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Horacio Rosatti: “Los que plantean aumentar los jueces de la Corte no analizan para qué lo quieren hacer”

Según publica La Nación El presidente del máximo tribunal se pronunció en contra de la ampliación en su libro recién publicado “La Palabra de la Corte”, en el que cuenta la “cocina” de los fallos y la “incomprensión recíproca” con la política.

Por: Hernán Cappiello

El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Horacio Rosatti, sostuvo que los que proponen aumentar el número de jueces del máximo tribunal no se plantean para qué hacerlo y no tienen en cuenta que la medida provocaría una mayor demora en los juicios. También cuestionó la idea de dividir al tribunal en salas, porque -afirmó- haría difícil conformar mayorías.

Las expresiones de Rosatti no son declaraciones en respuesta al último avance del oficialismo, que aprobó la semana pasada un dictamen en el Senado para aumentar de los actuales cinco jueces a 25 miembros la integración de la Corte, sino que son parte de su libro recién publicado “La Palabra de la Corte Suprema”, en el que analiza el funcionamiento interno del tribunal y el recorrido de una causa hasta que se dicta sentencia.

Rosatti plantea en la parte final de su libro -donde revela la cocina de los fallos de la Corte y busca quitar opacidad al menos transparente de los poderes del Estado- que hay una “incomprensión recíproca” entre la política y la judicatura que “lleva a la crispación” y que hace aumentar las tensiones en el sistema republicano.

La raíz es que el político cree que el juez “frena los cambios para poner en marcha su plan de Gobierno” y el juez cree que el político “pretende imponer sus planes sin respetar las normas”. Cualquier semejanza con los cruces durante los últimos gobiernos kirchneristas es pura coincidencia (ver los proyectos de democratización de la justicia, los traslados de jueces, la pelea por la coparticipación, los ajustes jubilatorios).

Picante, sin ser explícito, Rosatti reconoce que el incremento de la judicialización de los conflictos demuestra una creciente incapacidad de la sociedad (donde incluye, sin decirlo, a la política) para resolver sus diferencias, sin depender de un tercero (el juez), “cuya decisión final suele dejarla insatisfecha”. Los casos abundan y no solo penales, sino relacionados con el análisis de la legalidad de las normas que dictan los otros dos poderes del Estado.

Rosatti quiere combatir la idea de que la Corte es una suerte de corrector gigante de los fallos erróneos de los tribunales inferiores, cuando sostiene que su rol es deber ser un tribunal de garantías constitucionales.

La lentitud de la Justicia

Rosatti se hace cargo de la queja por la lentitud de los procesos en la Corte, pero advierte, no sin ironía, que “con las mejores intenciones” se propone aumentar el número de jueces del máximo tribunal o dividirlo en salas, para combatir ese mal. Dijo que todas esas iniciativas “carecen de un análisis que comience por definir qué se pretende del tribunal” para luego avanzar con el diseño más adecuado. “No se considera que aumentar el número de miembros podría demorar aún mas la tarea de la Corte o que dividir a sus integrantes en salas reduciría la cantidad de voluntades necesarias para lograr una mayoría”, expone.

Rosatti habla de la necesidad de contemplar la cuestión de género en el debate sobre la integración de la Corte (hoy son cuatro hombres), con la percepción de que una composición plural tendría impacto en las decisiones.

Estas 200 páginas, que son una versión ensayística de su tesis doctoral en Historia de la UCA sobre el lenguaje de la Corte, plantea un análisis del lenguaje de 386 sentencias dictadas entre 1973 y 2002, cuando transcurrieron gobiernos de diverso signo político y legitimidad. Y descubre que hay un modo de decir de la Corte que se mantiene: un lenguaje unificado que está garantizado por la burocracia de la Corte. Sin criticarla, describiendo ese modo de contar, Rosatti enumera que en el período que abraca su libro, donde hubo 34 jueces que conformaron 27 integraciones diferentes del tribunal, la burocracia de la Corte “parece haber cumplido la tarea de transmitir un saber específico para mantener o preservar cierto estilo de redacción o un formato apto para incluir contenidos disímiles”.

Su trabajo se basa en entrevistas con los secretarios letrados y con exmagistrados de la Corte que explican el proceso de construcción de las sentencias, donde se mezclan un lenguaje jurídico técnico con otro que denomina natural. Una inadecuada articulación hace la sentencia “bilingüe”, con un lenguaje para especialistas y con otro para legos. El juez critica el bilingüismo porque -más allá de la ciencia jurídica- la destinataria del fallo es la comunidad donde se da la resolución del conflicto.

En la cocina de los fallos, el recorrido del expediente dentro de la Corte, cuenta el juez cómo se da un proceso evolutivos, de suma de consideraciones, plural (donde intervienen secretarios del tribunal, secretarios de cada vocalía y cada juez) y complejo. El juez tiene la última palabra en el voto y se hace cargo con la firma de la decisión que se construyó en ese intercambio anterior, asimétrico, aunque la virtud de los secretarios letrados es expresar la “continuidad funcional ante los cambios de composición del tribunal”. Ellos son la memoria de la Corte y un modo de decir, aun cuando se trate de fallos que cambian la jurisprudencia del tribunal.

La trastienda de los fallos

La Corte, dice Rosatti en su libro, no solo habla por lo que dice, sino por cuándo lo dice y por lo que no dice. El contexto histórico o la rapidez de una sentencia es un modo de decir, lo mismo que el frenarla. Y eso gravita en la percepción del fallo por sus destinatarios. Si lo sabrá Cristina Kirchner, a quien le rechazaron todos sus recursos en el juicio por Vialidad a 15 días de que comiencen los alegatos, lo que permitirá concluir el juicio oral en su contra, sin sobresaltos.

“La temporalidad de una sentencia se vincula en ocasiones a un factor externo al proceso judicial que podría entenderse como cambio de época”, dice el juez, que otra vez, sin ser explícito, parece aludir a una práctica habitual en la justicia federal, que mirando el calendario electoral o el ánimo social aplica la llamada cronoterapia como remedio para congelar un caso ardiente.

Rosatti reconoce que es tan importante lo que dice el fallo como lo que no dice, por ejemplo cuando rechaza un caso sin explicar las razones (cuando aplica el artículo 280 del Código Procesal Civil y Comercial Federal), cuando rechaza un caso por no judiciable, porque perdió actualidad o porque violenta la división de poderes.

El juez entiende que la Corte debe hablar, no solo por sus fallos, sino que debe hablar, “no para polemizar con los otros poderes de Gobierno”, sino para explicar cómo trabaja. Eso si: “Que hable poco, solo lo justo y necesario, pero que hable. Que explique, que proponga, que rinda cuentas”. (La Nación)

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