Alberto Fernández y el canciller Felipe Solá sellaron “un pacto de convivencia”

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¡SON TAN MENTIROSOS Y BERRETAS…!

Según publica Clarín Tras los últimos conflictos acordaron algunos puntos de funcionamiento. El canciller tendrá más espacio con el Presidente.

Por: Natasha Niebieskikwiat

Se ve en las fotos de las reuniones y en las relaciones entre la Casa Rosada y el Palacio San Martín. Temerosos de volver a equivocarse por declaraciones “imprudentes”, desde el despacho del canciller Felipe Solá desmienten y aseguran “que nada ha cambiado” en su vínculo con Alberto Fernández.

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Sin embargo, en Casa de Gobierno confirman: en aquella ríspida reunión que mantuvieron a solas el Presidente y el ministro de Relaciones Exteriores en la víspera de la visita de Estado que Fernández hizo a Chile el 26 y 27 de enero pasado, hubo un pacto. Un acuerdo de “paz” por lo menos en esta nueva “temporada” de dos hombres cuya relación más que centrífuga es centrípeta, según las definiciones de un funcionario que los aprecia a ambos.

Esa agenda de la relación entre el Presidente y su canciller se estaría respetando. Fernández quiere trabajar sobre la integración y el diálogo con sus vecinos del Mercosur, aunque persistan diferencias. Quiere lucirse en el ejercicio de la presidencia pro témpore del Mercosur; quiere un acuerdo de libre comercio del bloque con la Unión Europea.

Y quiere aliarse a Joe Biden, en lo que hace al multilateralismo y la lucha contra el cambio climático. Resta resolver la traumática posición del kirchnerismo frente al chavismo, donde el mensaje de la nueva administración en Washington no da cabida a matices y por ahora continúa la senda de Donald Trump.

Pero para todo eso, Alberto F. también necesita de la figura de un canciller, sin crisis. Quienes analizan desde adentro lo ocurrido reconocen que el Presidente habría llegado a la conclusión de que el relevo de Solá tendría más costos aún que su desgastada presencia en el Gabinete.

Esta suposición estaría derivada del hecho de que cada vez que hubo un cambio de funcionarios -como recientemente en YPF-, en los que no pudo imponer a un hombre de su confianza y por el contrario, debió aceptar más figuras cristinistas y de La Cámpora.

El pacto de convivencia que sellaron busca estirar este vínculo hasta las próximas elecciones legislativas o al menos hasta mitad de año, cuando pueda haber un cambio de ministro favorable a Fernández.

La visita de Estado a Chile sirvió de escenario del acuerdo Presidente-canciller. Solá pudo desempeñar su lugar de ministro destacado. Y también se verificó en las conversaciones internacionales del Presidente de los días sucesivos. En el Foro de Davos, en sus diálogos telefónicos con la jefa del ejecutivo alemán, Angela Merkel, con el premier Antonio Costa, con presidente ruso Vladimir Putin y con el francés Emmanuel Macron, por decir algunos.

El canciller estaba molesto porque en reiteradas ocasiones el círculo cercano del Presidente no lo había incluido en encuentros -aunque virtuales- internacionales. Esa actitud también excluyó al jefe de la diplomacia argentina en citas presenciales como el viaje del mandatario a Uruguay.

A su vez, en numerosas ocasiones, Alberto F. bendijo con la invitación a su lado al secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz o al secretario General de la Presidencia, Julio Vitobello, por lo general poco amigables al canciller, al igual que el jefe de Gabinete Santiago Cafiero y el ministro de Economía, Martin Guzman.

Cerca del Presidente adjudican al canciller un carácter excesivamente celoso, imprudente en sus declaraciones y de “pocas pulgas”. Aún así, pese a los errores de Solá, -afirman cercanos a ambos- Alberto F. sentiría culpa con su ministro porque fue uno de los primeros que impulsó la unidad con Sergio Massa, Cristina Kirchner y él mismo.

En el comienzo de la administración, algunos sostuvieron que esa fue la razón por la que Solá fue nombrado canciller, un cargo al que nadie imaginaba podía aspirar y cuando se suponía que pretendía ser ministro del Interior. La imposición cristinista de Eduardo Wado de Pedro como titular de la cartera política habría provocado el desembarco de Solá en el Palacio San Martín.

Pero sobre el fin de año hubo un fuerte traspié del ministro. Fue tras la conversación telefónica de Alberto F. y Joe Biden. Solá no llegó a tiempo porque desde Presidencia no se le informó bien si era en Olivos o en la Rosada. Lo que tenía a mano era un reporte de lo que Alberto F. quería hablar. Pero salió por radio a decir que el argentino y el demócrata habían conversado sobre las negociaciones con el FMI cuando ello no había ocurrido. Fue la primera gran crisis de fin de año. La otra fue inmediata: un tuit tras la asunción de Biden, en la que además de felicitarlo, Solá buscó marcarle cancha al nuevo presidente de Estados Unidos, pidiéndole que no se comportara con la región como Donald Trump. Alberto F. montó en cólera.

En ese duro diálogo antes de viajar a Chile, Solá también pidió que Alberto F. hablara directamente con él los temas de la política exterior. Desordenado a veces, sin reglas claras muchas veces para con su Gabinete, a Fernández le gusta telefonear directo y decidir cosas directamente con el jefe de Gabinete de la Cancillería, Guillermo Justo Cháves, quien pese a ser cuñado del canciller es hombre y amigo del Presidente desde las épocas del Grupo Callao y la campaña electoral.

Fernández habla directamente con él como con los embajadores Jorge Argüello (Estados Unidos), Daniel Scioli (Brasil); Rafael Bielsa (Chile); Sabino Vaca Narvaja (China). Es su facultad como Presidente. Pero Solá pidió más inclusión. Alberto F., que modere su temperamento y evite nuevos errores. (Clarín)

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