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“Cuando se trata de malas prácticas económicas, es difícil superar a la Argentina”, según Wall Street Journal

Gondolas, precios, inflación - Foto: NA

Según el diario estadounidense, la alta inflación se debe a las malas decisiones de Alberto Fernández, y no se puede culpar a la guerra.

La preocupación por la alta inflación argentina trasciende el territorio nacional. Para la columnista Mary Anastasia O’Grady, del diario estadounidense de Wall Street Journal, si bien la invasión rusa a Ucrania es un factor que explica el aumento global del precio de los alimentos, no es la razón principal para entender el fenómeno en la Argentina. “Echemos la culpa a quien corresponda”, asegura.

“La lucha en Ucrania es uno de los motivos del aumento en el precio de los alimentos que ahora amenaza a las poblaciones más débiles del mundo. Pero no es la única razón. Y en la Argentina ni siquiera es la primera razón”, apunta en el arranque de su columna O’Grady.

Para la especialista, los banqueros centrales y los políticos de todo el mundo “quieren culpar a la situación de Ucrania por los altos precios de los alimentos. Sin embargo, hay dos elementos que ayudan a la presión”. Y sigue: “El primero es el cambio en los costos relativos, es decir, el trigo se vuelve más costoso en relación a los artículos de consumo debido a la reducción de la oferta mundial. El segundo desencadenante de los precios más altos de los alimentos es la inflación de base amplia en toda la economía”.

En ese sentido, O’Grady aseguró que “el mercado es el remedio para un cambio en los precios relativos; cuanto más versátiles sean las economías, más rápido se harán los cambios”. “La cura es corregir los errores financieros, fiscales y regulatorios. Y los políticos argentinos fracasan en ambos frentes”, subraya.

Según la analista, Rusia y Ucrania son los proveedores internacionales necesarios de alimentos. De 2018 a 2020, de acuerdo con el Instituto Internacional de Investigación de Políticas Alimentarias, la participación de Rusia en el comercio mundial de cebada fue más del 14% y en trigo del 24%. La participación de Ucrania en el comercio de cebada en 2018-2020 fue del 12,6%, en maíz del 15,3% y en trigo del 10%. Casi el 50% del comercio mundial de aceite de girasol durante el mismo período provino de Ucrania.

“La decisión de Putin de atacar a su vecino interrumpió esos suministros”, destaca. Y agrega: “La producción rusa no fue eliminada, pero las sanciones significan que gran parte de lo que solía ir a Occidente y sus aliados se debió  a aliados del Kremlin o partes neutrales, vendido en el país o almacenado. Esto ejerce presión sobre los precios. Mientras tanto, la producción ucraniana está desapareciendo”.

“Con menos producción global y la misma demanda, los precios de los bienes afectados aumentan. Los precios más altos del trigo significan que la harina se ha vuelto “cara” en comparación con otros productos en la canasta de alimentos de los consumidores en muchos países”, explica Mary Anastasia O’Grady en su artículo.

Luego del detallado estado de situación, la editorialista se centro en la situación de América del Sur en medio de este contexto global y al respecto indica que “entre los exportadores de productos básicos de Sudamérica, este cambio va acompañado de una oportunidad. Perú está pagando más por la harina, el azúcar y los fertilizantes, pero como exportador de minerales y café puede beneficiarse aumentando la producción y vendiendo en el extranjero a precios favorables. Desgraciadamente, este potencial se ha visto frenado por la agenda anti mercado del presidente Pedro Castillo, que ha ahuyentado a los inversores”.

“Echemos la culpa a quien corresponda”

En el párrafo 10 de su texto aparece el duro diagnóstico que la mujer hace sobre el país: “Cuando se trata de malas prácticas económicas, es difícil superar a Argentina, el granero de la región. En marzo registró una inflación mensual del 6,7%. Algunos analistas esperan ahora que la inflación de 2022 se acerque al 60%, tras una inflación de 2021 superior al 50%”., dice

“Como siempre, esta inflación es un fenómeno monetario, parafraseando a Milton Friedman. El gobierno del presidente Alberto Fernández, siguiendo la vieja tradición argentina, fue profundizando el endeudamiento del país para financiar su gasto deficitario”, sentencia.

Para completar el cuadro de situación argentino, O’Grady cita al economista Pablo Guidotti, profesor de economía de la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires. “Desde el año 2000 el gasto público, como porcentaje del producto interior bruto, se duplicó, pasando del 20% al 40%. La deuda pública como porcentaje del PIB es ahora de alrededor del 100%”. “Para pagar las cuentas, el banco central imprime pesos con desenfreno, poniendo los precios por las nubes”, dice.

“El reciente cambio en los precios relativos del trigo y otros productos agrícolas debería ser una bendición para Argentina”. subraya la experta. Y agrega: “En un mercado libre, los precios más altos actuarían como un factor de motivación para cultivar, vender y exportar más”.

Y al respecto, continúa: “la Nación también se enriquecería porque la entrada de dólares reforzaría su poder adquisitivo. Dicho de otro modo, la mejora de la relación de intercambio impulsaría el PIB”.

Sin embargo, “en lugar de subirse a la ola de los precios de las materias primas con políticas que fomenten la producción y la exportación, el Gobierno está tratando de bajar los precios locales obligando a los productores a vender dentro del país”.

“La combinación de políticas para esta estrategia consiste en elevados impuestos a la exportación y cuotas de exportación que limitan la cantidad que puede enviarse al extranjero. Ambas cosas reducen las exportaciones y hacen que sea mejor no plantar o mantener el exceso de existencias en silos”, asegura.

En marzo, “el Gobierno anunció que intentaría ‘desacoplar los precios para proteger el mercado nacional en un contexto mundial de guerra y de precios elevados y sostenidos del trigo’ subvencionando 800.000 toneladas métricas de trigo a los molineros nacionales”.

Sobre el final, O’Grady apunta: “Puede que consiga, a corto plazo, abaratar el pan y la pasta para el público. Pero es un ‘apaño’ caro y da a los consumidores menos incentivos para encontrar sustitutos del trigo, que es una forma de bajar los altos precios”. Y concluye: “Estas políticas perjudican al pueblo argentino y dañan a los pobres del mundo porque disminuyen el suministro mundial de alimentos. Echemos la culpa a quien corresponde”. (Clarín)

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