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Suspendieron 70 vuelos y el Aeroparque se volvió la sede del enojo y la indignación

Otro día complicado en Aerolíneas Argentinas: por el paro de transporte, cancelaron 47 vuelos

Los pilotos de Aerolíneas y Austral se declararon en asamblea y dejaron a 7800 pasajeros varados; anunciaron un paro de 48 horas para el fin de semana por un reclamo salarial

Por: Evangelina Himitian

El caos que desató una medida de fuerza de pilotos en el Aeroparque esconde 7800 historias. Las de los pasajeros que quedaron varados, como Luciana Ramírez, de siete años, que ayer tenía que volver a Posadas; había venido para controlarse el corazón en el Hospital Gutiérrez, donde la operaron hace dos años. En cambio, pasó toda la tarde en el hall del aeropuerto esperando un vuelo que hasta la noche no había llegado. “Estas cosas las tienen que avisar. Ahora no sabemos si vamos a viajar o dónde vamos a dormir”, lamentaba Cynthia, su madre. Otra de las historias es la de la angustia de Mirta Lezcano, de 74 años, que ayer al mediodía sacó pasajes de urgencia para Jujuy porque su cuñado se estaba muriendo. Y unas horas después le dijeron que su vuelo estaba cancelado. O el caso de Zor, que esperaba con los ojos fijos en la nada que le abrieran la jaula. “Ya falta menos, Zor”, le susurraba Juana Palacios, de 8 años, a este ovejero alemán; lo que ambos querían era llegar pronto a casa, en Chubut.

Y la lista de historias sigue. Porque 7800 personas se vieron afectadas ayer por la suspensión o cancelación de unos 70 vuelos, a partir de un reclamo laboral de los pilotos de Aerolíneas Argentinas y Austral, que pasado el mediodía se declararon en asamblea.

La mayoría de los pasajeros se enteraron cuando ya estaban en el aeropuerto metropolitano. El estrés se palpaba en el aire. Gente tapada de valijas, haciendo filas de horas sin saber para qué, sin recibir más explicaciones que las que cada tanto se daban por los altoparlantes, desde donde se informó dos veces que los pilotos estaban en asamblea.

Más tarde se anunció un paro de 48 horas a partir de las cero del sábado, como nueva acción por reclamos salariales, “a once meses del cierre de las paritarias”, dice un comunicado de los pilotos.

Las medidas son impulsadas por los gremios APLA y UALA en forma conjunta. Desde la empresa se informó que las complicaciones por la asamblea de pilotos se sumaron ayer a las demoras provocadas por la alerta meteorológica que rigió al mediodía en el área.

Una vez finalizada la asamblea, alrededor de las 20, se esperaba que los vuelos comenzaran a normalizarse. Según se explicó, los primeros en resolver su situación serían los pasajeros a Córdoba, Mendoza y Neuquén, que, como tienen mayor frecuencia, serían reubicados en los vuelos de las horas siguientes.

Los grupos de amigos fueron los que más amenizaron la espera. Algunos sacaron el mate y hasta se armaron partidas de truco. Pero para las personas mayores, los que viajaban con chicos o los que estaban allí por motivos de salud o faltando a un compromiso, el atraso se hizo tortuoso.

Por la tarde, los empleados de Aerolíneas caminaban mirando para abajo y apurando el paso porque no tenían respuestas a las demandas de los que los increpaban. En un momento del caos, decidieron organizar a los pasajeros en filas. Aunque ningún vuelo partiera. Todos los que viajaban al sur, en una interminable hilera en los mostradores de adelante; los del norte, al comienzo del hall.

“¿A Córdoba? ¿Dónde queda Córdoba?”, preguntaba en “portuñol” don Angelo, un sacerdote de Salvador de Bahía que viajaba junto con la hermana Clara a un congreso de monjes en San Benito.

“Padre, ¿por qué no organiza una misa? Yo tengo mucho para confesar. Estoy diciendo muchas malas palabras porque no puedo creer esta huelga”, le dijo Pedro Manzur, que esperaba en la fila de los del norte. Él, con pasaje a Jujuy. “No pueden hace paros sorpresivos. Que avisen y nos organizamos todos”, repetía indignado.

“¿Cómo hacemos para tener paz? Aprovechamos el tiempo muerto en el aeropuerto para rezar. La paciencia viene de Dios”, le dijo sin dudarlo el monje Angelo.

Pero en ocasiones no es tan sencillo, como le ocurrió a Mirta Lezcano, que ayer por la mañana recibió la llamada de su cuñada. El hermano de su marido se había operado y algo había salido mal. El médico le sugirió que avisara a la familia para que se pudieran despedir. Por eso, ella y su marido salieron desesperados a sacar el primer pasaje que consiguieran. Compraron dos tickets cerca del mediodía, se subieron a un taxi y se fueron al Aeroparque. “Todo de último momento, pagamos una fortuna. Y no nos dijeron que la huelga ya estaba empezando. Es indignante. No sabemos si vamos a poder despedirnos o si va a ser tarde”, dijo la mujer.

Desde sus jaulas, decenas de perros y gatos también padecían la espera. Ahora que los más pequeños pueden viajar en la cabina y los más grandes en la bodega, el hall del aeropuerto quedó poblado por todo tipo de mascotas. Leandro Palacios y su familia volvían a Chubut de unas vacaciones y un amigo les pidió si podían llevar de regreso a Zor, que había venido a Buenos Aires para recibir un entrenamiento. Leandro aceptó y se encontró con la entrenadora en la aeroestación. Poco después, la tuvo que llamar para pedirle ayuda; volvió y se quedó ahí para hacerlo pasear. Después, retornó a su jaula a esperar que terminara la huelga. Algo parecido ocurrió con Oslo, un cachorro peludo de dos meses que viajaba de Rosario a Trelew. “No aguanta más en la jaula”, explicaba Margarita, sentada en la entrada de puertas que abren solas. Oslo ayudó a la catarsis colectiva. La gente pasaba, lo acariciaba y mostraba su lado más tierno en medio de tanta bronca. (La Nación)

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