El 24 de enero se cumplieron 30 años de la mayor hazaña de la aviación civil en la Patagonia. Su protagonista cuenta en primera persona la odisea de aterrizar sin el tren de aterrizaje

El 24 de enero de 1992, el Aeropuerto de Río Gallegos fue escenario de una verdadera hazaña producida, conducida y ejecutada por un ex piloto de combate de la Fuerza Aérea Argentina y por entonces piloto de la Gobernación de la provincia, precedida por el entonces gobernador Néstor Kirchner.

El autor material de esta hazaña fue Daniel Herlein, hoy retirado de la actividad y uno de los pilotos con más horas de vuelo sobre los cielos patagónicos. Más de 12 mil horas lo avalan y una extensa trayectoria lo respaldan. 

Desde sus incursiones a bordo de los Skyhawk, de los Dagger o los Mirage en plena guerra de Malvinas, pasando por los aviones sanitarios de la provincia y aviones civiles de transporte con los cuales cruzó los aires en total libertad, aunque no exento de emociones y peligros, hasta anécdotas como las detalladas en nuestra nota titulada “Cazador de barcos”, cuando Herlein se dedicaba a fotografiar y denunciar a la flota pesquera extranjera que depredaba el mar argentino en las costas del Golfo de San Jorge, conforman una vida rica en experiencias y emocionantes relatos, que felizmente ha decidido volcar en un libro de pronta aparición.

Un vuelo inesperado

Aquel día de enero del año 1992 se perfilaba como tantos otros donde la rutina ponía un sello costumbrista al trabajo de los pilotos de la gobernación. En esta oportunidad Daniel Herlein como comandante de avión que tenía marcada la ruta hacia Río Turbio, hizo los aprestos necesarios del Pipper Lance de 6 plazas, matrícula LV- MPH del aeroclub de Río Gallegos, las comprobaciones rutinarias de que todo estaba en su lugar, hizo full combustible y se aprestó a esperar al pasaje que debía trasladar a un acto en la cuenca carbonífera.

El Gobernador Néstor Kirchner no estaba en la provincia, por lo tanto su lugar los ocuparía el Vicegobernador, Eduardo “chiquito” Arnold. Demás está decir que su apodo era un contrasentido propiamente dicho, en relación a su altura de 1,90 mts.

También subieron a la máquina, Daniel Notaro diputado provincial, Fernández un hombre de Protocolo, “Tito” Bohataretz, camarógrafo de Canal 9 y el periodista deportivo Luis Mendoza.

Ya dentro de la máquina la distribución fue: Herlein como piloto, Arnold como copiloto (en la cabina de la máquina), inmediatamente detrás Fernández y Bohataretz y al fondo Notaro y Mendoza. Así viajaron a Turbio y con la misma configuración del pasaje, volvieron.

Tal como relató el propio Daniel Herlein a OPI, aquello transcurrió con absoluta normalidad a la ida y de la misma forma se desenvolvía a la vuelta, hasta que con el aeropuerto de Río Gallegos a la vista, el piloto hizo las comunicaciones correspondientes con la torre de control, anunció su acercamiento a pista y comenzó la maniobra de aproximación.

https://opisantacruz.wpengine.com/2020/06/26/cazador-de-barcos/

Sin tren no hay paraíso

Ni bien estoy en contacto visual con la pista, intenté bajar el tren de aterrizaje que en estas máquinas son retráctiles y quedan alojados debajo de las alas del avión y noté que el mecanismo ni se movió”, relató Herlein, quien como avezado piloto inmediatamente y solo por la ausencia del ruido característico que hace el tren al bajar y trabar, preparándose para el contacto con la pista, se dio cuenta que algo no estaba en su lugar.

Cuando en el segundo intento no logré respuesta del sistema, le informé a la Torre de control de la anomalía, les dije que haría un chequeo, pero no le di muchos detalles a la gente que llevaba abordo para evitar los nervios, previendo que alguien podría entrar en pánico ante la emergencia que acababa de declarar”, prosiguió Herlein con su relato.

Entonces decidí poner en práctica una maniobras bastante arriesgadas que usamos los pilotos de combate, que son los virajes escarpados. Estas maniobras tiene su técnica especial y es una de las denominadas de “máxima performance” y la máxima velocidad para realizarla es, como máximo, la velocidad de maniobra recomendada por el fabricante. Se debe incrementar la inclinación del avión y la velocidad de pérdida aumenta dramáticamente, con lo cual, se debe tener cuidado que esa velocidad no sea superior a la de maniobra. Esta maniobra generan “G positivos” y están destinadas a destrabar las tapas del tren de aterrizaje y lograr que se abran para permitir que el tren baje”, señaló.

