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Boudou está tranquilo. Con Katsav y Wulff tienen algo en común


20/03 – 11:30 – En una columna nuestra, habíamos observado hace un tiempo la diferencia entre Alemania y Argentina. Mientras allí un presidente acusado de corrupción fue obligado a renunciar, aquí un Vicepresidente altamente comprometido en maniobras dolosas contra el Estado, es sostenido por el aparato oficial del gobierno. Ahora, el periodista Juan Carlos Vega, de Clarín hace un análisis aún mucho más completo y y significativo.

Moche Katsav siendo Presidente de Israel fue sometido a juicio por delitos sexuales. Siguiendo la milenaria ley judaica, fue condenado a 8 años de prisión. La Corte lo condenó con el máximo de la pena prevista para este delito con el simple razonamiento de que a mayor responsabilidad mayor pena. Si el delito es cometido por el presidente, la pena no puede ser otra que la máxima. Tan sencillo como eso.

Christian Wulff, siendo presidente de la República de Alemania es acusado de cometer actos de corrupción. En tres meses es levantada su inmunidad, es sometido a juicio y aceptada su renuncia a la presidencia del Estado. Todo ello con pleno acuerdo de la Canciller Angela Merkel.

Amado Boudou es vicepresidente de la Argentina y está denunciado por negociaciones incompatibles con la función pública, enriquecimiento ilícito y lavado de activos. A diferencia de lo que sucede en Israel y Alemania, nuestro vicepresidente parece no tener problemas con la ley y, lo que es más grave, ha sido declarado por el Gobierno inocente y víctima de una conspiración.

Estas diferencias tienen varios significados: 1° En Alemania e Israel existe una Justicia independiente del poder y en Argentina no. Los jueces argentinos prefieren juzgar 10 homicidios, 20 robos y no un delito del poder.

2° Los delitos de corrupción gozan de impunidad en la Argentina. Son siempre delitos del poder y siempre perjudican a los pobres. El informe del Centro de Investigación para la Prevención de la Criminalidad Económica (CIPCE) del año 2007 muestra la vergüenza de que un proceso judicial por corrupción dure en nuestro país un promedio de 14 años y sólo tiene un 4% de condenas. El costo anual de la corrupción es calculado por el CIPCE en más de 800 millones de dólares. Ello sin contar el impacto que la corrupción tiene en la tasa riesgo país y en las tasas de interés para cualquier proyecto de inversion.

3° La impunidad de la corrupción reposa en dos convicciones que tienen los poderosos: una es «nadie me va a controlar ni menos aun a castigar» y la otra es «mi poder dura para siempre». Estas son matrices culturales del poder en Argentina y en Angola. Estos son matrices iguales en el kirchnerismo que en el menemismo.

4° Existe un paralelismo trágico entre alta corrupción y alta brecha distributiva del ingreso. A mayor corrupción, mayor índice de Gini, es decir mayor concentración de riqueza y de pobreza. Resulta increíble que en un país con tanta dinámica de luchas sociales, el argentino haya caído en la resignación frente a esta endemia.

Amado Boudou está tranquilo. Sabe que no le pasará lo que a Katsav ni a Wulff. Por el contrario, a él le pasará lo que a Jaime, IBM, Siemens y Skanska. Es decir nada.

Presidenta, no dude. Pídale ya la renuncia a su Vicepresidente con las mismas razones que lo hizo Angela Merkel. Y que los jueces argentinos dejen de jugar con el poder. Que de una vez por todas asuman que son un poder constitucional y que la sociedad los necesita como poder de control y no como jueces del poder. (Clarín/OPI Santa Cruz)

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5 COMENTARIOS

  1. Qué buena viola. Si la vista no me falla es una Fender Telecaster Deluxe del 73! Otro sonido, es otra cosa. Debe rondar las 13 mil pesos esa guitarra.

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