El Calafate: relato y comportamiento de gente enferma

(Por: Rubén Lasagno) – Ya lo sabemos, no vamos a descubrir nada nuevo, el kirchnerismo en sus diversas variantes es un cuerpo amorfo que colisiona con todo lo que se le pone enfrente. Su plataforma política tiene las convicciones de un mono, la inteligencia de una medusa (el animal menos inteligente del mundo) y la sensibilidad de un elefante en un bazar.

Sabido esto, no podemos “pedirle peras al olmo” decía mi abuelo, en el sentido de exigirle lo imposible de entregar como grupo político o como constructores de algo bueno para el país y la provincia.

Es importante hacer esta introducción para entender la alienación que sufre esta gente, la cual estuvo expresada recientemente, no solo en los dichos de algunos irrecuperables como la vocero presidencial Gabriela Cerrutti o la forzada (por necesidad) Ministro de Economía Silvina Batakis o el vago, Máximo Kirchner, sino también (y fundamentalmente) por las actuaciones estelares de Alicia Kirchner, gobernadora de Santa Cruz y la Vicepresidente Cristina Fernández, en el acto de inauguración del Cine Municipal en El Calafate.

Alicia Kirchner en su discurso disociado, generó esa sensación extraña de estar mirando una película donde el mundo maravilloso que afloraba de su boca, correspondía a otro universo, parecía sacado del “Mundo Disney”, donde sin duda ella debe creer que a partir de su nombre, se conjuga el país y la provincia de las maravillas que relatan sus palabras.

Con tono monocorde, latoso, cara sonriente, frases cargadas de un falso optimismo, que producían algunas muecas en su inefable cuñada, quien la miraba con la cara apoyada sobre su mano, como diciendo “¿Cuándo vas a terminar Alicia; yo me hago cargo?”, la gobernadora discurrió su discurso entre halagos a su gestión, el recuerdo de su hermano, el ¡Ah pero Macri!, infaltable en cualquier parte del relato y la “matrik” en la cual viven aquí y allá, llegando a decir que el ex presidente pretendió “estrangular a Santa Cruz y destituirla a ella del poder”, cuando la realidad en los números oficiales publicados por OPI, expresaron claramente que durante los cuatro años del JxC, Santa Cruz recibió más fondos por coparticipación, que en el último periodo de CFK en el poder, entre 2011 y 2015.

Cristina Fernández, por su parte, constituida en la figura estelar del día (Alicia y el intendente Belloni fueron sus “teloneros”) tomó el micrófono para dar una “clase magistral” de perturbación social y política desde su lugar en el mundo, donde tiene permitido todo, desde mentir descaradamente hasta maltratar (como es su costumbre) a la plebe que le sirve.

El acto más abyecto de esta mujer impostada, mala actriz, pésima oradora, con discurso retrasado, irreal y malévolo, comenzó luego que la presentadora oficial en un acto de chupamedismo exacerbado por la necesidad de elevar el ego de la jefa de la banda y hacerse escuchar para que revienten en aplauso todos los presentes, optó por anunciar “Para finalizar, se dirige a ustedes la excelentísima señora Vicepresidenta de la Nación, doctora Cristina Fernández de Kirchner”, una innecesaria lamida de zapatos dicho con voz clara y potente, que arrancó vítores y palmas rabiosas de las focas aplaudidoras presentes, hasta enrojecer las palmas de sus manos, mientras los muchachos de la UOCRA, la guardia Pretoriana de la gobernadora, coreaba cualquier cosa desde afuera, para apoyar la inminentes palabras de la jefa política y quien paga sus obras y subsidios, a costa de todos los santacruceños/argentinos.

Pero la fábula de la rana y el escorpión, una vez más, se hizo presente. La locutora ideológicamente analfabeta, al punto de venerar a un ídolo de barro como CFK, sin otra ideología que el signo $ y con el único objetivo en el poder de sepultar sus causas judiciales, pecó de genuflexa y se inmoló en aras de agradar y obtener el beneplácito y la mirada de Cristina Fernández; pero no, obtuvo todo lo contrario.

La multiprocesada vicepresidente tuvo allí su primer acto de orgásmico placer discursivo; giró la cabeza hacia donde estaba la locutora, hizo una mueca ladina y ponzoñosa y lejos de ser maternalista y sinceramente correctiva y le dijo “Para la próxima, querida, nunca más me digas excelentísima. Detesto que me digan eso de excelentísima, con “Cristina” y “señora vicepresidenta” está bien, alcanza y sobra”. A continuación se hizo un silencio que disfrutó profundamente la jefa de la asociación ilícita que se dirime en los Tribunales.

No vamos a transcribir acá las pavadas que dijo Cristina Fernández en el acto, las mentiras, las imbecilidades retóricas y los inventos de una crisis que ella misma generó, en un gobierno que le pertenece y donde ha demostrado ser tan mala para elegir como para proceder. Un fiasco más de los tantos a los que nos sometió en Santa Cruz y en el país; pero fue muy risible y trágico, cuando en El Calafate se pavoneaba resaltando que Santa Cruz es el gran productor de oro, plata y petróleo, pero no explica por qué la provincia, gobernada por ellos hace más de 30 años y con menos de 350 mil habitantes, está en la miseria.

Sí vamos a recalcar su personalidad psiquiátrica, la falta de límites morales que posee, la incontinencia verbal, el egocentrismo, la soberbia y la necesidad de ser autoritaria y políticamente procaz, su necesidad de provocar, entendiendo que todos le temen, como alguna vez dijo y refrendándolo en este caso, sometiendo a la vergüenza, al escarnio y a la burla, a una persona sin autoridad, que está muy por debajo de su nivel político y social y cuyo salario depende de un gobierno al cual ella controla. 

Ese manoseo innecesario, la burla constante hacia el otro, el desmerecimiento público de las personas, la falta de sensibilidad y empatía con el otro, lo aprendió muy bien de su marido fallecido. Néstor no dudaba en mancillar cualquier honra y honor, solo le hacía falta un arrastrado como Daniel Scioli que aguanta cualquier vendaval en público, con tal de seguir perteneciendo. Sus secretarios, colaboradores y empleados de Olivos, dan cuenta de los excesos de NK y posteriormente de su esposa quien cuando era presidente obligaba a los empleados no mirarla a los ojos cuando se los cruzaba en las tareas diarias.

Cristina Fernández es sin duda una mujer enferma y merece estar presa, no solo por lo que robó junto a su banda, sino para reacomodar sus patitos y transformarse en un ser pensante y un poco más empático y solidario, a partir de ser privada de su libertad, recluida en un espacio de pocos metros cuadrados y con todos sus bienes embargados y sus millonarias jubilaciones/pensiones suspendidas por ilegales y auto percibidas, probablemente pueda reflexionar sobre la vida. Pero nada de esto va a suceder en la Argentina del fracaso y la impunidad.

Sin duda estamos en manos de gente enferma, desequilibrada y deshonesta. Ningún cambio será posible si el pueblo no reacciona a tiempo y eyecta con el voto a los imbéciles de ideología trucha y vetusta, quienes, al amparo de sus relatos irreales y funestos, dominan la escena pública, se enriquecen a discreción y nos empujan a la definitiva pérdida de la Patria. (Agencia OPI Santa Cruz)