Hay que tener en cuenta que estas maniobras bruscas, Herlein las realizaba con cinco personas que no estaban entrenadas y por lo tanto, mientras esto transcurría con la máquina en trepada y caída, las caras de los ocasionales viajeros se transformaban entre el miedo, la preocupación y una desagradable sensación de tener sentado en sus rodillas y apretando su cuerpo contra el asiento, a dos o tres personas más, por cuando “cada G” de esa fuerza aplicada al cuerpo humano en maniobras bruscas en el aire, corresponde a tantos kilos como pese quien las recibe.

Yo hice dos o tres aceleraciones, con lo cual pude observar que los pasajeros estaban muy incómodos porque virtualmente se sentían “aplastados” contra el asiento”, prosiguió reseñando el incidente, Daniel Herlein.

En virtud de los esfuerzos que no lograban destrabar el mecanismo, entré en emergencia; le informé a la torre lo que estaba pasando y desde abajo y con binoculares me confirmaron que ambos trenes estaban adentro y por lo tanto, como marca el protocolo de vuelo, decidí revisar el manual de procedimiento”.

Me dispuse a consultar el manual, pero la carpeta se encontraba “archivada” al fondo del avión. Yo utilizaba una lista reducida para manejarme en vuelo. Es por eso que giré la cabeza y le pedí a Luis Mendoza que se ubicaba justo detrás de mi butaca, que me pasara una carpetita, la cual estaba atrás y yo no alcanzaba. Días después, me enteré que azorado Mendoza le dijo a Notaro ¿A vos te parece que es momento para que Daniel se ponga a leer ahora?”.

Había que bajar… y elegir cómo y dónde

La dinámica física de la ley de gravedad dice que “todo lo que sube debe bajar”, por lo tanto “cada uno de los que ocupábamos el interior del Pipper Lance en emergencia, sabíamos lo que debía pasar, lo que no podíamos saber con exactitud, era cómo iba a terminar“, señaló el piloto.

Dentro de la máquina cada pasajero procesaba el drama en su cabeza como podía y con las pocas herramientas que tenía. El único que realmente sabía de qué se trataba y lo que debía hacer, era Daniel Herlein. Su experiencia y su profesionalismo eran la única esperanza de éxito que tenía esa circunstancia no deseada.

Algo que no deja de destacar el piloto es el temple del camarógrafo Tito BOhataretz, quien en ningún momento dejó de grabar en video el ambiente que se vivía dentro del avión desde que se declaró la emergencia hasta que la máquina se detuvo en tierra y cuando salió del avión, lo hizo filmando “Es admirable lo que hizo Boahataretz, registró todo con una frialdad propia de un reportero de guerra”, expresó Herlein.

En efecto, en el video se puede ver con detalle, los estados de ánimo de los pasajeros. Su cámara se posaba en todas las caras, paneaba dentro del estrecho habitáculo del avión y registraba emociones, rostros preocupados, preparativos, el miedo que se respiraba ante la incertidumbre y también la confianza que de alguna manera depositaban en el piloto, quien manteniéndose en eje y ocupado, transmitía seguridad ante tanta incertidumbre por la que transitaban todos en el Pipper Lance, en la última hora de vuelo.

El piloto Daniel Herlein luego del aterrizaje de emergencia del Pipper LV- MPH – Foto: Captura video
El piloto Daniel Herlein luego del aterrizaje de emergencia del Pipper LV- MPH – Foto: Captura video

La emergencia era muy complicada– recordó Herlein – Yo tuve que elegir dónde aterrizar y eso también era parte de mi gran responsabilidad. Hacerlo en la pista es lo ideal, pero no alcanzaban a cubrir con espuma los aproximadamente 200 metros que necesitaba para aterrizar. Los camiones bomberos iban a tardar más tiempo que el que nosotros teníamos para esperarlos”.

Más adelante prosiguió “La torre (de control) me dijo que podía bajar en el lado norte de la pista. Hice una aproximación de práctica y vi un montón de basura, escombros y latas, que ellos desde la torre no veían. Ahí decidí aterrizar en el otro lado de la pista, con rumbo al mar y sobre el pasto de la banquina de la misma pista. Y comencé  practicar”.

