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Joaquín “El Chapo” Guzmán, el narco mexicano que de chico vendía caramelos, a la espera de la cadena perpetua

07:40 – El miércoles se conocerá la sentencia. Con 62 años, pasará el resto de su vida en prisión.

El mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán, uno de los narcotraficantes más famosos del mundo, será sentenciado este miércoles por un juez de Nueva York, que debe aplicarle obligatoriamente la cadena perpetua por la gravedad de sus crímenes, por lo que pasará el resto de su vida en la cárcel. Guzmán, que de niño subsistía vendiendo naranjas, caramelos y gaseosas, a los 54 años ingresó a la lista Forbes de multimillonarios y, en el trayecto, construyó su propio mito.

Tras dos fugas de película de cárceles mexicanas y tres capturas no menos espectaculares, el famoso narcotraficante fue extraditado a Estados Unidos en enero de 2017 y desde entonces ha estado en aislamiento presidiario casi total.

El gobierno estadounidense pidió que el “despiadado” capo sea condenado a cadena perpetua, más 30 años de cárcel, por traficar cientos de toneladas de drogas a Estados Unidos durante un cuarto de siglo. La sentencia se conocerá el miércoles.

El Chapo nació el 4 de abril de 1957 en el rancho La Tuna, del municipio de Badiraguato, en Sinaloa, una árida región del noroeste de México conocida en el mundo por su gran producción de marihuana, amapola y recientemente fentanilo. Se casó al menos tres veces, y tiene varios hijos, incluidos dos varones a los que Estados Unidos acusa de tener roles significativos en el Cartel de Sinaloa. Otro hijo, Edgar, fue asesinado de un disparo en 2008.

En ese estado, afectado por la incesante violencia, la historia de Joaquín Guzmán Loera, quien sólo estudió hasta tercer grado de primaria, es inspiradora para los jóvenes, y se resume como la forma en que una persona pobre puede ser respetada y tener dinero.

“Recuerdo cómo mi madre hizo pan para mantener a la familia. Vendí naranjas, vendí refrescos, vendí caramelos. Mi madre era una gran trabajadora, trabajó mucho. Cultivamos maíz, frijoles. Me ocupé del ganado de mi abuela y cortaba madera”, dijo el capo en la famosa entrevista grabada para la revista Rolling Stone y Kate del Castillo Productions.

Guzmán tenía 15 años cuando entró al negocio de las drogas y tres años después partió a Culiacán, capital de Sinaloa, y de ahí a la segunda ciudad en importancia del país: Guadalajara, donde se unió al cartel de Miguel Angel Félix Gallardo, el primer zar mexicano de la cocaína.

Tras la captura de Gallardo, Guzmán se convirtió en parte de la segunda generación de líderes del Cartel de Sinaloa, fundado en la década de 1960 y considerado el primer cartel trasnacional de México.

En la época de oro del capo colombiano Pablo Escobar, Guzmán fue enviado a contactar a narcotraficantes del país sudamericano, donde tejió alianzas privilegiadas para proveerse de cocaína y exportarla principalmente a Estados Unidos. Para 1989 el Chapo ya era un jugador importante en el mercado de estupefacientes.

Narcotraficantes rivales trataron de matarlo el 24 de mayo de 1993, en un fallido atentado en el aeropuerto de Guadalajara. El cardenal de Guadalajara, Juan Jesús Posada murió en medio de la balacera.

Desde entonces, autoridades mexicanas y estadounidenses se dieron a la labor de capturar al capo de poco más de 1,60 cm de altura. El 11 de junio de 1993 fue detenido en Guatemala, a donde había llegado burlando retenes militares y controles a punta de billetes.

Al frente del poderoso Cartel de Sinaloa estuvieron, además, Ismael “El Mayo” Zambada -prófugo y considerado el actual líder de la organización-, Juan José Esparragoza “El Azul” -de quien no se sabe si está vivo o muerto- y Nacho Coronel -abatido-, tío de Emma Coronel, ex reina de belleza, actual esposa de Guzmán y madre de las pequeñas gemelas del capo.

La empresa criminal, que opera en decenas de ciudades de Estados Unidos, ostenta aún hegemonía en la mitad del territorio mexicano y toda Centroamérica, tiene alianzas en Sudamérica y distribuye a Europa, Asia y Australia.

El Chapo se fugó por primera vez el 19 de enero de 2001, cuando huyó escondido en el cubo de la ropa sucia de la cárcel de Puente Grande, Jalisco (oeste), y la última vez fue el 11 de julio de 2015 por un túnel de 1,5 km cavado bajo la ducha de su celda en el Altiplano, a unos 90 km de la capital mexicana.

Guzmán llegó a esa cárcel con años de experiencia en la construcción de “narcotúneles”.

En 1990 fue detectado el primer túnel fronterizo construido en Douglas, Arizona, por Jesús Corona Verbera, a quien Guzmán llamaba “El Arquitecto” y que en 2003 fue condenado a prisión en Estados Unidos. Pero el capo siguió la técnica.

Su leyenda ha sido alimentada por “narcocorridos” que relatan sus hazañas, y en 2011 fue incluido en la lista de las mayores fortunas del mundo de la revista Forbes, con más de 11.000 millones de dólares. Dos años después, la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) y la Comisión Anticrimen de Chicago, lo nombraron enemigo público número uno de la ciudad y lo compararon con Al Capone.

La caída del caponarco, que llegó a ser el fugitivo más buscado del mundo, comenzó el 22 de febrero de 2014, cuando fue aprehendido mientras estaba con Emma Coronel y sus gemelas en un apartamento del balneario Mazatlán (Sinaloa).

Su estancia en la cárcel fue breve antes del segundo escape, pero su ego lo traicionó y contactó a la actriz mexicana Kate del Castillo y al actor estadounidense Sean Penn para que grabaran su biografía. Eso, según autoridades mexicanas, llevó a su localización y última detención en enero 2016.

En algunos pueblos de Sinaloa decían hasta hace poco que “El Chapo” fue el benefactor que había enviado en octubre pasado parrillas eléctricas, frazadas y colchones con la sigla JGL tras el paso arrasador del huracán “Willa”.

En su tierra muchos hablan con respeto del “señor” cuando se refieren a este hombre que ahora, a los 62 años, preso en una cárcel de máxima seguridad, fue encontrado culpable de 10 delitos de narcotráfico, posesión de armas y lavado de dinero. Por el juicio, que comenzó en noviembre, desfilaron decenas de testigos que contaron detalles macabros de cómo Guzmán asesinó o mandó a matar a sus enemigos.

Aunque en su estado de Sinaloa cultivó una imagen de Robin Hood, haciendo muchas obras sociales para la población local, El Chapo -apodado así por su escaso 1 metro 60 de estatura- era despiadado con rivales y traidores.

“Donde crecí no había otro camino y todavía no lo hay para sobrevivir, no hay forma de trabajar en nuestra economía para poder tener una vida”, contó en una inédita entrevista que dio al actor Sean Penn para la revista Rolling Stone en 2016. Y también habló de su vida adulta. “Yo suministro más heroína, metanfetaminas, cocaína y marihuana que cualquiera en el mundo”, se jactó entre tragos de tequila, según el relato de Penn.

Lejos ha quedado la imagen del invencible capo. Hace unos días suplicó sin éxito a un juez un mayor suministro de agua y tapones para los oídos para poder dormir en paz. (Clarín)

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