En buen estado después de la internación, el papa Francisco presidió la misa de Ramos y abrió la Semana Santa

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El Papa Francisco - Foto: NA

Según publica La Nación Ostentó buena voz y tuvo un baño de multitud cuando recorrió la Plaza para saludar a los 60.000 fieles presentes; llamó a cuidar los “tantos cristos abandonados de hoy” y admitió: “yo también necesito que Jesús me acaricie”.

Por: Elisabetta Piqué

Después de haber pasado tres días internado en el hospital Gemelli por una “bronquitis infecciosa” que alarmó al mundo, demostrando su determinación de pastor que quiere estar con sus ovejas a toda costa, el papa Francisco presidió hoy la misa solemne de Ramos y de la Pasión del Señor, liturgia que abrió la Semana Santa. Desde allí, con un aspecto sorprendentemente bueno, un día después del alta, tras recordar el sufrimiento de Jesús en la cruz, hizo un fuerte llamado a cuidar a los “tantos cristos abandonados de hoy”.

En la celebración, que tuvo lugar en una Plaza de San Pedro con más de 60.000 fieles de todo el mundo con sus ramas de olivo y palmas, el Papa, de 86 años, apareció en relativo buen estado. Con ayuda, pudo subir y bajar del jeep blanco que lo llevó hasta el obelisco de la plaza, donde, como es tradición, tuvo lugar, después de una procesión, la bendición de las palmas. La misa, como se había adelantado, la celebró un compatriota, el cardenal argentino Leonardo Sandri, vicedecano del Colegio Cardenalicio. Según explicó el Vaticano, este formato ya había sido decidido antes de la internación, debido al problema de rodilla de Francisco que le impide estar mucho tiempo parado. Al final de la ceremonia, al margen de saludar a cardenales muy sonriente y haciendo bromas, fue aclamado por la multitud cuando a bordo de su papamóvil recorrió la Plaza para saludar a fieles llegados desde todo el mundo, mientras repicaban las campanas de la Basílica. En ese momento también se lo vio bien, ostentando energía, levantando su brazo y bendiciendo a la gente.

En una jornada soleada pero fresca, más abrigado de lo normal, con un sobretodo blanco y luego adivinándose sweters debajo de los paramentos rojos, Francisco estuvo acompañado en esta ceremonia de enorme importancia para la Iglesia católica y a la que no quiso faltar, por 40 cardenales, 30 obispos y 300 sacerdotes.

En la homilía, que giró en torno a la invocación de Jesús “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado”, pronunciada en la cruz, escuchada en el Evangelio, el Papa recordó que, en verdad, ese sacrificio demuestra cuánto Dios nos ama.

“Hermanos y hermanas, un amor así, todo para nosotros, hasta el extremo, puede transformar nuestros corazones de piedra en corazones de carne, capaces de piedad, de ternura, de compasión”, explicó, con voz clara. “Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados. Porque en ellos no sólo hay personas necesitadas, sino que está Él, Jesús abandonado, Aquel que nos salvó descendiendo hasta lo más profundo de nuestra condición humana. Por eso quiere que cuidemos de los hermanos y de las hermanas que más se asemejan a Él, en el momento extremo del dolor y la soledad”, siguió.

“Hoy hay tantos ‘cristos abandonados’. Hay pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; hay pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; emigrantes que ya no son rostros sino números; presos rechazados, personas catalogadas como problemas”, denunció. En ese momento, saliéndose del texto ya preparado, recordó a un sintecho alemán que murió la semana pasada debajo de la columnata de Bernini de la Plaza de San Pedro, “solo y abandonado”. “Es Jesús para nosotros. Muchos necesitan de nuestra cercanía, muchos abandonados”, comentó y agregó, quizás pensando en sus días de internación: “yo también necesito que Jesús me acaricie y se acerque y por esto voy a buscarlo en los abandonados, en los solos”.

Francisco lamentó también los “tantos cristos abandonados invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor y que no encuentran otro camino que el suicidio”.

Luego de subrayar que “Jesús abandonado nos pide que tengamos ojos y corazón para los abandonados”, fue más allá y clamó: “nadie puede ser marginado, nadie puede ser abandonado a su suerte”. “Porque, recordémoslo, las personas rechazadas y excluidas son iconos vivos de Cristo. Nos recuerdan la locura de su amor, su abandono que nos salva de toda soledad y desolación”, agregó. “Pidamos hoy la gracia de saber amar a Jesús abandonado y saber amar a Jesús en cada persona abandonada. Pidamos la gracia de saber ver y reconocer al Señor que sigue gritando en ellos. No dejemos que su voz se pierda en el silencio ensordecedor de la indiferencia. Dios no nos ha dejado solos: cuidemos de aquellos que han sido dejados solos”, exhortó.

El Papa nunca se refirió concretamente a su internación –a raíz de un malestar que se temió fuera un problema cardíaco, el miércoles pasado que lo obligó a quedarse en el hospital Gemelli hasta el sábado-, salvo al final de la ceremonia, cuando, en el tradicional Angelus del mediodía, que recitó desde la Plaza, agradeció los buenos deseos de pronta recuperación llegados desde todo el mundo.

“Les doy las gracias por su participación y también por sus oraciones, que han intensificado en los últimos días. ¡Gracias!”, dijo, provocando aplausos entre las miles de personas presentes.

Como todos los domingos, también recordó el “martirizado” pueblo ucraniano al mencionar una caravana de paz que partió desde Italia hacia Ucrania llevando artículos de primera necesidad, así como ramos de olivo, símbolo de la paz de Cristo. “Nos unimos a este gesto con la oración, que será más intensa en los días de Semana Santa”, aseguró.

Finalmente, volvió a poner hincapié en la importancia de la celebración, que marcó el inicio de la Semana Santa: “los invito a vivirla como nos enseña la tradición del Santo Pueblo Fiel de Dios, es decir, acompañando al Señor Jesús con fe y amor”. “Aprendamos de nuestra Madre, la Virgen María: ella siguió a su Hijo con la cercanía de su corazón, fue una sola alma con Él y, aun sin comprender, junto a Él se entregó plenamente a la voluntad de Dios Padre. Que la Virgen nos ayude a permanecer cerca de Jesús presente en las personas que sufren, descartadas, abandonadas. A todos, un buen camino hacia la Pascua”, deseó. (La Nación)

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