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El norte bonaerense, otra vez bajo el agua

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El norte bonaerense, otra vez bajo el agua
27/12 – 11:00 – Murió un hombre en Ramallo; 500 personas fueron evacuadas en 11 distritos

Por: Evangelina Himitian
Juan Pizarro y su familia todavía estaban festejando la Navidad cuando el rumor que circulaba por el pueblo se volvió una amenaza real. No era sólo el pronóstico: iba a llover, y en serio. Otra vez. Para no alarmar a los suyos, Juan se puso de pie a eso de las 20 y, mientras su familia comía, buscó las llaves del auto y lo llevó a la casa de su hija, en la parte alta de la ciudad. Después hizo lo mismo con las dos motos. “¿Qué hacés, Juan?”, le preguntó su mujer. “Va a llover feo”, respondió. Sus palabras fueron el final abrupto de los festejos. No se había equivocado. Durante la noche, el agua no paró de caer y el temporal dejó sus secuelas.

Una persona murió en Ramallo, luego de que el auto en el que se trasladaba se despistó y cayó en el interior de un canal. Unas 500 personas debieron ser evacuadas en esta ciudad y en otros diez distritos del norte bonaerense afectados por la inundación.

También castigó Ramallo, Colón, Arrecifes, Rojas, Salto, San Nicolás, Florentino Ameghino, General Villegas, Baradero y San Antonio de Areco. Como consecuencia, cuatro rutas permanecieron cortadas al tránsito, tres a causa de la lluvia y una, la ruta 8, por el reclamo de los vecinos que están hartos de inundarse.

Aquí, en Pergamino, como consecuencia de los 200 milímetros de agua que cayeron, varios barrios quedaron bajo el agua. En algunos casos, adentro de las viviendas subió hasta 1,80 metros. Más de la mitad de la ciudad quedó sin luz.

En la noche del 25, la amenaza de la lluvia que no paraba fue suficiente como para que en la casa de los Pizarro nadie pegara un ojo en toda la noche. Ni ellos ni sus perritas Tuqui y Chiara. Esa noche nadie durmió. La crecida llegó entre las 8 y las 8.30. Aunque habían tomado los recaudos de levantar las cosas a un metro, el agua superó la expectativa y trepó hasta un metro y medio. “Más que en febrero último, más que en agosto de 2015, casi tanto como en 2007, más o menos a la altura de 1995”, cuenta Pizarro. Y no hace falta más para entender que ésta es una historia repetida.

“Justo había cambiado la mesada de la cocina. Quise tener todo lindo para festejar Navidad. Qué bronca. Las cosas van y vienen. Pero cuando son tu cosas, esas que hiciste con tanto amor y esfuerzo, duelen más”, dice entre lágrimas. Juan vive a unas tres cuadras del arroyo que divide Pergamino en dos. Que se desbordó y cambió la cara a la ciudad.

En distintas zonas se ven los devastadores efectos de la crecida. Hay más de 200 familias evacuadas y autoevacuadas. Y anoche el panorama era peor, ya que buena parte de la ciudad estaba sin luz porque se inundó un transformador de media tensión.

El pico de la crecida se esperaba para la tarde, aunque el cielo, que finalmente se despejó, prometía una tregua. Entonces se instaló la obsesión por medir el agua. Los vecinos improvisaban sistemas para medir si estaba creciendo o bajando. Una señora traía la buena noticia a los inundados que esperaban al borde del agua. Decía que su vecino que es ingeniero había medido y que el agua ya no estaba creciendo a un ritmo de 8 cm por hora, sino que había subido 8 cm en cuatro horas.

Los chicos de Pergamino, ajenos a la desgracia de la inundación, aprovechaban para meterse a esas piletas formadas en las calles e improvisaban un carnaval en las orillas.

Las hijas de María Gómez lo vivieron distinto. Ellas sufrieron en carne propia el miedo a la crecida durante toda la noche. Cuando amaneció estaban ahí esperando la crecida, que llegó poco después y se llevó su ropa y sus cosas. Elizabeth, de 7 años, lloraba. La llevaron a la casa de una tía. Le preguntaba a su mamá por qué otra vez. Y la mamá no sabía qué responder.

Cintia De la Sota tiene 29 años y vive en el barrio Centenario. Toda su casa quedó bajo el agua. “Mi hermano fue recién a ver y había 1,90 m adentro. No se salvó nada. No nos dio tiempo a nada.” Se lamentaba, con el agua hasta las rodillas, en la casa de una amiga que acumulaba menos caudal que la suya.

Mientras la gobernadora María Eugenia Vidal visitaba la ciudad, por la calle Florencio Sánchez las canoas y los botes iban y venían trasladando personas y mascotas. Llevando agua y pidiendo a la gente que no se quedara adentro de las casas con agua, porque no se sabía cómo iba a evolucionar el arroyo. Algo similar ocurrió en algunos barrios de Arrecifes, donde alrededor de 150 personas permanecían evacuadas, luego de que el río alcanzara una altura de 7,70 metros y provocara anegamientos en 30 viviendas. “Esta crecida se debe al agua que baja de Pergamino y Colón, donde, al igual que en este partido, se registró un intenso temporal de lluvia”, explicaban desde el cuerpo de bomberos de esa ciudad.

La peor cara

Quizás esa sea la peor cara de la inundación. Pasado el peor momento, y cuando el agua empieza a bajar, son las otras localidades cercanas las que reciben el impacto de la llegada de ese volumen líquido.

Algo que ayer se temía, por ejemplo, en San Antonio de Areco. Al mediodía, aunque el río Areco no se había desbordado, la crecida de ríos y arroyos de la región hacía temer una nueva inundación, sobre todo cuando se escurriera el agua de Pergamino y Arrecifes. Ante la inquietud de los vecinos, que temían volver a inundarse, el intendente de Areco, el kirchnerista Paco Durañona, expresó en Twitter su preocupación por cómo afectaría la noticia al turismo de la región y difundió una foto que mostraba que el río no se había desbordado. Sin embargo, durante el recorrido de LA NACION por la zona, muchos campos a la vera de la ruta 8 tenían agua en su superficie. Incluso, en algunos tramos, había vecinos que se habían inundado y estaban luchando para poner a salvo sus pertenencias previendo una crecida. “Los problemas concretos fueron provocados por una obra en la autopista”, dijo el intendente. “Avísele a Vialidad Nacional”, tuiteó.

Por la mañana, cuando Miguel Ángel Maldonado, el parrillero del Rancho del Tata, se levantó, se encontró con que el agua ya estaba adentro del restaurante. Fue como haberse despertado un año y medio atrás. Otra vez, esta parrilla de Areco, al borde del kilómetro 33 de la ruta 8, estaba tapada por agua. “Hoy no abrimos”, advertía Maldonado, como si faltara explicación. No hay cómo llegar hasta allí sin atravesar una pileta de un metro y medio de líquido. “Es una desgracia. Todos los años vivimos la misma historia”, se lamentaba. (La Nación)

1 COMENTARIO

  1. salvo el periodo 1983/1989 la provincia de buenos aires fue gobernada hasta el 10/12/2015 por el peronismo
    siempre prometieron obras hidraulicas para atemperar el problema de las inundacines y jamas realizaron alguna sobre todo en el ultimo periodo con el peor gobernador (daniel scioli) que hasta tuvo el coraje de irse a pasear a italia en plena inundacion y siquiera jamas visito una zona inundada para no enfrentar a la gente o sea que ademas de felpudo fue un cobarde

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