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El Presidente busca reinventarse ante las nuevas condiciones que le imponen Sergio Massa y Cristina Kirchner

El presidente Alberto Fernández encabeza la firma de contratos para el Gasoducto Presidente Néstor Kirchner - Foto: NA

Según publica La Nación El ministro de Economía no corre detrás de las necesidades y anuncios de Alberto Fernández; el cambio de época y la nueva distribución de roles.

Por: Santiago Dapelo

Dos hechos dejaron expuesto el nuevo esquema de poder interno: a diferencia de lo que ocurría en tiempos de Martín Guzmán o Silvina Batakis, las ideas del Presidente no generan acciones posteriores. Lejos de correr para evitar que Fernández quedé en off-side tras adelantar que el Gobierno convocaría a empresarios y sindicalistas, Sergio Massa no se movió ni alteró su hoja de ruta. “Eso es de Presidencia”, contestaron, lacónicos, desde el Palacio de Hacienda.

Lo mismo ocurrió el último martes. El ministro de Economía faltó a un acto con el mandatario. Nadie lo había notificado que era parte de la comitiva que acompañaría al jefe del Estado y decidió continuar con su agenda en su oficina. Para evitar un choque innecesario, Massa sí estuvo presente al día siguiente con Fernández en Vaca Muerta.

Con el respaldo de la vicepresidenta Cristina Kirchner, Massa condiciona al Presidente que, debilitado, busca imponer una agenda con sus incursiones por las provincias. Una muestra del cambio de época fue que la buena noticia de la semana quedó en manos del tigrense y La Cámpora: Massa y Fernanda Raverta fueron los que comunicaron el aumento y el bono para los jubilados. La Casa Rosada siguió en silencio la escena.

En este escenario, Fernández busca reinventarse. Con sus recorridas por el territorio bonaerense y sus viajes al interior, intenta mostrarse activo. “La gente lo recibe muy bien y eso lo carga de pilas”, contaron fuentes cercanas al mandatario.

El resto del gabinete mira la escena y se repliega. Hoy el único vocero autorizado es Massa y, por transición, su equipo. Los ministros que solían defender a sol y sombra al Presidente, al menos durante las últimas jornadas, se mantuvieron expectantes. Entre ellos Juan Manzur –liberado de la administración diaria, en manos de Juan Manuel Olmos, está dedicado a mantener la relación con los gobernadores–, Santiago Cafiero, Juan Zabaleta, Gabriel Katopodis, Jorge Ferraresi, Aníbal Fernández y Agustín Rossi.

Solo se mantiene presente la vocera Gabriela Cerruti con su conferencia de prensa de los jueves, pero que genera más complicaciones que soluciones. “No sabemos qué hacer para que Alberto le diga que no hable más sin necesidad”, reconoció uno de los principales asesores del Presidente. Algunos de los ministros incluso le hicieron llegar a Fernández ideas para modificar el actual organigrama en comunicación. “Alberto necesita alguien que lo cuide”, graficó el funcionario de primera línea.

En su último intervención, Cerruti declaró que para el Gobierno había una “sensación de estabilización” de la economía. Fue seis horas antes de que el Indec difundiera que la inflación de julio fue del 7,4 por ciento.

Si bien cerca del mandatario reconocen los errores no forzados, al mismo tiempo destacan que el Presidente es el único responsable de la unidad en el Frente de Todos. “Es el que trajo a Sergio [Massa] y es el que evitó que se vaya Manzur. Ahora todos se dieron cuenta que tenían que estar juntos los tres y los gobernadores”, describieron fuentes oficiales.

Con Massa adentro del gabinete cambió el escenario. Una pregunta dejó de repetirse en los principales despachos oficiales: ¿llegamos a 2023? Con los cambios se apagó ese interrogante que despertaba pánico en el gobierno nacional.

Y, al menos por ahora, también se terminaron los cuestionamientos internos, principalmente desde el kirchnerismo duro. Ni siquiera importa si Massa le dio continuidad al plan de Guzmán. “Las medidas de Massa no van en contra de las políticas kirchneristas, el kirchnerismo es pragmático”, se defendió Carlos Bianco, jefe de Asesores de Axel Kicillof, en diálogo con Futuröck.

La crisis es tan profunda que Kicillof, quien fue uno de los críticos más duros de Guzmán, hoy acompaña y asesora desde las sombras a Massa y su equipo. “El paso uno es estabilizar la economía y mejorar los ingresos de los sectores populares”, refrendó Bianco.

Con el foco puesto en la crisis económica, el resto quedó en pausa. Eso incluye la discusión electoral. El primer objetivo es alcanzar la estabilidad, algo que aún parece lejano. Los datos de agosto no serán buenos, según admitieron en la Casa Rosada. El éxito en esta meta será definitivo para las aspiraciones electorales y la fortaleza con la que el Frente de Todos encarará el proceso. Después de esas dos cuestiones, según confió el Presidente en reuniones con su círculo íntimo, llegará el debate por las candidaturas.

En este punto, las posibilidades de que Alberto Fernández se presente a la reelección aparecen cada vez más lejanas. Pese a su resistencia y su intención de pelear en las PASO, en su equipo todos miran para otro lado ante esa pregunta.

Sin certezas sobre la convocatoria para alcanzar un acuerdo de precios y salarios –posiblemente se anuncie después de la movilización que encabezará la CGT el 17–, el objetivo del gobierno nacional es lograr que haya precios de referencias, algo que la inflación hizo desaparecer. Desde el equipo de Massa reconocieron que los controles de precios, que la Casa Rosada anunció una y otra vez sin éxito en estos años, no sirven.

“Precios Cuidados viene a intentar poner algo de orden en nuestra economía, esto no quiere decir que no vayan a aumentar”, se sinceró el secretario de Comercio, Matías Tombolini. La profundidad de la crisis modera las expectativas propias. Agosto no será un buen mes para el Gobierno.

Con total libertad de acción en su rol como una especie de interventor del Gobierno, Massa aún debe dar respuestas: ¿Quién será su número dos? ¿Cómo impactará el tarifazo en la clase media? ¿Qué medidas de fondo tomará para frenar la inercia inflacionaria? Estas son algunas de las preguntas que todavía siguen sin contestación. A su lado, el Presidente respira, ya nadie lo mira a él a la hora de resolver estas cuestiones. (La Nación)

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