Por: Santiago Dapelo
Martín Guzmán gana terreno dentro del gobierno nacional. Su capacidad de trabajo terminó de convencer a Alberto Fernández, que ahora busca robustecer a su ministro de Economía en la toma de decisiones. Nueve meses atrás, cuando armó su gabinete en medio de las demandas de los socios de la alianza, el Presidente se había inclinado por una estructura que repartiera ese poder.
Fortalecido tras el éxito de la negociación con los acreedores privados, Fernández le amplió el alcance de “la botonera” a Guzmán, que hasta hace unos días estaba centralizada en la discusión con los bonistas, y lo sentó a su derecha en varios actos de gestión junto a gobernadores.
El primer pasó fue quedarse con la Secretaría de Energía, un sector que considera “transversal” para toda la economía porque incide en el agregado de valor y será fundamental en el esquema futuro.
A partir de ahora, liberados en parte los obstáculos económicos con la reestructuración de la deuda -aún falta la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI)-, Guzmán tendrá total potestad sobre las decisiones macroeconómicas y fiscales de la administración de Alberto Fernández. Es decir, será el responsable máximo del plan económico con el que el Gobierno intentará salir de la gravísima crisis económica que atraviesa el país.
“Va a tener más manejo de variables”, describió un hombre de máxima confianza del Presidente con despacho en la Casa Rosada.
El camino que se fijó Guzmán para el futuro no tiene secretos. Fue incluso un sendero que Alberto Fernández recorrió hace 16 años, cuando era el ministro coordinador de Néstor Kirchner: superávit gemelos (fiscal y externo). Es decir, un combo que incluya aumento de exportaciones, balanza comercial positiva, disciplina fiscal, acumulación de reservas y dólar competitivo. “Nuestra prioridad es el mercado interno”, ratificó en los últimos días el ministro.
El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, que hasta ahora tenía injerencia en las decisiones de la macroeconomía, se enfocará en la reconstrucción productiva, uno de los ejes que impulsará el Gobierno con el programa de 60 medidas que se anunciará una vez que se cierre el canje de deuda. El anuncio de los resultados será el 31 de este mes y la implementación del canje, el 4 de septiembre.
En la quinta presidencial de Olivos, donde el jefe del Estado pasa todos sus días, no quieren que el nuevo reparto de tareas genere inconvenientes. Para evitar roces internos o luchas de egos, Guzmán y Kulfas harán una puesta en escena mañana. Juntos presentarán al flamante secretario de Energía, el diputado neuquino Darío Martínez, que hasta ahora presidía la comisión de Energía en la Cámara baja.
“No quiere las luces para él. No es el típico ‘ministro Pacman’ que toma lugares por acumular poder”, buscaron desdramatizar desde su entorno.
En su recorrido, según relataron desde su entorno, Guzmán soportó sin quejas todas las críticas. No fueron pocos los que especularon con que el discípulo del premio Nobel Joseph Stiglitz saldría eyectado de su cargo una vez finalizada la extensa negociación. Otros, en tanto, le bajaban el precio describiéndolo como “el secretario de Finanzas”. “Era la chicana que tuvo que comerse”, relataron desde el Palacio de Hacienda.
En esos momentos, cuando la presión subía, Guzmán encontró respaldo en las dos figuras predominantes del Frente de Todos: el Presidente y la vicepresidenta Cristina Kirchner, a quien visitó en la víspera del acuerdo para validar la última jugada. En poco tiempo, el ministro de Economía construyó un lazo directo con la expresidenta.
Guzmán ya está lanzado en un rol más global. Aunque no se trata de un superministro, al estilo de Domingo Cavallo -con Carlos Menem y Fernando de la Rúa- o Roberto Lavagna, durante las presidencias de Eduardo Duhalde o Néstor Kirchner, pero sí actuará como un primus interpares.
Así, Alberto Fernández volvió a un diseño que imaginó en las semanas previas a asumir su cargo. Antes de que, con el afán de conformar a todos los sectores que le permitieron llegar a Balcarce 50, tuviese que parcelar su gabinete.
Pragmático, con tan solo 37 años, Guzmán mantiene inalterable su rutina. Bien temprano, desde las 7, aprovecha las dos primeras horas del día para “cerrar” temas en soledad. Cerca de las 10 llega a su despacho, en el quinto piso del Palacio de Hacienda, donde se queda hasta tarde, salvo cuando el Presidente lo requiere en Olivos.
Ya sin nubarrones en su futuro, el ministro, trabaja en la nueva etapa de su gestión: lograr la reactivación económica. (La Nación)