Las prácticas de las que habla Herlein, son una especie de simulaciones efectuadas sobrevolando el lugar, con el fin de reconocer el terreno y ensayar mentalmente la maniobra final. Esto, ayuda a ordenar las ideas y junto con el conocimiento empírico por tantas horas y experiencia en vuelo, el piloto puede asumir una estrategia; de qué y en qué forma atacará la emergencia. En este caso se trataba nada más y nada menos que aterrizar “de panza” un avión civil con seis personas sobre las cuales, tenía absoluta responsabilidad de depositar en el suelo sanos y salvos.

Volarlo con el culo

Otro tema que traje de mi experiencia en los aviones de combate– continuó relatando Herlein – fue acercar el avión a tierra con la menor velocidad posible. Este es parte del entrenamiento en naves de guerra y en el argot de los pilotos se llama “volarlo con el culo”. Es una sensación propia de la experiencia adquirida y el conocimiento que se tiene de la máquina y se trata de reducir al mínimo la velocidad de vuelo, que la máquina se aproxime lo más lento posible para minimizar el impacto de la máquina en el piso. Y yo logré que de 180 Kms, el Pipper se aproximara a 110 Km/h y desgraciadamente, en una zona donde el viento es una constante, aquel día estaba ausente en el aeropuerto de Río Gallegos. Un viento de frente ayuda a frenar la máquina aún más y suaviza lo que en ese momento, iba a ser un duro golpe para todos nosotros”, indicó el dueño de la hazaña.

La preocupación del piloto en ese momento, no solo pasaba por la velocidad de impacto, sino (y también) porque en el momento crítico en que el avión impacta el suelo y se desliza como si fuera un esquí en el pasto, una piedra suficientemente grande podría partir la célula del avión y romperse la estructura con las inevitables consecuencias que podría acarrear para sus ocupantes, pero si aterrizaba sobre la pista, sin el acondicionamiento espuma suficiente, una chispa producto de la fricción del metal contra el piso, podría prender fuego a la máquina, antes de detener su carrera.

La anécdota

hice dos procedimientos de práctica – continuó relatando Herlein– y en el tercero decidí aterrizar. El ambiente dentro del avión se podía cortar con un cuchillo poco afilado. Yo no estaba exento de preocupación, pero mi ocupación del momento no me permitía pensar en términos del peligro que nos acechaba, sino de producir la maniobra menos traumática para el avión a fin de que bajara “entero”, lo cual iba a corresponder a un menor padecimiento de mi pasaje”.

En medio de los aprestos para el aterrizaje forzado que iba a encarar, giré la cabeza y levanté la voz para que los pasajeros me oyeran fuerte y claro. El avión tiene dos puertas, una delantera, por donde salen piloto y copiloto y otra trasera. Les pedí a los que iban sentados, que sacaran una pequeña y simple traba colocada en la parte superior de la puerta trasera. Luis Mendoza se acercó para entender el pedido y yo le repetí la consigna “Sacá la traba de la puerta, por las dudas si se tuerce el fuselaje cuando toquemos el suelo y para que podamos salir sin problemas”, le dije.

Luis (Mendoza) hizo lo que le pedí con la asistencia de Notaro, quien le ayudó a sostener la puerta, pero la puerta se abrió por la presión del viento y si uno mira el video está todo grabado por el camarógrafo. Ante la circunstancia insólita de que la puerta del avión se abriera en vuelo Mendoza me dijo “¡Daniel, se abrió la puerta ¿Qué hacemos?!” y mi respuesta no podía ser otra en ese momento “¡Sigan teniéndola fuerte con las manos, ya aterrizamos…!”. Las caras de ambos lo decían todo y está registrado en video”.

Rezos y expectativa

En tierra, la noticia de la emergencia aérea del Pipper Lance del aeródromo local había corrido como reguero de pólvora. Río Gallegos tenía en el aire un avión en emergencia en el cual iba toda gente conocida, querida y que vivía en la capital provincial.

Debido a la situación declarada y los sobrevuelos que hacía Daniel Herlein con su avión, el aeropuerto se había cerrado para el transito aéreo y radio y televisión propalaban el incidente, preocupados por la vida de quienes iban volando la pequeña máquina que debía aterrizar, aún en las peores condiciones.

