(Por: Rubén Lasagno) – Sin duda hay dos justicias y hasta me animaría a decir que hay tres o cuatro, según el rango social en el que nos paremos, el poder económico que detentemos, la cantidad de gente que podamos comprometer con nuestro conocimiento y las relaciones cercanas que tengamos con el poder, entiéndase éste último, el político, el judicial, el económico y el mafioso, el último, una conjunción de todos los anteriores que conforman lo que en el concepto comunitario del delito se ha denominado “crimen organizado”. De todo ello, dependerá la justicia que nos toque.
José Luis Cabezas fue un simple fotógrafo que hace 28 años, que el 25 de enero de 1997, cumplía la orden de seguir y fotografiar al fantasma llamado Alfredo Yabrán, un tipo vinculado con el bajo mundo de las finanzas, la droga y el lavado de dinero; conectado con cuanto gobierno pasó por aquellos años en la Argentina convulsionada de los ´90 y un protegido por el menemismo, sin ninguna duda, un “lavaperros” de una trama superior a él y que, como años después sucediera con Lázaro Báez, se hacía llamar “empresario”:

El autor de la frase “sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente”, hizo que a Cabezas le pegaran un tiro por haberle tomado varias fotos, con las cuales, al fantasma, le habían corrido la sábana blanca y el fotoreportero le puso rostro a la incógnita, un pecado imperdonable que al empleado de la revista Noticias, le costó la vida.
Desde entonces, algunos aseguran que “el periodismo cambió”. En realidad el periodismo no tuvo mucho que ver en esto, de hecho Cabezas no era periodista, aunque trabajaba para una revista de investigación; acá lo que sobresalió fue un nicho de impunidad absoluto (lo cual no se desconocía en el país, solo se mantenía oculto) que encubría una mafia muy poderosa, con profundas raíces en el gobierno de Carlos Menem pero venía organizada y actuando desde la dictadura militar y constituía una delincuencia muy compleja, que molestaba la empresa periodística que empleaba a Cabezas y a Gabriel Michi, el encargado de hacer las notas; esa mafia, nunca desapareció ni terminó con la presunta muerte de Yabrán y digo presunta, no para insertar una cuña conspiranoide a la columna, sino porque cuando la mafia y el poder se unen, los encubrimientos de los hechos (ejemplo: muerte de Nisman) suelen superar la realidad.
Poder, mafia, muerte, igual: impunidad
Si hacemos un breve recorrido por los hechos ocurridos en el país que tuvieron mayor repercusión mundial y que jamás fueron debidamente investigados ni aclarados, obviamente todos, sin excepción, situados en la violenta década de los ´90, podemos concluir que el asesinato de Cabezas, fue una pieza más del ajedrez que jugaban quienes sabían de antemano, no podrían ser alcanzados por el corto brazo de la ley. Cabezas no era importante, el problema era el objetivo que tenía: hacer conocer la imagen de un mafioso que responde a la omertá, el código de silencio que ya nadie respeta.
Algunos romantizan aquella década pero, lo que en realidad hacen, es pasar los hechos de entonces por un colador, donde no mencionan el crimen organizado que se enquistó en un país que poco maduró ni aprendió de sus errores. Todas ellas se perpetúan hasta hoy. Y como si esto fuera poco, el actual presidente Javier Milei es un admirador del menemismo y hasta se empeña en revivir los albores de la pizza con champagne, que superó a la del Sushi de la Coordinadora.
Repasemos datos inquietantes de aquella década, marcada en algunos libros como “la más próspera de la Argentina”. Solo vamos a contextualizar fechas claves de crímenes aberrantes ocurridos en nuestro país para marcar esos hitos históricos que explican el resto por sí solos:
17 marzo 1992: ataque terrorista a la embajada de Israel en Argentina: 29 muertos y 2.000 heridos.
18 julio 1994: ataque terrorista a la embajada de la AMIA: 85 muertos y 300 heridos.
24 de diciembre 1994: llegada de la familia de Pablo Escobar a la Argentina, donde viven desde entonces con los negocios del narcotráfico.
15 marzo 1995: asesinato de Carlitos Menem (hijo del presidente) y Silvio Oltra
25 enero 1997: ejecución de José Luis Cabezas, fotoreportero que le sacó fotos a Alfrendo Yabrán y su esposa.
20 mayo 1998: Presunto suicido de Alfredo Yabrán en una estancia en Entre Ríos, cuando iba a ser detenido.
10 de diciembre de 1999: Carlos Menem deja la presidencia Argentina.
Ninguno de estos casos enumerados recibió justicia a más de 30 años de ocurrido los hechos. Dos atentados terroristas y un magnicidio, que en cualquier país del mundo tiene una resolución al menos parcial, donde se conoce el objetivo y los autores materiales, en Argentina siguen en el subsuelo de la justicia.
Todo pasa y por algo pasa
La llegada masiva de narcolavadores y traficantes de armas y drogas al país, tuvo en la década de los ´90, su belle epoque, creció desde entonces sosteniendo gobiernos, aportando gruesos cheques para campañas como las del propio Menem y Cristina Fernández y desde hace años, son mucho más numerosos que los capibaras en los country de Nordelta donde tienen sus mansiones.
El siucidio del capo mafia que se cobró la vida de Cabezas, terminó con toda la historia en ese mismo lugar. Héctor Colella, su continuador y la familia del fantasma, siguieron en silencio el derrotero “empresario” de Yabrán, sin que nunca se haya sabido el epílogo de la historia que la justicia se apuró a cerrar con el escopetazo en la cabeza que no permitió, ni siquiera, la identificación biométrica del suicida. Causa al archivo, caso cerrado.
El 25 de enero de 2025 en la prensa nacional algunos colegas se preguntaban por qué el crimen de Cabezas permanecía sin aclarar. No olvidemos que los autores materiales, único peldaño hasta el cual llegó la justicia, están todos libres. Y yo me contesto retóricamente reimplantando lo cuestionado en el título ¿Por qué, a la vista de lo que fue la peor década de la Argentina en crímenes sin castigo, el asesinato del fotógrafo debía ser distinto?. (Agencia OPI Santa Cruz)