo también económico y civil de Bulgaria pasa necesariamente a través del reconocimiento de esta específica característica suya”, agregó.

Desde que llegó por la mañana a Sofía, capital del país, el Papa fue recibido muy cálidamente. El primer ministro Boyko Borisov, que lo esperó en el aeropuerto, le regaló yogur búlgaro y le recordó que cuando era chico su abuela Rosa se lo daba explicándole que estaba preparado con “bacillus bulgaricus”. El Papa quedó muy sorprendido por el detalle: “¿Usted conoce mi historia?”, le preguntó.

En una jornada intensa, Francisco se reunió con el patriarca Neofit, máxima autoridad de la Iglesia ortodoxa búlgara, a quien humildemente le besó, en señal de respeto, el “engolpion”, colgante que llevaba en lugar de la cruz pectoral. Como había hecho Juan Pablo II en 2002, rezó en silencio ante una imagen de los santos Cirilo y Metodio, evangelizadores de la Europa eslava, en la Catedral de San Alexander Nevsky, sede del patriarca de Bulgaria. Celebró, finalmente, una misa ante unos 7000 fieles. (La Nación)

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