En ese momento todo el turismo hacia El Calafate y El Chaltén pasaba por el aeropuerto de  Río Gallegos, donde abordaban los micros que los llevaban a sus destinos. Pero los turistas decidieron ser parte de aquel espectáculo inédito que se vivió en el aeropuerto local y bajaron de sus ómnibus y se sumaron a miles de vecinos, periodistas, personal aeronáutico y del aeropuerto quienes ocuparon la plataforma del aeropuerto a la espera de los acontecimientos que se precipitaban minuto a minuto.

Herlein calculó que entre 2.500 y 3.000 personas se habían dado cita allí a la espera de los acontecimiento sosteniendo la vigilia y rogando por un desenlace feliz de aquel desgraciado incidente que tenía en vilo a la, todavía, pequeña población riogalleguense.

Alejandro Ariznavarreta, periodista, amigo y vecino – recordó Herlein – que en ese momento se encontraba como tantos mirando hacia el cielo en el aeropuerto local aquel día, cuando nos vimos y nos fundimos en un abrazo horas después, me contó que mientras duraba la vigilia, había una mujer italiana quien recordaba a un pariente suyo, piloto de la Segunda Guerra, que había muerto en un accidente aéreo y estaba de rodillas, con los dedos entrecruzados y rezando por todos nosotros en su idioma natal, mientras sus ojos acompañaban los rodeos que hacía el Pipper Lance posicionándose para el aterrizaje”, rescató el piloto como anécdota de aquella horas aciagas que preocupaban a quienes estaban viviendo en directo, semejante experiencia.

La maniobra

Daniel Herlein como responsable de una maniobra inédita en la aviación civil argentina y única en la Patagonia hasta ese momento, se aprestó a “tirar” el avión sin tren de aterrizaje sobre el pasto verde que conforma el área de seguridad de toda pista en un aeropuerto o aeródromo. Generalmente es un sector plano, limpio de obstáculos y el cual está preparado para una eventualidad de que un avión desvíe su trayecto, se salga de la cinta asfáltica o fallen sus frenos y/o salga de su curso normal durante un aterrizaje.

El morro de la máquina enfiló hacia la cabecera, la velocidad fue bajando gradualmente y con las manos firmes del piloto en el timón, comenzó a entrar en pérdida de manera significativa y poco disimulada. El silencio era notorio dentro de la máquina. Solo el motor dejaba escuchar su zumbido ahogado y daba la sensación por momentos de que se apagaría. Algunos crujidos de las alas ponían notas musicales de suspenso al suspenso mismo. La cámara de Bohataretz no dejaba de comerse aquella cinta de SVHS que iba a ser el testigo eterno de una maniobra excepcional realizada por un piloto patagónico.

El Pipper Lance bajó como una garza sobre el lago, pero sin patas, sin sostén, sin bases que lo sostuvieran; nada suave. El primer impacto fue brusco pero no tanto como Herlein lo esperaba. De ahí en más, como deslizándose en un tobogán gigante, la máquina recorrió más de 130 metros resbalando entre el pasto que cortaba a su paso, piedras que volaban por todas partes y ametrallaban el fuselaje, una nube de polvo y un ruido desgarrador que metía miedo, pero a su vez encendía la esperanza de estar logrando la hazaña.

Prendido a los comandos, aunque Herlein sabía que ya en el suelo ninguna acción suya podría modificar el curso que quisiera tomar la máquina, transformada en un bólido de metal escurriéndose como un deslizador paralelo a la pista, el avión recorrió “de panza” aquellos críticos 130 metros y se detuvo. Solo duró segundos, pero el tiempo dentro del avión se había multiplicado significativamente.

Un grandote que se hizo chiquito

Yo recuerdo que Arnold, quien viajaba a mi lado de copiloto, como si fuera un contorsionista cuando subió en Río Turbio, había tardado como 3 minutos en entrar en la cabina para acomodar su metro noventa de humanidad en el estrecho habitáculo. Pues bien, en cuanto se detuvo el avión, fue el primero que vi parado fuera del Pipper, cuando aún la nube de polvo no se había disipado. No me pregunten cómo lo hizo, hasta hoy no lo he podido explicar y Arnold tampoco”, recordó Herlein quien, como se observa en el video, baja de la máquina siniestrada con total tranquilidad y el orgullo del deber cumplido: aterrizó un avión sin su tren de aterrizaje. 

