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Un acto masivo bajo un calor asfixiante, con shows y discursos para celebrar la vuelta del peronismo al poder

Asunción de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner – Foto:

Una multitud participó de los festejos. Hubo recitales y fuegos artificiales. Hablaron Cristina Kirchner y, luego, Alberto Fernández..

Por: Julieta Roffo

“Dijeron por muchos años que no volvíamos pero esta noche volvimos. Volvimos y vamos a ser mejores. Así que ahora, a trabajar, gracias a todos”. Fue lo último que se le escuchó gritar al presidente Alberto Fernández antes de que los aplausos, los bombos, algunas voces que cantaban y el estruendo de los fuegos artificiales le taparan la voz. Antes de que, por última vez, las decenas de miles de personas que ocupaban la Plaza de Mayo y sus alrededores para festejar la llegada de un nuevo gobierno cantaran ese verso que aprendieron en mayo de este año y que dice “preeesideeente, Alberto presideeente”.

En el medio de ese coro, varias veces, aparecía otro: “Alberto presidenta”. Es la forma que la militancia K tiene para enfatizar que detrás de la jugada que le permitió al peronismo volver al poder está Cristina Kirchner, quien este martes asumió como vicepresidenta. Fue la figura más aplaudida al subir al escenario montado frente la Casa Rosada.

“Hola, morocha, te amamos”, gritó una chica de veintipocos cuando Cristina Kirchner, antes que el Presidente, saludó a los manifestantes. Habían aparecido ante la multitud mientras desde los parlantes se escuchaba esa canción de Gustavo Cerati​ que dice que “sacar belleza de este caos es virtud”.

“Sé que estos cuatro años han sido muy duros. Fueron duros para el trabajo, el salario. Hay hambre, algo que desvela a quien hoy es nuestro Presidente y debería desvelar a todos los argentinos”, dijo Cristina. Fernández esperaba su turno algunos metros detrás. “Fueron también años duros para quienes fueron objetos de persecución, a quienes casi los desaparecieron como humanos”, arriesgó. Las palabras elegidas por Cristina resonaron en la veinteañera: “Nunca más, Cristina. Con vos no se la van a poder agarrar nunca más”, gritó.

Al hablarle al Presidente, la ex mandataria no lo tuteo: “No se preocupe por las tapas de un diario sino por llegar al corazón de los argentinos. Este pueblo -dijo, y señaló a la multitud- es maravilloso, nunca abandona a los que se juegan por él. Convóquelo siempre que los necesite”.

Esa multitud señalada llevaba horas en la Plaza. Horas de amontonarse en el rincón de sombra que estuviera disponible para apaciguar los efectos de un calor de esos que hacen que el aire se parezca al fuego.

Horas de acomodar las banderas de agrupaciones políticas, sindicales o sociales de forma tal que cubrieran del sol a la mayor cantidad de personas posible. De ver cómo una botella de agua fría pasaba de medio litro 50 a 80 pesos a fuerza de demanda pujante. De aprovechar el aire acondicionado que salía de sucursales bancarias o restoranes. De mojarles la cabeza y el gorrito y las muñecas a los más chicos con la canilla de un camión cisterna de 15.000 litros, de que meterse a la fuente de Plaza de Mayo fuese no sólo un símbolo político sino un alivio instantáneo. De abrir una bolsa con duraznos y compartirla con desconocidos para que recuperaran el azúcar y de abrir el paso para que pudieran ayudar a quien le estuviera bajando la presión.

Fueron horas también de tener paciencia hasta que volviera la señal del celular y se mandara el mensaje que indicaba el punto de encuentro entre amigos o familiares. De abrazarse al verlos llegar. De que la ansiedad hiciera que los primeros cantos fueran en el subte, algunos minutos antes de la Plaza. De subir a los nenes sobre los hombros para que vieran mejor hasta dónde llegaba la multitud. De que esa multitud ocupara como nunca en los últimos 18 años la Plaza: las rejas (en una época fueron vallas) que la dividían en dos desde la crisis de diciembre de 2001 fueron removidas antes de este acto. De elegir el talle de alguna de las remeras que decían “Volvimos” y costaban 300 pesos, o de comprarse algún gorro piluso por 200 que ahuyentara el golpe de calor.

Fueron, sobre todo y a pesar del termómetro, horas de bailar y de cantar. La “Marcha Peronista”, lo de “Cristina corazón, acá tenés los pibes para la liberación” y lo de “Néstor no se murió, Néstor vive en el pueblo, la puta madre que lo parió”. Y las canciones de los artistas que pasaron por el escenario. “Avanti morocha”, hitazo de Los Caballeros de la Quema reconvertido en himno kirchnerista, “Rock del gato”, a cargo de Juanse “para despedirlo” (a Macri), “La marca de la gorra”, de Mala Fama, y “Un día perfecto”, de Estelares, fueron algunas de las que más coristas tuvieron entre los miles de manifestantes que seguían sus presentaciones por las pantallas instaladas a razón de tres por cuadra.

Ninguna de todas esas canciones superó en convocatoria al Himno Nacional: se cantó a los gritos o llorando, con los brazos levantados, con el celular en plena filmación, y respetando ese invento argentino de corear hasta las partes instrumentales.

“Cómo nos hacía falta esto, hermano”, le dijo un chico a otro en la esquina de Reconquista y Rivadavia. Se terminaron de conocer en el momento en el que hicieron chocar sus latitas de cerveza. Alrededor suyo, la Plaza de Mayo era una fiesta.

En mayo, cuando Cristina anunció que se presentaría a elecciones como vicepresidenta de Alberto Fernández, sus seguidores aprendieron rápido lo de “Alberto presidente”. Este martes también cambiaron uno de sus versos más icónicos: lo de “ohhh, vamos a volver” ahora dice “ohhh, Macri ya se fue”. Es que volvieron. (Clarín)

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