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Que el presidente Macri no se la crea


11:15 –  (Por Rubén Lasagno) – En política hay cosas que son muy valorables: la honestidad, la transparencia y la verdad son valores éticos indispensables para un jefe de Estado y su gobierno, cuestiones que hace muchísimo tiempo se perdieron y no hemos vuelto a encontrar. Llegamos tan al fondo del recipiente, que cualquier candidato que nos hable más o menos bonito, nos endulce el oído, muestre cierto carisma y nos trate bien, los cargamos de supra-valores, lo idealizamos y finalmente esperamos de él, cosas que probablemente no nos va a poder dar y por ende, nos van a sumir en la decepción (nuevamente). Y así es la vida y la política en nuestra querida patria y tal vez en el mundo.

Pero de tanto reptar en el fondo de ese pozo, hastiados por más de una década de corrupción, robo, mentira, autoritarismo, violencia, discriminación, exclusión, desmanejos, impunidad, negociados y hasta traiciones a la bandera nacional, no fuimos pocos quienes sin ser de un signo político y mucho menos “Pro”, ni radical, optamos por ponerle el voto al menos malo de lo que se nos ofrecía como más bueno. Es decir y para que se entienda en términos sencillos: en el 2015 la gente votó para sacar a un régimen establecido, más que para elegir a Macri por su buena performance política.

Esto lo debe tener en claro, tanto el presidente como todo su gobierno, porque corremos (nuevamente) el peligro de estar ante quienes se creen refundadores y luego terminan siendo, como en el caso del kirchnerismo y/o menemismo, refundidores del país y la república.

Valga esto que digo para Eduardo Costa y su gente a nivel provincial. Si bien aquí el aparato K está más vivo y aún a pesar de todo, concentra un 30% de poder de fuego (y de daño) casi intacto, Costa sabe (seguramente) y si no lo sabe está en problemas, que gran parte de sus votos provienen de la necesidad de cambiar el paradigma, pero no es, precisamente, porque se crean sus discursos. Diría que cualquier candidato que hoy esté en las antípodas del FPV tendría chances. Esto es fundamental para entender por qué podría acceder tan fácilmente al gobierno provincial en el año 2019, pero también por qué podría derrumbarse en el corto tiempo si no entiende cómo se construye esta realidad política.

Mauricio Macri ha encauzado, de alguna manera, al país por otros carriles que considero alentador y promisorio; nos acercó al mundo real del cual nos sacó el kirchnerismo, caen en la cárcel los apropiadores del Estado (aunque en algunos casos tengo mis reservas), bosquejó señales claras de libertades básicas, como la de prensa, recortada de alguna manera por el kirchnerismo con la billetera oficial y puso en orden aspectos básicos de la política, recuperó el diálogo entre oficialismo y oposición, etc; en definitiva, sin haber logrado espectaculares objetivos, encarriló algunas cuestiones que estaban olvidadas por el desmadre de la década perdida.

Ahora bien, pareciera que el presidente y su gabinete de CEOS realmente creen que han llegado allí por méritos propios y desbordan de exitismo (típico de los argentinos), al punto de pensar a la Argentina bajo el color amarillo que se tiñó en las últimas elecciones de medio tiempo y los impulsó a tomar decisiones bastante arriesgadas, sin medir el impacto de esos actos y en el futuro político inmediato.

Mauricio Macri y su joven gabinete transitan por estas horas un peligroso camino de arenas movedizas, pretendiendo ajustar hacia abajo de las clases sociales, como única opción técnica a manos por parte de un sector como el político el cual no cede prebendas ni beneficios, pero le carga en las espaldas del trabajador y de los jubilados el costo de la recuperación económica vista solo por ellos, pero inexistente en el bolsillo de los argentinos.

La propuesta salomónica de Macri, para reducirla en un breve texto, es: que los jubilados cobren menos (de hecho en el 2018 les quitarán el 40% de su actualización anual), pero no dentro de un plan de reformulación previsional, el cual podríamos colegir a futuro, podría beneficiar a todos, sino para darle aire presupuestario a la gobernadora de Buenos Aires, a quien cuida como la reina del ajedrez, cuyo tablero empezó a lustrar de cara al 2019.

