(Por Rubén Lasagno) – De manera recurrente y elección tras elección, la clase política habla de la “inseguridad” y teorizan sobre las formas de combatirla. Todo el tiempo aparecen propuestas para ejercer algún tipo de “control de armas” en la sociedad civil, pero sin la idea clara de cómo hacerlo y ni para qué sirve expresamente.
Montados en este argumento, aparecen las proposiciones más diversas en su mayoría tan estériles como las fórmulas propuestas para revertir el fenómeno que está en segundo lugar después de la Economía en nuestro país.
De acuerdo a la definición formal, el control de armas es la restricción del desarrollo, experimentación, fabricación, implementación, proliferación o utilización de armas. El concepto es tan amplio y vasto como controvertido y universal, el cual permite una significativa aparición de sub temas que hacen interminable la discusión sobre el asunto.
Cuando un candidato político habla de aumentar el control de armas, nadie sabe (ni él mismo lo entiende) a qué se refiere, específicamente y hace hincapié en dos ejes de un tema controvertido: desalentar las ventas de armas a civiles e instalar que este control, basado especialmente en reducir o prohibir la venta de armas, servirá para que los homicidios bajen considerablemente en el país, como si los que matan, roban y ejecutan a sus víctimas fuera Legítimos Usuarios, es decir, aquellos que el propio Estado tiene registrados, blanqueados, auditados e identificados en la ANMAC (ex RENAR).
En tanto, estos mismos políticos, eluden hablar de cómo detener el tráfico de armas ilegales, de cómo combatir el robo en los arsenales de la policía, el ejército, la Gendarmería, Prefectura y de la policía provincial y Federal, núcleos proveedores de esas mismas armas que los delincuentes usan en contra de los ciudadanos que, con estas medidas restrictivas, buscan dejar aún más indefensos.
Contámelo otra vez
Hay un país en el mundo en el cual la adquisición de armas es imposible. La restricción es total, por lo tanto, todo indicaría que si la gente no tiene acceso a las armas, la integridad de la sociedad está a salvo. Craso error. El concepto de que el control de armas sirve para disminuir los riesgos en la calle, es una falacia y aquí el más claro ejemplo.
El 8 de julio de 2022 un japonés llamado Yamagami Tetsuya terminó en quince segundos con la vida del primer ministro de ese país Shinzo Abe.
Japón es uno de los países donde más regulaciones existen para adquirir y tener un arma de fuego. Es prácticamente imposible la tenencia civil de un arma.
Las pistolas y las escopetas están prohibidas y para hacerse de una carabina calibre 22 o un aire comprimido, se debe pasar por un tamiz legal tan grande y complicado, que el japonés medio decide usar el cuchillo, cualquier las armas blancas o la tradicional “katana”, para dirimir sus conflictos.
Dos fenómenos concurrentes se dieron cita en este magnicidio aquel día del año 2022. Un loco que no era nuestro “Legítimo Usuario” sino un reprimido tirador con práctica militar y un primer Ministro que “como en Japón no pasa nada”, suprimió la seguridad mínima y quedó expuesto, no a un arma, sino, a un loco, elemento del factor humano impredecible e indetectable.
Izquierda DP12, arma convencional, derecha la armada por Tesuya para matar al presidente
Y el loco Tetsuya que quería eliminar a Abe, pero no podía comprar un arma debido a la restricción, fue a una tienda, compró una madera, hizo un pistolete rústico pero seguro; sobre la madera colocó dos caños, los encintó para fijarlos sobre la base y evitar que se movieran, les fabricó una recámara casera con un disparador rudimentario con aguja detonadora a resorte, usó dos cartuchos 12,76 que seguramente consiguió en la ilegalidad, se acercó a dos metros del Primer Ministro, le disparó una vez, erró y con el segundo cañón de la improvisada arma, le disparó por segunda vez y lo mató.
Fácil, simple y expresamente mortal, fue el ingenio que terminó con la vida de un hombre público, sostén de la prosperidad nipona desde hace una década. Y el ciudadano japonés que vive en un país con estricto control de armas, pudo cumplir su cometido fabricando su propia arma letal, la cual jamás podría haber adquirido legalmente.
En Japón hay control estricto de armas. Nadie compra y nadie vende, pero tampoco nadie se defiende. La sociedad y el gobierno se hierven en sus propias convicciones. ¿Creen que con decir que no, el demente, el loco, o el criminal, anulará su instinto y no buscará alternativas para matar?.
Don Tetsuya no pudo tener en sus manos una DP12, escopeta de dos cañones y semiautomática como se muestra en la foto de la izquierda, pero inventó un ingenio similar y resultó tan “eficiente” para su propósito, como aquella cuya venta se prohíben en Japón.
La diferencia es que una se vende en el mercado legal de armas, que en Japón está absolutamente prohibido y la otra la armó Tetsuya en el taller al fondo de su casa.
Puntos de vista
La imbecilidad humana, en tanto, dice que si suprimimos las armas, prohibimos la venta y desarmamos a las sociedad, bajamos el crimen. Pero toda la experiencia en materia de seguridad social en los principales países del mundo, dice que no es así. Los ejemplos huelgan.
En Argentina al narcotráfico, la narcodelincuencia, los asesinos políticos, financieros y femicidas no los alcanza ninguna prohibición de ventas de armas ni control legal de su existencia, porque obvio, ninguno de ellos respeta las leyes. Y eso, el Estado no lo controla, ni lo combate; por el contrario, lo fomenta y ayuda, toda vez que escuchamos a candidatos y diputados de todos los partidos apoyados por periodistas ignorantes en el tema, decir que el problema de la sociedad civil está en las armas legales y no en la delincuencia, el tráfico ilegal de armas y el crimen organizado que ellos, con esos proyectos de dudoso objetivo y poca sustentabilidad argumentativa y fáctica, acompañan sus discursos políticos, hablando de lo que no saben y no diciendo lo que realmente sucede y ocultan, convenientemente. (Agencia OPI Santa Cruz)
Excelente reflexión. Todo verdad
Soy un convencido que los delincuentes hoy en día no estarían tan cebados si, a cada legítimo usuario, con el correspondiente curso de tiro defensivo aprobado, se le otorgara el permiso de portación-
Hablan de Seguridad y no conocen como funciona la Oficina de Guardia de una Comisaría. Por otro lado, en mi caso, con 28 años en Policía, hoy retirado de servicio activo, NO RETIRADO EN FORMA OBLIGATORIA, pero sigo siendo policía, tengo todas las atribuciones, menos ascender y sancionar. Para portar un arma, similar a la que porté durante 28 años, debo dar Examen ante un pararulo puesto a dedo, rendir condiciones de tiro, Certificado Psicofísico (eso esta bien) y después de todo el trámite y pagar por supuesto por sellados, perder tiempo en trámites, me dicen “usted no puede tener armas o portarlas”. Claro, no les conviene son unos (en caso de la provincia de Bs. As.) 10.000 policías más que conocen la calle y los chorros y ahí radica el problema.