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El liberal Kuczynski sorprendía en Perú

El liberal Kuczynski sorprendía en Perú
06/06 – 09:40 – Superaba a Keiko Fujimori por un punto, según los primeros resultados
Por: Ramiro Pellet Lastra
Todo indicaba esta madrugada que no habrá otra Fujimori en la presidencia de Perú. El economista liberal Pedro Pablo Kuczynski, de 77 años, se convirtió en la gran sorpresa del ballottage, según los primeros resultados oficiales y los boca de urna, que coincidieron en darle una ajustada diferencia de cerca de un punto: 50,5% contra 49,4%.

Luego de una larguísima campaña de ocho semanas, que se planteó como un duelo a muerte entre fujimoristas y antifujimoristas, Kuczynski logró revertir a última hora la ventaja de la que disfrutaba la hija del ex dictador Alberto Fujimori.

Sin embargo, el presidente de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), Mariano Cucho, pidió prudencia, porque aún faltaban escrutar los votos de las regiones más alejadas de la capital. Las encuestadoras coincidían en que la escasa diferencia entraba en el margen de error.

“Nosotros aborrecemos la dictadura y amamos el diálogo. Vamos a poder gobernar el Perú hacia un horizonte brillante y mejor. Vamos a tener consenso”, anticipó Kuczynski, que pidió, de todas formas, esperar los resultados finales.

Kuczynski proyectaba la garantía de que mantendría el piloto automático de la economía que le ha dado buenos resultados al país desde hace más de dos décadas. Si bien eran conscientes de su falta de experiencia en la arena política, sus votantes valoraron sus cuadros técnicos y su propia trayectoria como economista en organismos públicos y primados.

Más pesaban sus credenciales democráticas, ya que a la vista de la mitad del electorado Kuczynski se presentaba como el paladín de la libertad, el muro de contención del desborde autoritario que podría significar el regreso del fujimorismo a lo alto del poder, un latiguillo repetido hasta el cansancio entre los partidarios del candidato.

“Queremos un país democrático y dialogante. […] Nosotros aborrecemos la dictadura y amamos el diálogo”, dijo Kuczynski anoche desde su balcón de campaña, tras conocer los primeros resultados. Y advirtió a sus simpatizantes que debían “ser vigilantes” para que su partido contrincante, Fuerza Popular, no le quitara votos en las mesas de sufragio.

“Tenemos que ser vigilantes para que no nos roben los votos en las mesas. Por eso tomamos estos veredictos preliminares al 100% con optimismo, pero con modestia”, sostuvo. Y manifestó que la posición de su eventual gobierno estaría dirigida al diálogo con las fuerzas políticas.

Un momento crucial pareció definir la campaña. Después de la primera vuelta, Kuczynski marchó como si tal cosa a Estados Unidos, en una visita de ocho días para asistir a la graduación de una de sus hijas. En ese mismo período, Keiko recorrió el país de arriba abajo y sacó el rédito de despegarse en las encuestas.

Y mientras sumaba simpatías con un carisma del que carecía su rival, Keiko quedaba además a salvo de la condición de “extranjero” que se le atribuye a Kuczynski, hijo de inmigrantes y antiguo residente en Europa y Estados Unidos. Su propio bagaje internacional -de familia japonesa, educada en Estados Unidos y marido norteamericano- no le impidió presentarse como la más criolla de las peruanas, luciendo sombreros regionales, bailando y departiendo con la gente en sus recorridos regionales.

Pero PKK recibió una bocanada de aire fresco que lo ayudó a remontar en la campaña cuando obtuvo el apoyo explícito de la izquierdista Verónika Mendoza, a principios de la semana pasada, situada del otro lado del tablero ideológico. En ese momento se especuló con que Mendoza, más que defender la democracia, temía el triunfo de Fujimori, cuya impronta populista amenazaba con absorber el electorado más humilde, una afrenta directa a su carrera.

Una encuesta entre congresistas reveló que PPK es el líder a quien se considera más democrático y más a la derecha. Mendoza, su nueva aliada, fue la situada más a la izquierda y la menos democrática. Menos incluso que Keiko, presunta encarnación del autoritarismo.

La recta final de la campaña también vio un singular episodio vinculado al monje negro de la reciente historia peruana, Vladimiro Montesinos, el hombre fuerte del régimen de Alberto Fujimori, que orquestaba las fechorías del gobierno. La noticia en sí no fue gran cosa: le encontraron un teléfono celular en la celda donde estaba confinado. Pero fue suficiente para que su nombre resurgiera en el imaginario popular, en un momento crítico en que se jugaba la presidencia la hija de su antiguo socio.

Pese a conquistar la mayoría absoluta en el Congreso en la primera vuelta del 10 de abril, Keiko no logró despegarse del aura autoritaria que envuelve a todo el clan. El caso del celular de Montesinos fue la cereza de la torta. Manifestaciones en su contra, denuncias de lavado de dinero que salpican a algunos de sus colaboradores y las acusaciones de narcotráfico contra 11 congresistas de su partido contribuyeron a la caída del Olimpo.

Y el mismo PKK disparó con munición gruesa en cada mitin de campaña, tanto que sorprendió con un marcado cambio de tono con respecto a la primera vuelta. No ahorró denuncias, advertencias y augurios de un oscuro futuro de un “narcoestado” si Keiko accedía al poder.

En un intento de reducir el voto antifujimorista, Keiko prometió desde el comienzo que no repetiría los “errores” del pasado y que sería “firme e implacable” contra la corrupción. También dijo, en un astuto malabar de victimización, que “ha sufrido y cargado una mochila muy grande por errores de terceros y de otras personas”. Quizá no fue suficiente. (La Nación)

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