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Qué pierde Argentina con el cierre del mercado de EE.UU. para el biodiésel

Trump confirmó mantendrá altos aranceles. Hay un premio consuelo para los exportadores locales.

Por: Héctor Huergo

La decisión del gobierno de los Estados Unidos, que confirmó aranceles de más del 150% para el biodiésel argentino, imposibilita definitivamente cualquier intención de retomar las exportaciones de un producto de valor agregado de la soja. Que supo ocupar hace unos años un lugar importante en la canasta exportadora Argentina.

El Departamento de Comercio de los Estados Unidos determinó que no hay “circunstancias cambiantes” sobre las órdenes de derechos antidumping (AD) y de derechos compensatorios (CVD) que justifiquen modificaciones en los aranceles que impone Estados Unidos a la importación de biodiesel desde Argentina. Como resultado, las tasas se mantendrán en sus niveles actuales.

En enero de 2018, el Departamento de Comercio de EEUU había determinado que los productores estadounidenses de biodiesel fueron perjudicados por “prácticas comerciales desleales” imponiendo tasas de AD y CVD sobre las importaciones argentinas de biodiesel, que combinadas varían desde el 132,72% al 157,86%.

El gobierno de Donald Trump, presionado por el lobby agrícola del Medio Oeste (donde se producen la soja y sus derivados, entre ellos el biodiésel) impuso estos aranceles argumentando dos cosas: que el biodiésel llegaba a Estados Unidos con precios inferiores al costo (dumping) y que existía un subsidio encubierto, a través de la existencia de altos derechos de exportación para el aceite. En efecto, las “retenciones” a las exportaciones de aceite de soja hacían conveniente transformarlo en biodiésel, que si bien también era castigado con derechos de exportación, las alícuotas eran más bajas.

Pero el gobierno argentino modificó esa situación de diferencias arancelarias. En aquel momento, los productores argentinos de biodiésel, junto a su cancillería solicitaron al Departamento de Comercio de EE.UU. una revisión de «cambio de circunstancias», basada en los cambios en el régimen de impuestos a la exportación del país sudamericano.

En julio de 2019, el departamento de comercio emitió una decisión preliminar eliminando casi por completo las tasas de derechos compensatorios CVD para los productores de biodiésel de Argentina, pero mantuvo sin cambios las tasas de antidumping (AD). Es decir, en lugar de acumular un “castigo” de 150%, el arancel quedó en 74%. En esas condiciones fue imposible embarcar un solo litro del biocombustible.

Y ahora, en mayo de 2020, el departamento de comercio emitió su determinación final, manteniendo las tasas de AD y CVD. A los efectos prácticos, no cambia nada. Es como pegarle una nueva ráfaga de ametralladora a un muerto ya rematado. Lejos quedaron los tiempos en los que el biodiesel supo ser el principal producto de exportación de Argentina a los EE.UU.

El biodiesel es un biocombustible que se obtiene a través de un proceso químico sobre el aceite de soja. Argentina es el principal exportador de aceite de soja del mundo, bien por delante de Estados Unidos y Brasil, que son grandes exportadores de poroto de soja sin procesar. La elaboración de biodiésel completa la cascada de valor agregado de la agroindustria sojera, que ha levantado un poderoso complejo a la vera del río Paraná. La capacidad de molienda alcanza ya a 60 millones de toneladas anuales, y es superior a la cosecha argentina. Procesa también soja de países vecinos.

Esto ha convertido al país no solo en el mayor productor de aceite, sino también de harina de alto valor proteico. Entre ambos, generan entre 15 y 20 mil millones de dólares por año. Hay capacidad para convertir en biodiésel cerca de la mitad de las 8 millones de toneladas de aceite que se obtienen anualmente. El mercado norteamericano llegó a consumir 1,2 millones de toneladas.

El otro gran comprador es la Unión Europea, que también había aplicado derechos de importación con argumentos parecidos a los norteamericanos. Sin embargo, en este caso la Argentina ganó un Panel (juicio comercial) y los europeos volvieron a comprar, aunque no en las cantidades que había alcanzado en el mejor momento (más de 2 millones de metros cúbicos, por un valor de 2.000 millones de dólares).

Fuentes de la industria, que ya sabían de las dificultades para reasumir los embarques a Estados Unidos, plantean de todas maneras una especie de “premio consuelo”. Porque lo que no se exporta como biodiesel, se embarca como aceite crudo, donde el mercado es más fluido.

“Este es un tema de quién se lleva el trabajo a su casa”—dijo un empresario del sector. “Nos ganaron esta partida, pero lo más importante es que el aceite se convierta en biodiésel. Esto saca aceite del mercado internacional, lo que nos beneficia. Lo que más necesitamos en este momento es que se incremente el consumo de biocombustibles, muy alicaído como consecuencia de la pandemia”.

Hay un mandato por ley que obliga a mezclar un porcentaje de biocombustibles tanto con la nafta (en este caso se usa el etanol de maíz) como con el gasoil (que se corta con biodiesel). Esto hace que los precios de ambos biocombustibles mantengan cierta independencia respecto de los derivados del petróleo. (Clarín)

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