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Un juez con la aprobación de los Maldonado


10:30 Lleral trató de distanciarse de su antecesor: se acercó a los mapuches y estrechó lazos con los familiares

Por: Maia Jastreblansky
Sumido en un profundo hermetismo y cauto en extremo, el juez Gustavo Lleral asumió el caso por la desaparición de Santiago Maldonado hace más de tres semanas y, como primera medida, decidió “vender” tres problemas que cargaba su antecesor, Guido Otranto.

En primer lugar, restableció el vínculo con la familia de Santiago, que reclamaba un trato más humano y la no injerencia de ruidos externos en la causa del habeas corpus. Los Maldonado siempre criticaron el curso de la investigación que había tomado Otranto y reclamaban poner más el foco sobre la Gendarmería, aunque sin soslayar otras hipótesis. Ante todo, estaban molestos porque los abogados de los gendarmes presenciaban las audiencias y hacían preguntas a los testigos, cuando eran sólo parte requirente del caso.

Al heredar la causa, Lleral llamó a la familia por teléfono para llevarle tranquilidad. Los Maldonado agradecieron el gesto, dijeron que estaban “necesitando eso” y que la comunicación los “reconfortó”. El magistrado también determinó, días atrás, que los letrados de la Gendarmería ya no podrán inmiscuirse en los pasos procesales de la causa. Por último, el juez le tomó declaración testimonial a Sergio Maldonado, hermano de Santiago, que dijo que por primera vez pudo explicarle a la Justicia cómo era su hermano desde lo humano.

En segundo lugar, Lleral logró la confianza de la comunidad mapuche. Ante el conflicto que se vive en el Sur por el reclamo aborigen, ésa fue, quizás, la llave maestra para una pesquisa sin interferencias en el lugar donde Santiago fue visto por última vez. El juez, que vive en Trelew e instruye en Rawson, conoce ese escenario social. Y contó con una carta a su favor: nunca había tenido que investigar a los miembros del Pu Lof Resistencia en Cushamen como sí lo había tenido que hacer Otranto, en otras causas por cortes de rutas y hechos violentos, desde el juzgado de Esquel.

Lleral se acercó a la comunidad mapuche al menos dos veces antes de iniciar el primer rastrillaje. Y en ambas oportunidades fue sin custodios, sabiendo que cualquier uniformado sería repelido en el Pu Lof. Sólo así obtuvo la declaración testimonial de dos personas que dijeron haber estado con Santiago en el lugar.

Por último, Lleral intentó evitar filtraciones y no enredarse en los intereses políticos que rodean el caso Maldonado. La única vez que hizo una declaración pública fue después de recibir a los diputados que integran la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara baja y que viajó a Esquel la semana pasada.

Fue la primera vez que el juez Lleral rompió con su habitual protocolo. Quiso sacar un comunicado en el Centro de Información Judicial (CIJ), no lo consiguió a la distancia y finamente ensayó un parte desde el propio juzgado, por mail: “Su señoría dejó en claro que no puede dar a conocer ni revelar las medidas adoptadas y mucho menos divulgar hipótesis investigativas”.

Lleral tiene dedicación exclusiva para el caso Maldonado hasta fines de noviembre. Son 60 días, de los cuales ya transcurrieron 25. En este tiempo, no siempre actuó con el pie en el acelerador: la primera semana quiso dejar en orden su juzgado de origen, la segunda se dedicó a leer el expediente, que tenía acumuladas más de 2600 fojas, y recién después requirió medidas.

Ayer,Lleral encabezó el rastrillaje en el río Chubut. La pesquisa había sido ordenada por la fiscal Silvina Ávila, en el marco de la causa de presunta desaparición forzada, con la novedad de la intervención de perros rastreadores entrenados para encontrar restos humanos en el agua. (La Nación)

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