La máquina lucía entera (como se ve en el video), aunque, obviamente, debido a las condiciones en que bajó, debió ser reparada y recorrida en su célula, para evaluar los daños sufridos por el gran esfuerzo estructural y de materiales que implicó la fatiga de un aterrizaje en tales condiciones.

Nota de reconocimiento del Gobernador Néstor Kirchner

El Gobernador preocupado

Debido a la emergencia del Pipper Lance, un vuelo de Aerolíneas Argentinas con destino al aeropuerto de Río Gallegos, quedó a la espera para aterrizar durante más de media hora, sobrevolando las inmediaciones de la terminal aérea. En su interior viajaba el Gobernador de la provincia, Néstor Kirchner.

Estoy seguro que “El Lupo”– refirió Herlein aludiendo al apodo del entonces gobernador – estaba más asustado que nosotros, porque le tenía gran aprehensión a volar, pero también confiaba en que yo podría lidiar con el trance. Y de hecho, el propio gobernador me felicitó en una nota personal dos días después”.

¿Cómo te fue Daniel?

El epílogo de este relato lo pone el propio Daniel Herlein cuando, luego de lo vivido, dar notas a los medios locales, provinciales y nacionales, presentes en el aeropuerto, retomó su rutina diaria, miró al cielo agradeciendo la gracia de haber podido terminar el día con un final tan feliz y se encaminó su casa.

Cuando llegué a mi casa aquella tarde, mi esposa – como siempre que llegaba de un viaje – me preguntó cómo me había ido con el vuelo. La miré casi con sorpresa porque aquel incidente se había transmitido por todas las radios y canales de Río Gallegos, pero estaba claro que nada sabía de lo ocurrido y en cierta manera se le agradecí a Dios, porque se había evitado transitar esas horas de tensión y amargura, cubierta de incertidumbre y desesperanzas, multiplicadas en tierra durante un par de horas de indescriptible suspenso ante lo que podía haber sido una inminente tragedia”.

Y el piloto con singular nostalgia remató la nota “La miré con una sonrisa, la tomé de las manos y le dije “Sentate, así puedo contarte cómo hoy estoy aquí, nuevamente en casa”. (Agencia OPI Santa Cruz)

23 COMENTARIOS

  1. Gran persona Daniel Herlein ademas de un gran gran piloto. MUuy solidario en épocas donde trabajaba para la provincia. Gran tipo

  2. El mejor de los pilotos de la patagonia. Graicas opi por recordar siempre las anécdotas de este hombre.
    uds si que ponen en valor la vida de nuestros verdaderos heroes anónimos
    gracias gracias

  3. Gracias Rubén por tu envío. Creo que nadie puede abstraerse a las sensaciones que produce este excelente relato, y de una situación de riesgo a la que lamentablemente pocos pueden sobrellevar y describir con tamaña lucidez y claridad, descripto todo por su principal protagonista y Héroe para sus acompañantes. Mil Felicitaciones Y Gracias Por el Envío Una Vez Más.

  4. siempre vivió con amargura la muerte de tantos amigos y compañeros en malvinas
    es bueno recordar estas cosas porque quiere decir que tenemos entre nosotros gente valiente y solidaria, no todos los kirchner

  5. Siempre me concentre en comentar la emergencia, pero nunca me detuve ni me di cuenta de este inmenso respeto y cariño que Ud me dan.
    Soy un vecino muy agradecido y tremendamente emocionado, muchas gracias…

  6. No conozco al señor Herlein pero por lo que acá dicen, es una persona muy querida en el medio. Me alegro que la gente reconozca a quienes hacen las cosas bien

  7. Gran persona Daniel y un excelente profesional.
    Tuve la dicha y la suerte de conocer estos y tantos otros detalles de semejante azaña contados por él mismo y en persona…

  8. Un excelente piloto y muy buena persona. Gracias OPI por siempre hacernos recordar quien es Daniel y las hazañas de un verdadero héroe qué vive en nuetra ciudad.

  9. Se supo al final que ovacionó que no bajara el tren de aterrizaje?… Mis felicitaciones al piloto, cuánta capacidad, frialdad y humildad…

  10. Genio daniel amigo y tocayo, te miraba y veía como te caía la transpiración por la nuca, recuerdo otra anécdota de las que contaste, la torre te pide 2 veces que identifiques a los pasajeros y la posición , Mendoza me dice para que carajo y le digo para identificarnos si pasa algo…blanco se puso..abrazo!!

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