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Clarens admitió que recaudó coimas de los empresarios

Ernesto Clarens financista de los Kirchner – Foto: Clarín

10:40 El financista de los Kirchner amplió su confesión para ser aceptado como arrepentido; dijo que uno de los problemas era manejar un volumen tan grande de efectivo Fuente: Archivo

Por: Hernán Cappiell
Ernesto Clarens complicó ante la Justicia a los empresarios involucrados en el pago de sobornos para la obtención de obras públicas , además de admitir su propio rol en esa cadena de recaudación ilegal.

Clarens amplió anteayer su declaración durante horas ante el fiscal Carlos Stornelli y espera ahora que sea homologada por el juez Claudio Bonadio con la intención de seguir en libertad y de que se consideren sus aportes para una eventual reducción de pena en el caso de una condena.

Clarens es el financista histórico de los Kirchner desde su época de Santa Cruz. Y como tal, la expectativa de los investigadores es que pueda aportar datos sobre operaciones financieras realizadas para movilizar el dinero de la corrupción, que, según los cuadernos del chofer Oscar Centeno , inundaba el dormitorio del departamento de los Kirchner en Recoleta.

Sin embargo, Clarens no cumplió con esas expectativas. No dio ningún número de cuenta ni el nombre de un banco donde pudiera estar escondido ese dinero. Tampoco hizo mención de ningún recorrido que pudieran haber tenido esos fondos. No es dueño de esa información, argumentaron ante LA NACION personas que conocen su declaración.

No obstante, en su relato ante el fiscal, Clarens completó su primera declaración, que realizó hace casi 10 días.

Los empresarios que comenzaron a declarar como arrepentidos apenas comenzó el caso admitieron que hicieron pagos indebidos, pero dijeron que eran aportes de campaña electoral.

Esta primera versión se sostuvo hasta que los propios funcionarios, como Claudio Uberti, dijeron que eran coimas, y hasta que el expresidente de la Cámara Argentina de la Construcción Carlos Wagner explicó cómo funcionaba el club de la obra pública.

Wagner desnudó el mecanismo: para tener negocios había que aportar como retorno entre el 15% y el 20% de la obra que se recibía como aporte financiero. Los empresarios dijeron que eran extorsionados y obligados a poner plata.

Pero Clarens, quien en su primer relato como arrepentido había admitido que era un intermediario en el cobro de las coimas, ahora precisó el rol que les cupo a los hombres de negocios. Dijo que los constructores pagaban para seguir haciendo negocios y los alejó del papel de víctimas que asumieron en sus declaraciones.

Clarens reconoció lo que hizo y amplió ante el fiscal el mecanismo de cobros que realizaban los empresarios.

De este modo, el financista no solo confesó, sino que amplió las acusaciones contra otros acusados, uno de los requisitos que impone la ley del arrepentido.

Según su mirada, la operación de recaudación ilegal era tan rudimentaria que se topó con el problema del manejo de grandes cantidades de efectivo, y eso es lo que terminó por exponerla, gracias a los registros del chofer Oscar Centeno.

La recaudación

El arrepentido aseguró que la operación no tenía una pata financiera; tanto es así que en el entorno del financista prefieren abonar la hipótesis que domina entre algunos de los investigadores: que la plata de la corrupción en realidad está en las propiedades por un valor de 250 millones de dólares que la Justicia le descubrió y embargó a Lázaro Báez y que el empresario patagónico no era más que un testaferro del expresidente Néstor Kirchner.

El financista quiere alejar del juez y del fiscal la idea de que era un contrabandista de divisas y se presentó como uno de los eslabones de la cadena de recaudación ilegal.

Se vio obligado a presentarse a declarar luego de que se hizo pública la declaración de otro expresidente de la Cámara Argentina de la Construcción, Juan Chediak, quien detalló ante la Justicia el mecanismo de pago de sobornos durante el kirchnerismo. Dijo que Clarens era uno de los recaudadores de los sobornos y que además cambiaba a dólares los pesos que recibían los empresarios como pago por sus certificados de obra. (La Nación)

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