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El tiroteo más violento de la historia reabre viejas heridas en EE.UU.


10:00 Un hombre de 64 años abrió fuego desde la ventana de un hotel contra el público de un concierto en Las Vegas; disparó durante 10 minutos desde el piso 32 y luego se suicidó; Trump evitó hablar de regular más las armas

Tenía un verdadero arsenal en una suite del piso 32 del hotel Mandalay Bay de Las Vegas, pero nadie sospechaba que planeaba transformar un festival de música country en el blanco del tiroteo más sangriento de la historia de Estados Unidos.

Un hombre de 64 años, identificado por la policía como Stephen Paddock, disparó anteanoche desde una ventana del hotel durante más de 10 minutos contra unas 22.000 personas en un concierto a cielo abierto. El saldo fue escalofriante: 59 muertos y más de 500 heridos.

El ataque conmovió a un país ya acostumbrado a este tipo de violencia y reabrió el debate sobre el control de las armas.

Los disparos convirtieron la música en gritos y desataron una estampida de miles de personas desesperadas por huir de la carnicería.

Testimonios de testigos y sobrevivientes y videos en las redes sociales revelaron una escena dantesca y caótica: muertos, heridos, charcos de sangre, gente corriendo a los gritos, arrastrándose o atropellando a otros en busca de refugio entre los disparos, mientras el cantante, Jason Aldean, figura de la música country, enmudecía y dejaba el escenario a las zancadas, dándole la espalda al micrófono.

“Los disparos duraron 10 o 15 minutos. No paraban”, dijo a CNN una sobreviviente, Rachel De Kerf, que grabó un video con su teléfono en el que se oían más de cinco minutos seguidos de tiros.

La masacre de Las Vegas dejó por lo menos 59 muertos y 527 heridos. Fue el peor tiroteo masivo en la historia moderna del país, el último eslabón de un flagelo atado a nombres de escuelas, universidades y ciudades como Sandy Hook, Columbine, Virginia Tech, San Bernardino o la disco gay Pulse, en Orlando. Esta última fue, hasta ayer, la peor matanza, donde Omar Marteen mató a 49 personas, un ataque reivindicado por Estado Islámico.

El grupo terrorista se adjudicó el tiroteo en Las Vegas, pero el FBI y la policía local dijeron que no habían encontrado un vínculo con Paddock. El motivo del ataque era un misterio. “No puedo meterme en la mente de un psicópata ahora”, dijo ayer el jefe de policía local, Joe Lombardo. La Casa Blanca dijo que era prematuro hablar de un “acto de terrorismo”.

“Fue un acto de pura maldad”, definió el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en un breve y sobrio mensaje desde la residencia oficial.

Trump ofreció sus condolencias a las familias de las víctimas, agradeció la respuesta de la policía, los bomberos y los paramédicos de Las Vegas, anunció que viajará a la ciudad mañana y ensayó un llamado a la unidad, una reacción política tradicional a las masacres, que, al igual que varios de sus predecesores, siguió al pie de la letra.

“En momentos de tragedia y horror, Estados Unidos se reúne como uno. Y siempre lo ha hecho. Invocamos los lazos que nos unen. Nuestra fe, nuestra familia y nuestros valores compartidos. Invocamos los vínculos de la ciudadanía, los lazos de la comunidad y el consuelo de nuestra humanidad común”, afirmó el presidente.

Hubo, eso sí, una diferencia sustancial con su predecesor Barack Obama: en ningún momento Trump, respaldado por la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, según sus siglas en inglés) durante la campaña presidencial, mencionó la posibilidad de impulsar más controles sobre las armas de fuego. Su vocera, Sarah Huckabee Sanders, dijo que era prematuro abrir el debate. Varias figuras demócratas exigieron un cambio de política.

“Miren, esto es una tragedia inenarrable. Hoy es un día para consolar a los sobrevivientes y para llorar a los que perdimos”, dijo Sanders, en su tradicional conferencia de prensa, que ayer fue mucho más corta que de costumbre. “Hay un tiempo y un lugar para un debate político, pero ahora es el momento de unirnos como un país”, justificó.

Estados Unidos sufre lo que algunos llaman una “epidemia de violencia armada”. Cuatro de cada diez personas viven en una casa donde hay al menos un arma, cuya posesión está amparada por la segunda enmienda de la Constitución.

Los tiroteos masivos -cuando cuatro o más personas son heridas o asesinadas-, un flagelo de todos los días, son cada vez peores. De los 10 episodios más sangrientos, seis ocurrieron en los últimos diez años. La organización Gun Violence Archive, que monitorea estas masacres desde el ataque de Sandy Hook, registró 383 incidentes el año anterior, más de uno por día. En 2015, fueron 333. Este año, con la masacre de Las Vegas, ya van 273.

Tras disparar por varios minutos, la alarma de incendios de la suite de Maddock develó su posición. Agentes del equipo táctico SWAT utilizaron explosivos para entrar en la habitación, donde lo hallaron muerto. La policía cree que se habría suicidado. Había una veintena de armas de fuego en la habitación, dijo la policía local, incluidos rifles AR-15 y AK-47, según la prensa.

Los investigadores intentaban dilucidar si había modificado las armas para que funcionaran como rifles automáticos, más regulados y monitoreados en Estados Unidos que las armas semiautomáticas, que pueden adquirirse con relativa facilidad.

Christopher Sullivan, director general de Guns & Guitars, una tienda de armas en Mesquite, Nevada, le vendió armas a Paddock. Ayer, Sullivan lamentó la tragedia y dijo que Paddock pasó todos los controles y cumplió todas las leyes locales, estatales y federales. Lo describió como “un tipo normal”, común. “Nunca dio una señal o razón para pensar que era inestable”, dijo. (La Nación)

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