Otra parte de esos algo más de 100/120 mil millones de pesos que el gobierno le quitará a los jubilados con sueldos paupérrimos, los cuales, en la mayor parte de los casos están por debajo de la línea de pobreza, los usará para pagar los intereses de la deuda. El propio Macri se ha justificado, diciendo que el ajuste no lo aplica a las empresas multinacionales, por ejemplo, porque éstas si tienen condiciones favorables, son promotoras y generadores de trabajo, éste produce riquezas y si tenemos paciencia, esas riquezas comenzarán a mostrarse en los bolsillos de los argentinos y allí si, el esfuerzo de los jubilados de hoy, será la posibilidad del futuro. En términos más claros y menos eufemísticos, este verso es la teoría del derrame de Cavallo, Menem y Cía, en la cual el vaso nunca se termina de llenar y el pueblo sediento espera con ansiedad y pobreza, lo que nunca se transformará en un poco de bienestar y esperanza. Ya lo vivimos y así nos fue.

Por otro lado, hoy en una nota del diario La Nación, se expresa claramente que un reciente Decreto presidencial publicado ayer en el Boletín oficial, establece un incremento de 202.026 millones de pesos en el gasto público, una lucha que solo parece estar en el discurso del presidente, pero en los hechos se aleja cada vez más de su materialización.

Es decir, esto ya lo vivimos en algo más de 30 años de democracia que cargamos en las espaldas: pontifican desde el gobierno, nos piden “ajustar el cinturón” pero al mismo tiempo la “dolce vita” sigue y persigue metas inclaudicables, en la búsqueda del bienestar propio de la minoría selecta que gobierna y sus amigos, sean estos empresarios, banqueros, exportadores, importadores, mineros, petroleros y obviamente, de la clase política la cual se auto-preserva y excluye de cualquier tipo de sacrificio. Es más o menos lo que hizo el kirchnerismo, solo despojado de tanto populismo y relato oficial, pero aderezado con el mismo condimento de engaño, frustración y objetivos de gran impacto entre los que menos tienen.

Como al principio, entonces, decimos: que el presidente no cometa el error que tantos han cometido: creerse refundador, intocable, único, rector de la voluntad de todos y dueño de la verdad. Los mismos que han votado para sacar el régimen establecido en la década pasada, lo sacudirán en las próximas elecciones si rema en contra de la decisión del pueblo. Ya nadie en Argentina, tiene la silla atornillada y en buena hora que así sea.

Hay algo que es inexcusable: el kirchnerismo no tiene autoridad moral para ser oposición en un país al que destruyó; esto es cierto, pero celebro que en el Congreso “Cambiemos” no tenga mayoría absoluta y espero que así siga por el resto de los años de institucionalidad que le quedan a la Argentina. Ya sabemos lo que pasa cuando el Congreso se transforma en la cueva de las manos, como fue el objetivo de los Kirchner. En tanto el recinto de diputados y senadores sea un cuadro variopinto, que exija al Ejecutivo a discutir, consensuar y hasta pelearse como ayer en el lamentable escenario que nos regaló el poder legislativo, habrá esperanzas de no caer en otro populismo, en otro autoritarismo y en otra gran injusticia para quienes no tenemos el poder del poder.

Mientras afuera, en al calle, haya una oposición popular coherente, sana, crítica y constructiva, no hablo de los vándalos que hacen marchas para romper todo enmascarados y cortan calles pidiendo el fin de la “dictadura de Macri”, los cuales debieran estar presos, vamos a crecer como país y le vamos a poner a éste gobierno y a los que vengan, la luz amarilla del voto como limitante de amenaza de expulsión del poder. Es la enorme (y única) arma con la que contamos para sacudirnos los populismos de un lado y otro, los conservadorismos retrógrados y los capitalismos a ultranza, desde donde solo se busca la supervivencia de los más fuertes, el fortalecimiento de las corporaciones y cuando se debe recortar, como es el caso de “Cambiemos” en este momento tan difícil de la Argentina, le meten la mano en el bolsillo a los que menos tienen para solventar sus desvaríos e ineficacias. (Agencia OPI Santa Cruz)

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